Noveno Domingo del Tiempo Ordinario 6 de Marzo de 2011
“No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos”
El dicho popular es muy sabio cuando dice: “obras son amores y no buenas
razones”. Y también “del dicho al hecho va mucho trecho”. Viene a cuento esta
sabiduría popular porque el evangelio de este Domingo, el final del Sermón de la
Montaña que en parte se ha leído en domingos anteriores. Y viene a ser como un
sabio consejo para que lo que hemos escuchado no caiga en saco roto, sino que
de el fruto que debe de dar, un estilo nuevo de vida que es lo que debe
caracterizar al seguidor de Cristo.
Por una parte no basta con buenas palabras, según el lamento de Isaías:”Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi” (Is 29,13).
Las obras son la verdadera garantía de la fidelidad a Dios y de cumplir su
voluntad.. Con frecuencia reducimos la vivencia religiosa a unas súplicas, ritos
religiosos, manifestaciones externas de religiosidad popular, pero no siempre
conectadas con la vida. La separación entre la fe que se dice profesar y la vida
diaria es uno de los graves errores de nuestro tiempo. Si invocamos a Dios ha de
ser siempre desde la realidad de nuestra vida para volver de nuevo a la vida.
Entonces tiene sentido y valor el Señor, Señor, porque va unido a la voluntad de
Dios.
Por otra parte Jesús habla en el pasaje evangélico de hoy del secreto para vivir
en la dinámica de un amor auténtico; ese secreto es él mismo. Habla de
construir de manera sensata o de manera alocada.
Los seguidores de Jesús daban a la palabra del Maestro una importancia
inusitada. El cielo y la tierra podrán pasar; pero las palabras de Jesús, no
pasarán. (Cfr. Mt 24,35). Era y es un palabra viva y eficaz con una fuerza que
cambia por dentro, llenando de vida y de paz. Por eso ser cristiano es practicar
las palabras de Jesús, hacer realidad su evangelio. Solo desde la palabra de
Jesús, asimilada y puesta en práctica, se puede construir una sólida vida
cristiana y unas comunidades portadoras de la Buena Noticia de la salvación.
Para ilustrarlo Jesús utiliza una sencilla parábola de quienes construyen una
casa. Quien lo hace sobre roca no tiene que temer las inclemencias del tiempo y
las catástrofes naturales. La casa está bien cimentada. Quien construye sobre
arena está expuesto a que cualquier contratiempo de al traste con todo lo que
ha levantado.
La Palabra de Dios es esa roca firme porque ella es camino, verdad y vida.
Palabra que no basta con conocerla, sino que es necesario hacerla vida. Palabra
que interpela y por eso hemos de acudir a ella para que su luz nos oriente en el
recto caminar siguiendo los pasos de Jesús. Palabra que habla al corazón de los
hombres y por eso hay que transmitirla, mas que repitiendo lo que leemos en
los evangelios, mostrarla con la vida porque las palabras se las lleva el viento, el
testimonio queda firme y es siempre elocuente.
Palabra que habla de la defensa de la persona, de solidaridad y preocupación por
las victimas; de diálogo y reconciliación frente a la violencia y enfrentamiento
destructor; de compasión frente al indiferentismo de quien está cerca de
nosotros; de un Dios bueno, cercano, Padre y no del Dios justiciero. Palabra que
no sólo habla de fraternidad, sino que tiene una fuerza que aglutina cuando se
les acoge y se encierra como buena semilla que dará un fruto de comunidad y de
fraternidad.
Hoy se lee mucho la Palabra de Dios. Teníamos que preguntarnos ¿ponemos
tanto interés en dejarnos interpelar por ella, asimilarla con sencillez y confianza,
preparar el terrenos para que esa semilla de vida y de verdad arraigue y de el
fruto que espera nuestra sociedad, tan necesitada de salvación?
Joaquin Obando Carvajal.