FE Y VIDA, DON Y VIRTUD
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de
Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el
Evangelio", para el 9º domingo durante el año (6 de marzo de
2011)
San Mateo 7, 21-27 (ciclo A)
“No son los que me dicen: 'Seor, Seor', los que
entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que
cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día:
'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre?
¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos
milagros en tu Nombre?'.
Entonces yo les manifestaré:
'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que
hacen el mal'.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de
decir y las pone en práctica, puede compararse a un
hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes,
soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no
se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las
practica, puede compararse a un hombre insensato,
que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes,
soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se
derrumb, y su ruina fue grande”.
¡Qué extraordinarias son las palabras del Señor y sobre todo
en este Evangelio! Todos estamos llamados a asociar, a unir, a
incorporar, a vivir la fe con la vida. La fe, que tiene que mostrarse e
insertarse en la vida, y la vida que tiene que estar llena y presente de
la fuerza de la fe.
Pero si se dividen, si se disocian, se puede llegar a tornar en
una especie de esquizofrenia, es decir una división muy grande. Y lo
que el Señor quiere simplemente es que escuchemos a Dios y
hagamos su voluntad: es una palabra escuchada pero puesta en
práctica.
¡No basta escucharla, no basta oírla! Sino que hay que
escucharla y ponerla en práctica. La sola palabra no es suficiente y
tampoco sirven las buenas intenciones, que no actúan jamás. Hay
gente que dice “¡yo tengo buenas intenciones!” , sí, la buena intención
está bien pero no es suficiente; la buena intención tiene que ser
transmitida y completada en obras. “Obras son amores y no buenas
razones”, como decía Santa Teresa.
Muchas veces las palabras, según la elocuencia de aquel que
las diga, pueden ser una ostentacin. Ostentar es “mandarse la
parte” porque cree que habla más o sabe mejor, entonces vive la
virtud. Pero no necesariamente el que habla más vive la virtud.
¡Aún más! Podríamos tener el don que Dios da a los
cristianos, a los sacerdotes, a los obispos, pero ese don es para
santificar a los demás; pero si no nos santificamos a nosotros
mismos, ese don no nos lleva a la virtud de aquello que recibimos. Es
muy importante unir las dos cosas: el don y la virtud de aquello que
debe ser practicado.
¡Es terrible encontrar divisiones en una persona!
¡Es tremendo vivir una dualidad!
Por eso es muy importante saber que la fe nos lleva a la vida
y que la vida tiene que estar iluminada por la fe. Todo aquello que
divide el corazón ya se inclina a un adulterio espiritual.
¿Qué quiere decir? Que hay que escuchar a Dios y hay que
ponerlo en práctica. Si no lo hacemos así, sobra; y uno empieza a
caer en la tentación de la infidelidad. Y las infidelidades pueden ser
varias, no son solamente las más groseras, las sexuales, son también
la falta de caridad, el apetito al poder, el no tener en cuenta a los
otros, el no ser universal para con todos los hombres. Evidentemente
estamos todos llamados no sólo a creer sino a poner en práctica lo
que creemos.
Pero no miremos a los demás, mirémonos a cada uno de
nosotros; yo como persona, como cristiano, ¿vivo lo que profeso?, lo
que profeso, ¿lo vivo? Dios nos da la gracia para que las dos cosas
sean reales en nuestra vida. Se los deseo de todo corazón para ser
hijos en el Hijo; que seamos buenos y verdaderos discípulos.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús