Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Influjo social de la Iglesia Católica
Hay que ver cómo disfruta la gente echándole en cara a la Iglesia los males del planeta, y
repiten hasta el cansancio que por qué no se vende el Vaticano para darle el dinero a los
pobres, como si allí estuviera la solución de los problemas. La Basílica de San Pedro es
patrimonio de la humanidad, pero pensándolo bien, no estaría mal cobrar la entrada para
ver La Pietá de Miguel Ángel o la Gloria de Bernini, y el dinero dárselo a los pobres.
Mejor les vendría echarle un ojo al escandaloso presupuesto que los países del “primer
mundo” destinan anualmente a la partida de armamento militar. Sin embargo, saco feliz
provecho de las lecturas que narran cómo Jesús y sus discípulos se ocupaban de predicar el
evangelio del Reino de Dios y de socorrer a la gente en sus necesidades, para abordar el
tema de la acción social.
Sería absurdo intentar un informe público, en primer lugar porque al único que le tenemos
que rendir cuentas es a Dios, y en segundo lugar porque la Iglesia no medra por la caridad
cristiana que realiza en todo el mundo, pero sí traigo a colación dos cifras que pueden dar
una lejana idea de lo mucho que aporta en educación, salud y alimentación principalmente.
Peter Seewald cuando entrevista al Papa Benedicto XVI en su libro Luz del mundo
reconoce que el 25% de los enfermos de sida son tratados actualmente por instituciones
católicas. En algunos países, como por ejemplo en Lesoto, son mucho más del 40%. El
Papa en su modesta respuesta constata que en África, la Iglesia hace más que los demás
porque no habla sólo desde la tribuna periodística, sino que ayuda a las personas que se
encuentran en ese lugar.
Y para revestir con números esta reflexión, el periódico El Mundo , publicó el 13 de febrero
del 2008, una nota del episcopado español donde le recuerda al gobierno que la Iglesia le
ahorra muchos miles de millones de euros anualmente. Sólo en educación le alivió ese año,
1983 millones de euros, sin contar salud y alimentación. Barriocanal, vicesecretario para
Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal comentó: “A veces somos tan
acomplejados que no contamos lo que hacemos. Parece que nos da vergüenza. Además,
nosotros no tenemos que inventarnos nada. Disponemos de muchísimos testimonios de
gente entregada y de datos que avalan lo que hacemos por y para la sociedad”.
Como dije al inicio, no pretendo robar una exclamación de admiración, sería vender la
primogenitura por un plato de lentejas, pero sí llamar a las conciencias para que cada uno se
analice sobre cuál es el grado de compromiso social que realiza y que deje a la Iglesia,
compuesta también ella por hombres limitados, que siga aportando su granito de arena.
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