Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo A, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 9
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Mirad: Os pongo delante bendición y maldición * El hombre
es justificado por la fe, sin las obras de la Ley * La casa edificada sobre roca y la
casa edificada sobre arena
Textos para este día:
Deuteronomio 11,18.26-28.32:
Moisés habló al pueblo, diciendo: "Meteos estas palabras mías en el corazón y en el
alma, atadlas a la muñeca como un signo, ponedlas de señal en vuestra frente.
Mirad: Hoy os pongo delante bendición y maldición; la bendición, si escucháis los
preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy; la maldición, si no
escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, y os desviáis del camino que hoy
os marco, yendo detrás de dioses extranjeros, que no habíais conocido. Pondréis
por obra todos los mandatos y decretos que yo os promulgo hoy."
Romanos 3,21-25a.28:
Hermanos: Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha
manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia
de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos
están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de
propiciación mediante la fe en su sangre. Sostenemos, pues, que el hombre es
justificado por la fe, sin las obras de la Ley.
San Mateo 7,21-27: Mirad: Os pongo delante bendición y maldición * El hombre es
justificado por la fe, sin las obras de la Ley * La casa edificada sobre roca y la casa
edificada sobre arena
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice "Señor,
Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre
que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos
profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en
tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido.
Alejaos de mí, malvados."
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel
hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque
estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en
práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la
lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se
hundió totalmente."
Homilía
Temas de las lecturas: Mirad: Os pongo delante bendición y maldición * El hombre
es justificado por la fe, sin las obras de la Ley * La casa edificada sobre roca y la
casa edificada sobre arena
1. Una limitación litúrgica de difícil solución
1.1 Se ha dicho que el Sermón del Monte o de la Montaña, que ocupa los capítulos
5 a 7 del Evangelio según san Mateo, es algo así como la Carta Magna, la
Constitución del cristianismo. El texto del presente domingo nos ofrece la
conclusión de este sermón, que es una invitación a poner en práctica lo aprendido.
1.2 Cada ciclo de lecturas de la misa de los domingos escoge un evangelista. Este
año, que es ciclo "A," corresponde a san Mateo. Durante el tiempo ordinario vamos
escuchando de manera secuencial la mayor parte de este evangelio pero eso hasta
cierto punto es una desventaja, tal como están organizadas las fiestas posteriores
al tiempo pascual.
1.3 En efecto, como el tiempo ordinario tiene una parte breve (unas 5 a 7
semanas) antes de Cuaresma, y luego continúa después de Pascua, sucede que las
fiestas de la Trinidad y del Cuerpo y Sangre de Cristo, que se celebran apenas
termina el tiempo pascual (con Pentecostés) tienen prelación sobre las lecturas que
corresponderían a los domingos que vendrían en la secuencia del tiempo ordinario.
La consecuencia de todo esto es que una parte del evangelio de san Mateo, en
realidad, una parte muy importante como es este texto del Sermón del Monte, se
escucha incompleto y pocas veces. Un oyente atento de la Palabra de Dios, y sobre
todo, un predicador de esta Palabra, deben tener esto en cuenta para encuadrar
debidamente lo que sí se proclama conservando la atención sobre lo que se omite.
2. Dios invita, Dios juzga
2.1 El texto de la primera lectura ¿es una invitación o es una orden, o sea, un
mandato? Muchas cosas cambian cuando uno empieza a leer los que llamamos
mandamientos en clave de invitaciones hechas desde el amor. Imaginemos a una
persona perdida en el bosque. Se encuentra con un lugareño que le indica lo que
debe hacer para no morir de hambre, sed y agotamiento en la espesura. Esa
indicación ¿es una orden?
2.2 Si uno no ve el peligro en que está, todo le parecen órdenes, imposiciones que
coartan la libertad. Si voy dando un paseo por la calle y alguien empieza a decirme:
"Camine ahora hacia la derecha; siga después a la izquierda; avance sin torcerse
tres cuadras más...", eso yo lo siento como un capricho, como una orden abusiva a
la que seguramente no haré caso. Pero si estoy en ese bosque incógnito y aquel
lugareño me dice: "Avance hacia su derecha hasta llegar a una piedra alta; voltee
luego a su izquierda hasta ver un arroyo; siga por ese arroyo un medio
kilómetro...", esa ya no me parece una orden impuesta, sino una invitación que me
salva la vida, literalmente.
2.3 El lenguaje de Dios es fuerte, es enfático, y las consecuencias de desobedecrle
son serias, como es seria la condición del que está perdido en el bosque de la
existencia y no quiere seguir indicaciones. Por eso, porque las consecuencias de
desobedecer son graves, cabe decir que Dios obra como juez también, porque ya
está pronunciada la sentencia contra aquel que no acoge la palabra que puede
salvarlo.
3. Conclusión del Sermón de la Montaña
3.1 El Sermón del Monte termina con una recomendación similar: hay que poner en
práctica la enseñanza de Cristo. Dicho de un modo crudo: el mejor discípulo no es
que más entiende sino el que mejor obedece. El entender de cierto modo depende
del obedecer.
3.2 Si uno no hace caso, si uno no obedece, la "casa" que uno creía tener, esto es,
la casa de sus creencias y convicciones, se viene al suelo. Por supuesto, lo que
quedan son ruinas. Ese cristianismo de ruinas es a menudo otro nombre para la
sociedad secularista, esa que parece haberse adueñado de más de media Europa en
nuestro tiempo. La respuesta por supuesto sigue siendo la misma: hacer lo que
Cristo dice; no tanto explicar a Cristo sino obedecerle.