LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
en el programa radial "Compartiendo el Evangelio", para el 2º domingo de
Cuaresma (20 de marzo de 2011)
San Mateo 17, 1-9 (ciclo A)
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó
aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como
el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres,
levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con
su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi
Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección:
escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de
temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no
tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: " No hablen a nadie
de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos".
Jesús pone delante de nuestros ojos la Gloria de Cristo, anticipando la
Resurrección y nos anuncia algo muy importante que hoy la sociedad no lo tiene en
cuenta, y quizás tampoco nosotros: la divinización del hombre. ¡Dios nos resucita,
pero también nos diviniza!, es decir que nos a su espíritu y el hombre participa del
bondad divina de Dios.
Esta presencia de Moisés y de Elías; de la Ley -los mandamientos- y el Profeta
hablando con Jesús, es para fortalecerlo, porque sabían lo que Jesús -el Hijo de
Dios- iba a padecer. Por eso Jesús les pide silencio a los discípulos: "No hablen a
nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
Es importantísimo recibir a Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la
Gracia. Cristo nos diviniza, nos transforma, nos da la vida eterna ya aquí; nos hace
pregustar, ya nos hace vivir de una manera escatológica, es decir anticipando ya
los últimos tiempos. Cuando uno vive esta Gracia, no tiene miedo. Nada ni nadie
puede separarlo del amor de Jesucristo.
En esta Cuaresma estamos invitados, lo dice el Papa, a alejarnos del ruido de
la vida diaria para sumergirnos en la presencia de Dios y El quiere transmitirnos
cada día su Palabra, para que penetre en las profundidades de nuestro espíritu;
para que nosotros podamos discernir el bien y alejarnos del mal; y para que este
espíritu fortalezca la voluntad de seguir al Señor como verdaderos discípulos.
La respuesta cristiana no es solamente un comportamiento moral. La
respuesta cristiana parte de la fe como respuesta a la invitación que Cristo nos hace
con su amistad y con su Gracia.
Se equivocan aquellos que reducen el cristianismo a un comportamiento
moral. El cristianismo es entrar en el Misterio del Hijo y es vivir esa Gracia que Dios
nos regala a todos.
Que lo podamos descubrir, que lo podamos vivir y que lo podamos transmitir.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús