Octava de Pascua – Jueves – Ciclo A - 2008
“Creían ver un espíritu” (cfr. Lc 24, 5-48). Jesús resucitado se
aparece en medio del lugar en donde los discípulos se encuentran reunidos,
hablando precisamente de Él y de su resurrección, y los saluda con un
saludo de paz: “La paz esté con vosotros”.
Ha pesar de esta aparición pacífica, es decir, a pesar de aparecer
Jesús con su cuerpo resucitado, ya no todo llagado como en la Pasión, y a
pesar de saludarlos con el saludo de la paz, los discípulos se encuentran
“atónitos y llenos de temor”. Se encuentran sorprendidos y atemorizados
antes de constatar que era Jesús y de que Jesús no era un espíritu, porque
piensan, en un primer momento, que se trata de un espíritu, es decir, de
alguien incorpóreo, sin cuerpo, sin materia, ya que eso entendemos cuando
hablamos de “espíritu”.
Para convencerlos de la materialidad y realidad de su corporeidad,
Jesús les dice que toquen su cuerpo con sus propias manos, instados por el
propio Jesús: “Tóquenme y vean”. Jesús les dice: “Soy Yo, tóquenme y
vean, palpen mis manos y mis pies, toquen mis heridas, de las cuales ya
no brota sangre sino luz”.
Los discípulos obedecen a Jesús y tocan su cuerpo, sus manos y sus
pies, y le dan de comer, con lo cual comprueban que Jesús realmente tenía
un cuerpo, aunque resucitado.
La aparición de Jesús, la incredulidad de los discípulos y el posterior
convencimiento, gira todo en torno a la realidad del cuerpo de Jesús: Jesús
resucitado tiene un cuerpo real, no es un fantasma, no es un espíritu, ha
resucitado con su cuerpo, el mismo que poseía antes de morir, solo que
ahora irradia luz y gloria en vez de dolor y humillación como en la Pasión.
Al comprobar de que se trata de Jesús y de que posee un cuerpo real,
el estado de ánimo de los discípulos cambia radicalmente:”era tal la alegría
y la admiración, que se resistían a creer”.
No debemos pensar que el comportamiento de los discípulos sea
privativo de ellos: en nuestros días se registra no una reacción análoga
frente a Jesús resucitado en el seno de su Iglesia, sino aún más, mucho
peor. Los discípulos, frente a Jesús resucitado con su cuerpo, reaccionan
“atónitos y con temor”, lo cual demuestra que en cierta manera reconocen a
Jesús en su cuerpo, aunque piensen que es un cuerpo “espiritualizado” y no
material o corpóreo. Hoy en día, en la Iglesia, frente al Cuerpo
Sacramentado de Jesús resucitado, la Eucaristía, los bautizados reaccionan,
en su inmensa mayoría, con indiferencia, frialdad, descreimiento y hasta
desprecio.
“Soy Yo, con mis llagas y con mi cuerpo resucitado. Recibidme en
vuestros corazones, tocadme con vuestro espíritu y os convenceréis de mi
Presencia de resucitado en la Eucaristía”.
Padre Álvaro Sánchez Rueda