Comentario al evangelio del Sábado 04 de Junio del 2011
Queridos amigos y amigas:
Hay muchísimas personas para quienes su oración se reduce prácticamente a la oración de petición. En
todas las religiones se acude a la divinidad para pedirle cosas. Es que el ser humano es metafísicamente
necesitado y su naturaleza le exige, por tanto, pedir y mendicar.
Pero son también muchos, no podríamos dar porcentajes exactos, los que tienen serios problemas con
la oración de petición por lo inútil que les resulta. Entre ellos, hay quienes se preguntan con
escepticismo si son atendidas sus necesidades por Alguien y se responden que solo se topan con aire al
pedir... Otros ponen en cuarentena lo que les enseñaron acerca del Dios bueno y todopoderoso: Si es
poderoso, no es bueno porque no atiende las necesidades reales de sus hijos y permite tantas
calamidades injustas. Si es bueno, no es todopoderoso porque no las resuelve. Unos y otros terminan
no sólo dejando de elevar sus peticiones a Dios, sino preguntándose qué sentido tiene esa insistencia
tozuda de Jesús de que pidamos al Padre tal como se propone no solo en el evangelio de hoy sino en
otros muchos más.
¿Respondería Jesús a estas críticas reservas? Tendríamos que preguntárselo hoy directamente a Él y
permitirle un espacio de escucha para ver qué nos dice y tratar de entenderle. ¿Nos dirá acaso que Dios
usa la pedagogía del “no” ante ciertas peticiones-chantaje que esconden un fondo inconfesable de
egoísmo y un flagrante intento de manipulación del Dios insobornable? ¿Nos dirá que no sabemos
pedir lo que nos conviene y que no acertamos a elegir los remedios más adecuados a nuestras
necesidades y que, por tanto, lo mejor que podemos hacer es dejarnos llevar? ¿Nos dirá que cuando
Dios niega o retrasa su intervención nos está educando para desear correctamente?
La voluntad de Dios se identifica con Cristo. Si nos identificamos con Él y pedimos en su nombre,
tiene lugar algo maravilloso: la coincidencia en la verdad. Y esa oración siempre será escuchada,
porque convierte nuestro corazón para que nunca se nos ocurra intentar convertir el de Dios.
Vuestro amigo y hermano,
Juan Carlos cmf
Juan Carlos Martos, cmf