ES POSIBLE SER SANTO
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de
Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el
Evangelio", para el 7º domingo durante el año (20 de febrero
de 2011)
San Mateo 5, 38-48 (ciclo A)
Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se
dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo
que no hagan frente al que les hace mal. Al contrario,
si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha,
preséntale también la izquierda; al que quiera hacerte
un juicio para quitarte la túnica, déjale también el
manto. Y si te exige que le acompañes un kilómetro
camina dos con él. Da al que te pide y no le vuelvas la
espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Han oído ustedes que se dijo: Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo; pero yo les digo: Amen a sus
enemigos, rueguen por sus perseguidores así serán
hijos del Padre que está en el cielo porque El hace
salir el sol sobre buenos y malos, y hace caer la lluvia
sobre justos e injustos.
Si ustedes aman únicamente a los que los aman, ¿qué
recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los
publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos,
¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo
los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es
perfecto el Padre que está en el cielo”.
Siempre nos encontramos frente al Evangelio y a la persona de
Jesús que nos da más: su afirmación, su presencia, su doctrina, nos
sorprende, nos sacude, nos ilumina, nos consuela y también nos
exige. De allí que el Evangelio sea siempre exigente.
Pero esta exigencia que el Señor tiene para con nosotros, no es
una ilusión es una gracia. ¿Por qué me refiero a la palabra “ilusión”?,
porque a veces queremos vivir de acuerdo a una cierta omnipotencia
y es así que tenemos ilusión: la ilusión de querer todo, de conocer
todo y de experimentar todo.
Es evidente que uno no puede querer todo, conocer todo y
experimentar todo ya que esta pretensión de ilusión, que para
nosotros puede ser una tentación, también se puede convertir en una
enfermedad, porque de alguna manera uno se cree prescindente de
Dios.
Y la sociedad está cambiando. Antes se peleaba contra Dios por
alguna cosa, por alguna situación, por algún problema, por algún
desastre de la naturaleza, donde se decía ¿por qué Dios permite
esto?, ¿dónde estaba?, ¿qué estaba haciendo?, ¿por qué nos
abandona? Y en el fondo esta queja, este lamento, este disgusto,
siempre hace una referencia hacia Dios. Pero a veces el mundo que
vivimos -mundo cibernético, mundo de la tecnología, mundo de la
imagen, mundo de lo virtual-, puede pretender llenar nuestra vida y
hacernos creer que, de alguna manera, no tenemos necesidad de
Dios.
“Para el campo, bueno ya conseguiremos el riego virtual”; “para
tener hijos, no hace falta tener una relación sexual porque con la
manipulación genética ya se puede lograr”; y así sucesivamente uno
puede pretender suplantar a Dios de nuestra vida. Y es ahí donde nos
equivocamos.
Dios nos da, para vivir y para amar, un poco más para superar.
Amar universalmente, amar a todos, amar a su medida y
semejanza, con el mismo amor de Él, amar intensamente, amar
extensivamente a todos -“todo hombre es nuestro hermano”- ¡Ese
amor es creativo!
Hoy hay una pasividad tremenda porque nadie se quiere
complicar la vida; miramos para otro lado; nadie quiere entrar en
problemas del otro; no hay tiempo y no queremos tener tiempo para
complicarnos la vida con la vida de los demás. Porque el ser humano
está bastante cansado.
Pero también nos falta profundidad para ser creativos: amar al
enemigo; si te piden una ayuda, dar más; tener la mirada de Jesús;
amar como ama Jesús; obrar como ama Jesús; tener los sentimientos
de Cristo Jesús. Y con todo esto, haciendo la voluntad de Cristo,
empezamos a ser santos.
Hermanos, la santidad es posible con la ayuda de Dios y con la
gracia que Dios nos permite para poner nuestra voluntad. Que
anhelemos ser santos como el Padre celestial es santo.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús