Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Las tentaciones
Como si fuera nuestra sombra, las tentaciones nos acompañan en el bregar cotidiano. Las
hay de todos tipos, tamaños y colores, desde el quedarse un rato más metido en la cama,
hasta el irse de farra, pasando por las probaditas de aquello que se ve delicioso cuando ya se
está más que satisfecho. La cuaresma nos recuerda, en el pasaje de Jesús en el desierto, la
herencia que nos dejó el pecado en su triple dimensión: la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida.
Las tentaciones del espíritu son sutiles y por lo mismo más profundas y difíciles de
conceptualizar y enfrentar. ¿Cómo distinguir entre la tristeza del alma, de la desesperanza o
de la depresión? Ante una pena que se prolonga en el t iempo o un problema que parece
insoluble puede llegar la tentación de la desesperación, del querer abandonarlo todo, del
salir corriendo y, como si fuera una quimera, regresar al pasado para enmendar lo que hoy
es irremediable. Mucho más ardorosas son las pasiones nacidas de la soberbia con todas sus
manifestaciones de orgullo, vanidad, susceptibilidad, presunción, etcétera. En el fondo es la
tentación de considerarse superior que los demás y con derecho a pasar por encima del otro.
San Juan Casiano y san Gregorio Magno distinguen siete pecados capitales de los cuales se
derivan otros mucho vicios. Los cuatro primeros se refieren precisamente al espíritu: la
soberbia, la avaricia, la envidia y la ira. ¿Algún consejo para superar estos movimientos
desordenados del espíritu? El mejor recurso es la oración y el ejercicio de las virtudes que
se oponen a estos vicios, es decir, la humildad, la generosidad, la caridad y la paciencia.
Las tentaciones de la carne son más grotescas, mucho más fáciles de percibir y no dejan
lugar a la duda porque sabemos perfectamente qué significa emborracharse o drogarse;
cuándo se comete adulterio o un acto impuro; cuándo se deja de cumplir con las propias
obligaciones por pereza o sensualidad, o en fin, c ua ndo se está comiendo como troglodita.
¿Algún consejo práctico para forjar la voluntad? El mejor recurso es realizar pequeños
sacrificios y ejercitarse en las virtudes que se oponen a estos tres pecados capitales, es
decir, guardar la castidad y ser diligente y templados.
Recordemos que Dios permite la tentación porque nadie es probado por encima de sus
fuerzas; segundo, porque son una oportunidad para robustecer las propias convicciones y
tercero, porque quien supera la tentación es dueño de sí mismo y por ende es más libre.
En resumen, la oración y el sacrificio son el mejor recurso para vencer las tentaciones de la
carne y del espíritu.
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