LAS BIENAVENTURANZAS CAMBIAN NUESTROS
CRITERIOS
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de
Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el
Evangelio", para el 4º domingo durante el año (30 de enero
de 2011)
Evangelio de San Mateo 5, 1-12 (Ciclo A)
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se
sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces
tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en
herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán
a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán
llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la
justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los
Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y
perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma
a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes
tendrán una gran recompensa en el cielo; de la
misma manera persiguieron a los profetas que los
precedieron.
Queridos hermanos, Moisés comulgaba los Diez Mandamientos
de parte del Señor; en cambio con las bienaventuranzas Jesús nos
dice “este es el Reino” y nos habla con una nueva lógica, con una
nueva mentalidad, ¡cambiando nuestros criterios! Fijémonos:
¡tienen que estar contentos los afligidos, los pacientes, los que
tienen hambre y sed de justicia, los pobres, los misericordiosos, los
que trabajan por la paz, los que son perseguidos!¡Hay que estar
feliz! Pareciera que está todo al revés. Y sí, ciertamente nuestra
lógica está superada por la lógica del Evangelio. Cristo viene a dar
vuelta nuestros criterios, para ponerlos donde tienen que estar
ubicados.
Una segunda consideración: las bienaventuranzas no son
reducciones a estamentos sociológicos, no. No necesariamente, ya
que estamos hablando de un espíritu, de una disposición interior y
que, ciertamente, nosotros tenemos que informar en el propio
obrar, en cualquier estado en el que uno se encuentre. Tenemos que
repetir esta actitud. Por eso no es, sociológicamente hablando, sino
que es algo mucho más.
Pidamos al Señor que captemos el misterio, que captemos el
sentido, porque estas bienaventuranzas no son un narcótico, no son
un adormecer o atar a los pobres. Como dicen por ahí “bueno, como
son pobres no hay más remedios, consuélense, quédense tranquilos
porque…” ¡no, no, es otra cosa!, ¡es otra lógica! La lógica del
Evangelio que supera la lógica de la razón.
Pidamos vivir este espíritu, saber testimoniarlo, incorporarlo;
¡hay que rezar para entender porque el que reza entiende, busca la
verdad, permanece en la verdad! Y también hay que tener la
voluntad de darse cuenta que, ante cualquier adversidad, si uno
tiene confianza y tiene fe, pone el acto de amor, la voluntad del
amor y no la voluntad de las ganas; porque cuando te calumnian es
doloroso pero uno tiene que tener el espíritu del Señor.
Que el Señor nos de esta gracia de la disposición interior para
poder entrar en el misterio de las bienaventuranzas; que es un
misterio de tensión donde nos vamos arrimando, nos vamos
acercando, pero que no quiere decir que ya hemos llegado. Porque
quien hace alarde de haber llegado, no llegó sino que tiene
carencias de aquello que dice que alcanzó.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús