E SA P UERTA ABIERTA PARA EL ALMA , REFUGIO SEGURO Y FUENTE DE CONSUELO DIVINO ,
ES EL S AGRADO C ORAZÓN E UCARÍSTICO DE J ESÚS
(Domingo IV – TP – Ciclo A – 2008)
“Yo Soy la Puerta” (cfr. Jn 10, 1-10). Al utilizar la imagen de un redil con su pastor, Jesús
utiliza también la imagen del corral de ese redil de ovejas. Curiosamente, además de aplicarse a
sí mismo el nombre de “pastor” –“Yo Soy el Buen Pastor”-, Jesús se aplica a sí mismo otro
nombre, un nombre poco común: “la puerta”: “Yo Soy la Puerta”, les dice a sus discípulos.
Jesús se da a sí mismo un nombre muy especial y enigmático: “Yo Soy la Puerta”.
La puerta es siempre algo enigmático, ya que cuando permanece cerrada, no se puede
ver qué es lo que hay detrás; una puerta cerrada despierta siempre la atención, por la incógnita
de no saber qué es lo que hay detrás de la puerta. Es por lo mismo una invitación a descubrir
algo nuevo.
Cuando una puerta está cerrada, es un enigma, ya que detrás de ella está lo desconocido;
y también cuando está abierta forma parte del misterio, porque introduce en el misterio que
ocultaba cuando estaba cerrada: la puerta abierta continúa formando parte de un misterio,
porque deja entrar a un espacio misterioso, desconocido hasta entonces.
Jesús es “Puerta” pero no en sentido figurado, sino real: es verdadera puerta que
introduce en un mundo nuevo, sobrenatural, misterioso, eterno. Es en este sentido, real y
sobrenatural, en el que Jesús es “Puerta”: es puerta abierta al misterio insondable de Dios Uno y
Trino.
“Yo Soy la Puerta”. Jesús es la Puerta de las ovejas; es la Puerta por donde las ovejas
salen a buscar pastos verdes y manantiales de agua fresca, la gracia divina, y es a la vez la
puerta por donde luego, al caer la noche, ingresan al corral, a guarecerse de los peligros de las
tinieblas: así como a las ovejas las acecha durante la noche el lobo, que busca devorarlas, y
éstas se refugian en el corral entrando por su puerta, así las almas entran por la puerta que es
Jesús, buscando refugio al ser perseguidas por el lobo infernal, el demonio.
Jesús es entonces Puerta abierta para las ovejas, para que salgan y encuentren alimento
y agua fresca, y es Puerta abierta para que entren y encuentren refugio al caer la noche.
“Yo Soy la Puerta”. Jesús es la Puerta abierta al Padre, en donde el alma encuentra el
verde pasto y el manantial de Vida eterna, que es el seno del Padre y su Espíritu de Amor.
“Yo Soy la Puerta”. El Corazón de Jesús es la Puerta abierta por donde entran las almas y
se refugian de las tinieblas del mundo y del infierno. Por la Puerta abierta que es el Corazón de
Jesús, el alma encuentra refugio seguro, está a salvo de las tinieblas del infierno y del acecho
del lobo infernal.
“Yo Soy la Puerta”. La Puerta que conduce al Padre, a la frescura del manantial de Vida
eterna, que es el Amor eterno del Padre; la Puerta que protege al alma de las tinieblas del
infierno y de la bestia satánica, el lobo demoníaco, el Ángel caído, es el Sagrado Corazón de
Jesús.
Esta Puerta, que abre al misterio del Padre y de su Amor, que refugia y da consuelo y
protección frente al lobo infernal, es el Sagrado Corazón, suspendido en la cruz. El Sagrado
Corazón es la Puerta del Padre, y está Puerta no está cerrada, sino que se abre, y se abre con la
lanza del soldado que lo traspasa.
La lanza que traspasa el Corazón, abre la Puerta del Padre y revela el misterio que detrás
de esta Puerta se esconde: al abrir la Puerta, al ser traspasado el Sagrado Corazón por la lanza
del soldado, irrumpe el Espíritu Santo, el Amor de Dios, derramándose sobre las almas de los
hombres.
Sólo quien se acerque al Sagrado Corazón que cuelga de la cruz, encontrará los verdes
pastos y el agua cristalina, el Amor eterno del Padre, su Espíritu Santo.
Sólo quien entre por la Puerta abierta que es el Sagrado Corazón, encontrará no sólo
refugio frente al lobo que acecha en la oscuridad, sino paz, alegría y amor divinos.
Esa Puerta abierta para el alma, refugio seguro y fuente de consuelo divino, es el Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús.
Padre Álvaro Sánchez Rueda