Lunes 06 de Junio de 2011
Lunes 7ª semana de Pascua 2011
Hechos 19,1-8
Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso.
Allí encontró unos discípulos y les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu Santo al
aceptar la fe?" Contestaron: "Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo."
Pablo les volvió a preguntar: "Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?"
Respondieron: "El bautismo de Juan." Pablo les dijo: "El bautismo de Juan era signo
de conversión, y él decía al pueblo que creyesen en el que iba a venir después, es
decir, en Jesús."
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les
impuso las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en
lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló en público del reino de
Dios, tratando de persuadirlos.
Salmo responsorial: 67
R/Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, / huyen de su presencia los
que lo odian; / como el humo se disipa, se disipan ellos; / como se derrite la cera
ante el fuego, / así perecen los impíos ante Dios. R.
En cambio, los justos se alegran, / gozan en la presencia de Dios, /
rebosando de alegría. / Cantad a Dios, tocad en su honor, / su nombre es el Señor.
R.
Padre de huérfanos, protector de viudas, / Dios vive en su santa morada. /
Dios prepara casa a los desvalidos, / libera a los cautivos y los enriquece. R.
Juan 16,29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: "Ahora sí que hablas claro y
no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te
pregunten; por ello creemos que saliste de Dios." Les contestó Jesús: "¿Ahora
creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os
disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque
está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En
el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo."
COMENTARIOS
Los discípulos se alegran de la claridad de las palabras de Jesús. Aunque éste
les había hablado de un acontecimiento futuro (Se acerca la hora), ligado a la
experiencia del Espíritu, ellos se figuran que ya antes de la muerte y la
resurrección, antes de recibir el Espíritu, les ha llegado el momento de
comprender (Ahora sabemos). Admiran el saber de Jesús, pues piensan que,
penetrando sus pensamientos, ha captado la pregunta que no llegaron a formular
(16,19). Por eso creen que procede de Dios. Su fe se apoya en esa ciencia que le
atribuyen, considerándolo un maestro excepcional.
Jesús se muestra escéptico ante semejante motivación. La fe verdadera
consiste sobre todo en darle la adhesión a Él levantado en la cruz (19,35), como
manifestación suprema del amor de Dios (3,16) y de su fuerza salvadora (3,14s).
Jesús conoce a los suyos mejor de lo que se conocen ellos mismos. La
inadecuación de la fe de los discípulos se va a mostrar cuando se enfrenten con la
realidad de su muerte en cruz. Evoca Jesús la imagen del rebaño disperso: ante su
detención y condena, que van a destruir toda esperanza de triunfo terreno, todos
ellos desertarán.
Comprendiendo lo dura que va a ser para ellos su marcha y el formidable
enemigo con el que habrán de enfrentarse, Jesús quiere tranquilizar a los suyos (cf.
14,1.27). Será la unión con Él la que les asegure la paz que les deseaba como
despedida (14,27). Esta paz va a estar cercada por la presión del orden injusto en
medio del cual se encuentran (12,25; 13,1). La persecución será
inevitable (tendréis apreturas), pero no será señal de derrota. La victoria del
mundo sobre Jesús va a ser sólo aparente, porque Él ha vencido el odio con el amor
y vive para siempre. Lo mismo, cada vez que el mundo crea vencer, confirmará su
fracaso.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de fundación ÉPSILON)