V Domingo de Pascua, Ciclo A
LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA
La Iglesia nace en la Pascua y recibe de Jesucristo la misión de continuar su obra
en el mundo. Para cumplir esta misión Jesucristo le prometió al Espíritu Santo, que
es quién la anima y sostiene. Pascua y Pentecostés son, por ello, la fuente y la vida
de la Iglesia. Esto significa que no estamos ante una institución creada por los
hombres y que dependa de nuestra voluntad, la hemos recibido.
El aspecto humano existe y ha sido querido por él, pero su fuerza depende de la
presencia del Espíritu de Dios. Esto, que marca su identidad profunda, nos debe
hacer tomar conciencia que su riqueza y su fuerza de la Iglesia provienen de Dios.
Jesucristo ha dotado a la Iglesia de una estructura mínima que se funda en la
Palabra, los Sacramentos y el Ministerio. Estas tres realidades no se pueden
separar. Hoy quiero hablarles de una de ellas, del Ministerio. El domingo pasado al
hablar del Buen Pastor, hablábamos del sacerdote como de un ministro ordenado
por Jesucristo para continuar su obra. A ellos les confío su palabra y los
sacramentos que es lo que define su vida. Al iniciar su misión sacerdotal los
apóstoles vieron la necesidad de tener otros colaboradores en su ministerio, como
no narra la lectura de los Hechos de los Apóstoles que hoy hemos leído: "Busquen
entre ustedes hombres de buena fama… para que podamos dedicarnos a la oración
y al ministerio de la Palabra" (Hech. 6, 3). Así nace el diaconado en la Iglesia como
los primeros colaboradores en la misión de los apóstoles.
El Diaconado es un ministerio que el obispo, en cuenta sucesor de los apóstoles,
trasmite a través del sacramento del Orden Sagrado y por la imposición de sus
manos. Por este sacramento los obispos y los sacerdotes actúan en nombre y en la
persona de Jesucristo, cabeza de la Iglesia; los diáconos, en cambio, por este
mismo sacramento sirven al pueblo de Dios en al "diaconía" o servicio de la
palabra, de la liturgia y de la caridad. Este ser ordenados por el sacramento del
Orden Sagrado los diferencia de otros ministerios que son instituidos por una
designación acompañada de una bendición. Todos los ministerios, ordenados o
instituidos, tiene por fuente a Jesucristo y por finalidad la entrega a Dios y la
edificación de la Iglesia para cumplir su misión en el mundo. Este domingo la
liturgia nos habla de los ministerios, de un modo especial de los diáconos, pero
podemos decir, también, de otros ministerios eclesiales al servicio de la misión de
la Iglesia. Cuánta riqueza presentan en la Iglesia estos servicios en las diversas
áreas de su vida pastoral.
Quiero elevar mi gratitud a Dios por la presencia de tantos ministros que
enriquecen la vida de la Iglesia. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y
oraciones, mi bendición en Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz