BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 1 de julio de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Las lecturas bíblicas de la misa de este domingo nos invitan a meditar en un tema
fascinante, que se puede resumir así: libertad y seguimiento de Cristo. El
evangelista san Lucas relata que Jesús, «cuando se iba cumpliendo el tiempo de
ser llevado al cielo, se dirigió decididamente a Jerusalén» ( Lc 9, 51). En la
palabra «decididamente» podemos vislumbrar la libertad de Cristo, pues sabe
que en Jerusalén lo espera la muerte de cruz, pero en obediencia a la voluntad
del Padre se entrega a sí mismo por amor.
En su obediencia al Padre Jesús realiza su libertad como elección consciente
motivada por el amor. ¿Quién es más libre que él, que es el Todopoderoso? Pero
no vivió su libertad como arbitrio o dominio. La vivió como servicio. De este modo
«llenó» de contenido la libertad, que de lo contrario sería sólo la posibilidad
"vacía" de hacer o no hacer algo. La libertad, como la vida misma del hombre,
cobra sentido por el amor. En efecto, ¿quién es más libre? ¿Quien se reserva
todas las posibilidades por temor a perderlas, o quien se dedica «decididamente»
a servir y así se encuentra lleno de vida por el amor que ha dado y recibido?
El apóstol san Pablo, escribiendo a los cristianos de Galacia, en la actual Turquía,
dice: «Hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa
libertad pretexto para vivir según la carne; antes al contrario, servíos por amor
los unos a los otros» ( Ga 5, 13). Vivir según la carne significa seguir la tendencia
egoísta de la naturaleza humana. En cambio, vivir según el Espíritu significa
dejarse guiar en las intenciones y en las obras por el amor de Dios, que Cristo
nos ha dado.
Por tanto, la libertad cristiana no es en absoluto arbitrariedad; es seguimiento de
Cristo en la entrega de sí hasta el sacrificio de la cruz. Puede parecer una
paradoja, pero el Señor vivió el culmen de su libertad en la cruz, como cumbre
del amor. Cuando en el Calvario le gritaban: «Si eres Hijo de Dios, baja de la
cruz», demostró su libertad de Hijo precisamente permaneciendo en aquel
patíbulo para cumplir a fondo la voluntad misericordiosa del Padre.
Muchos otros testigos de la verdad han compartido esta experiencia: hombres y
mujeres que demostraron que seguían siendo libres incluso en la celda de una
cárcel, a pesar de las amenazas de tortura. «La verdad os hará libres». Quien
pertenece a la verdad, jamás será esclavo de algún poder, sino que siempre
sabrá servir libremente a los hermanos.
Contemplemos a María santísima. La Virgen, humilde esclava del Señor, es
modelo de persona espiritual, plenamente libre por ser inmaculada, inmune de
pecado y toda santa, dedicada al servicio de Dios y del prójimo. Que ella, con su
solicitud materna, nos ayude a seguir a Jesús, para conocer la verdad y vivir la
libertad en el amor.
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