«ESTE ES EL CORDERO DE DIOS»
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de
Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el
Evangelio", para el segundo domingo durante el año (16 de
enero de 2011)
Evangelio de San Juan 1, 29 - 34 (Ciclo A)
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo “este es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; a Él
me refería cuando dije „después de mí viene un
Hombre que me precede, porque existía antes que
yo‟. Yo no lo conocía pero he venido a bautizar con
agua para que Él fuera manifestado a Israel”. Y Juan
dio este testimonio: “he visto al Espíritu descender
del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con
agua me dijo: Aquél sobre el que veas descender el
Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza
en el Espíritu Santo; yo lo he visto y doy testimonio
de que Él es el Hijo de Dios.”
¡Qué cosa fuerte! ¿Por qué viene Cristo? ¿Por qué el Padre lo
envía? Porque la humanidad había sido creada a imagen y
semejanza de Dios pero se había desviado, se había apartado y
había preferido las tinieblas; entonces tenía que venir uno para
salvarnos, ese que tenía que cargar sobre sus espaldas el pecado
del mundo; ese es el Cordero inmaculado, sin mancha, sin pecado,
que se hizo víctima y pecado por nosotros para liberarnos, para
sanarnos, para redimirnos, para purificarnos, para cambiarnos.
¡Es algo muy serio! Es tan serio que define la vida de una
persona, la vida de una sociedad, ¡la vida de toda la humanidad!,
porque ante la presencia de Cristo ninguno puede quedar
indiferente. Por lo tanto, está Cristo, está el Padre y está el Espíritu
Santo para corroborar, afirmar, atestiguar que este es el Mesías,
este es el Hijo de Dios.
Juan el Bautista lo señala y lo individualiza. Ahora bien,
individualizar o señalar no es inventar sino es mostrarlo. Se
muestra. Lo que es evidente no se demuestra, se muestra, se
señala. A Cristo hay que reconocerlo, hay que individualizarlo, hay
que amarlo, hay que escucharlo y hay que seguirlo. Pero de nuevo:
¡no lo inventamos nosotros!, ¡no lo inventan los sacerdotes!, ¡no lo
inventa la Iglesia!
Es Cristo que viene a nosotros a darnos su mensaje y su
persona; viene a impactarnos y somos nosotros que tenemos que
escucharlo, acogerlo, recibirlo y también dar testimonio. Por la fe,
por el corazón, por la inteligencia y sobre todo por un elemento que
la sociedad ha olvidado, la voluntad.
La inteligencia es importante pero también hay que poner la
voluntad, que es la facultad superior de la persona humana; es la
que define a una persona. Se puede ser muy inteligente pero si no
tiene voluntad, no puede concluir con ningún proyecto.
La voluntad está por encima de las ganas.
La voluntad está por encima de las sensaciones
La voluntad está por encima de los caprichos.
La voluntad está por encima de las pasiones.
La inteligencia busca la verdad, en cambio la voluntad busca el
bien. Y es muy importante secundarlo, afirmarlo, buscarlo, seguirlo,
concretarlo
Le pedimos a este Jesús, que viene a nosotros, que tengamos
una presencia y una relación individualizada. Lo seguimos a Él, los
amamos a Él, queremos estar con Él y le damos a conocer a los
demás
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús