Solemnidad. La Ascensión del Señor
Pautas para la homilia
No he olvidado la primera vez que subí al campanario de una catedral para poder
contemplar desde las alturas el panorama de una famosa ciudad medieval. Desde
allí arriba las cosas se veían muy distintas. Las personas eran puntos diminutos que
se movían de un lado a otro. Las casas que desde la calle parecen amontonarse
unas junto a otras, desde las alturas formaban hileras con formas geométricas.
Pero sobre todo me llamaba la atención que desde lo alto el ajetreo y el ritmo de la
ciudad aparecía ralentizado; lo coches y las personas se movían con más
parsimonia y lo hacían en silencio. El ruido y el ajetreo de la ciudad se había
transformado en calma y tranquilidad.
Hace mucho tiempo que no subo a lo alto de un edificio a contemplar la ciudad. Y
quizás me viniera bien hacerlo de vez en cuando. Estoy seguro que desde las
alturas veré con otros ojos el ajetreo de cada día. No me sentiré tan presionado por
las urgencias y las tareas de cada día. Juzgaré de otra manera los roces cotidianos.
No me angustiarán tanto las preocupaciones. De vez en cuando viene bien subir a
lo alto para desde allí arriba contemplar las cosas desde la distancia y con otra
perspectiva.
Los cristianos celebramos hoy la fiesta de la Ascensión. Uno de los sentidos de la
celebración de esta fiesta es que Jesús nos propone dirigir nuestra mirada a lo alto;
a ese lugar desde donde podemos ver las cosas con otra perspectiva. Jesús marcha
al cielo, que bíblicamente no son las nubes sino el lugar en el que Dios vive. Y nos
ofrece la posibilidad de ver las cosas desde la perspectiva de Dios.
Desde esa perspectiva puede ser que percibamos que esas aspiraciones que
tenemos y en las que invertimos tanto tiempo y energía no merecen la pena. Puede
ser que caigamos en la cuenta que a veces descuidamos lo que realmente importa
en la vida: nuestras relaciones con los demás. Puede ser que nos haga recapacitar
en que estamos descuidando nuestra responsabilidad social, las atenciones que
debemos a nuestra familia….
El cielo del que Jesús habla no es una torre de marfil ni son las nubes. El cielo es
una dimensión de nuestra vida. Jesús quiere introducirnos hoy en esa dimensión de
nuestra vida desde donde podemos ver y juzgar el sentido profundo de lo que
hacemos y vivimos. Por eso mirar al cielo no significa desentendernos de la tierra y
de sus problemas. Al contrario significa contemplarlos desde otra perspectiva y
desde otra mirada. Por eso Jesús pide a sus discípulos en la Ascensión que no se
queden mirando al cielo sino que se comprometan con los problemas de la historia.
Todos podemos utilizar la oportunidad de ver nuestra vida cotidiana con otros ojos,
de tomar distancia de nuestros problemas. Utilicemos la oportunidad. Dejémonos
llevar por Cristo hacia esa dimensión desde donde podemos ver todo con más
claridad.
Fray Ricardo de Luis Carballada
Salamanca
(con permiso de dominicos.org)