Comentario al evangelio del Miércoles 01 de Junio del 2011
Queridos amigos y amigas:
Los seres humanos no somos capaces de entenderlo todo, de abarcarlo todo, de comprenderlo todo. En
la vida de cada persona hay zonas de misterio, que no le son inmediatamente accesibles. Muchas
preguntas quedan sin encontrar salidas. No somos capaces de responder a todos los porqués que se nos
plantean: los nuestros, los de las nuevas generaciones que nos suceden, los de la época que nos toca
vivir… Nuestra limitación comprensiva topa de frente con el misterio ínsito en la vida: con el misterio
del mal, con el del amor, con el de Dios y con tantas otras realidades. Pero nuestra condición limitada y
temporal puede llevarnos a convertir la vida nuestra en espacio abierto para el conocimiento progresivo
de la verdad. La verdad tiene dos aspectos: ha de ser anunciada y debe ser acogida y comprendida. Por
tanto, para que nuestra vida sea territorio de revelación y de descubrimiento de sentido, es necesario
acoger y comprender al Espíritu que nos anuncia progresivamente la verdad plena.
En la medida en que vivamos en apertura y con actitud de escucha y asombro ante la sabiduría que es
derramada por el Espíritu, en esa misma medida iremos asumiendo el futuro en la perspectiva
correcta. Se nos desvelará como historia de salvación y no de condenación. De esa manera vamos
experimentando la novedad de cada instante, que está llamado a ser lugar y ocasión de encuentro con
Dios, de amor a los hermanos, de reconciliación con la realidad creada.
Pablo lo manifiesta en su magnífico discurso ante los sabios y entendidos de Atenas. Les anuncia el
misterio del Dios en el que vivimos, nos movemos y existimos; un Dios que nos hace “estirpe suya”;
un Dios para el que es posible lo imposible: la resurrección de los muertos. Pero en aquellos sabios no
existió espacio libre para escuchar hasta el fin y acoger. Incapaces de abrirse al misterio se alejaron de
la verdad rechazando el mensaje que Pablo les ofrecía. Algunos pocos como Dionisio o Damaris sí que
lo pudieron entender. A ellos sí que les fue regalado el espíritu de la verdad: la luz de la fe.
Vuestro amigo y hermano,
Juan Carlos cmf
Juan Carlos Martos, cmf