Solemnidad de la Ascensión
Junio 5 de 2011
P. Emilio Betancur Múnera
LA “LLAMA” DE LA ASCENSIÓN
La fuerza de la resurrección y ascensión hace que nuestra vida sea de una
verticalidad permanente.
Después de la pascua, el cirio pascual es un símbolo de Cristo viviente, resucitado,
que asciende al cielo.
El cirio que significa Jesús vencedor de la muerte, ”ilumine los ojos de vuestro
corazón para que comprendaís cual es la esperanza a lo que os llama, cual la
riqueza de la gloria que da en herencia a los santos y cual la extraordinaria
grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su
fuerza poderosa que desplegó en Cristo resucitado de entre los muertos y
sentándolo a la derecha en el cielo. (Primera lectura).
LA LLAMA DA ESPERANZA
¡No valdrá la pena tener la misión de servir a este anuncio para que otros crean en
la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, se hagan discípulos¡ y sepan desde
ahora lo que le ocurrirá a sus vidas y cómo y dónde culminará después. Nuestra
esperanza no está basada en especulaciones sino en lo que realmente ha hecho
Dios en Cristo: muerte y resurrección, ascensión, por encima de todo poder,
dominio o autoridad y cualquier nombre así sea el más humano, económico, civil y
eclesiástico, famoso que se pronuncie. Nada de lo anteriormente citado puede
impedir nuestra esperanza, una vela débil y vacilante, pero siempre hacia arriba.
Puede que con un poco de aire venido de cualquier sitio de la historia lo perturbe,
pero siempre se endereza con nuevo vigor.
La ascensión es la última aparición de Jesús como última presencia de Jesús y
anticipo de lo que vendrá después: ser asumidos por Jesús para llevarnos al cielo.
Naturalmente, como los discípulos, dudamos, pero la fe siempre tiene que
sobrepasarse a la duda. Que esto haya ocurrido en una montaña es el signo visible
de la altura de la contemplación más que de la geografía de lo ocurrido. Fue en la
montaña donde Jesús promulgó la carta constitutiva del reino.
CONTEMPLAR ES ASCENDER
Pablo es un contemplativo por estar en “misión” y estar en misión es conocer la
ascensión. Solo un místico puede decir que la ascensión es: “el amor de Dios
derramado en nuestros corazones por el don del Espítitu Santo” (Rom 5,5). El amor
como experiencia de Dios es condición de toda ascensión. Así la ascensión está más
relacionada con la mística que con la moral; la ascensión consiste en la acción del
espíritu de Dios que habita en nosotros (Rom 8,8). La carne no es ascensión por
no ser el determinante absoluto de la vida del creyente, lo ocurrido al cuerpo de
Jesús en la cruz, resurrección y ascensión le ha ocurrido también al nuestro.
GEMIDOS DE ASCENSIÓN
Después de la ascensión de Jesús el espíritu tiene gemidos indecibles, llamados en
la experiencia mística, oración. Experiencia y gemidos del espíritu son mística, lo
mismo que la sabiduría entre los perfectos que conduce a un conocimiento más alto
que la gnosis, que está escondida en Dios. “Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó,
(conocimiento racional), ni al hombre se le ocurrió pensar que Dios podía tenerlo
preparado para los que lo aman” (1 Cor 2, 9). Por el amor que Dios ha derramado
en los corazones por el Espíritu Santo, Pablo desea ser misionero para dar un
sentido y gusto nuevo a la vida, transformándola. La misión de Pablo tiene como
explicación dejarse conducir por el espíritu (amor) ya que el amor todo lo aguanta,
lo espera, cree y excusa (1 Cor 13, 7). Es el amor de dios lo que nos mantiene en
ascensión.
ASCENSIÓN Y LA IGLESIA
La responsabilidad de la Iglesia con motivo de la fiesta de la ascensión es anunciar.
La ascensión de Jesús indica toda lucha contra el mal y su principal signo que es la
muerte; el acompañamiento de todo esfuerzo humano por la dignidad de las
personas y todo cuanto la promesa por el desarrollo integral hace parte y potencia
esta procesión de la humanidad y particularmente de los pobres de mano del
resucitado hacia el cielo. Con la certeza que Él acompañará y bendecirá todos los
esfuerzos de ascensión desde el amor de Dios en nuestro corazón por la presencia
del espíritu: “yo estoy siempre con ustedes hasta el final de los siglos”. La cabeza
por “Jesús en ascensión” nunca se podrá desprender de su cuerpo “nosotros la
Iglesia” hasta que no termine nuestro itinerario en el cielo. Estamos en Ascensión
por don de la cabeza y fe del cuerpo.
La responsabilidad de la Iglesia es enseñar a la gente por medio de los
evangelizadores a guardar los mandamientos “la palabra”; como una promesa que
engendra la gran esperanza de la Iglesia para que el hombre de hoy escuche “yo
estoy siempre con ustedes, hasta el final de los siglos”; la cabeza no puede
separarse del cuerpo.