Solemnidad. Santísima Trinidad, Ciclo A
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Dios es amor infinito en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo»
I. LA PALABRA DE DIOS
Ex 34,4b-6.8-9: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso»
Sal Dn 3,52.53.54.55.56: «A ti gloria y alabanza por los siglos»
2Co 13,11-13: «La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del
Espíritu Santo»
Jn 3,16-18: «Dios mandó a su Hijo al mundo, para que se salve por Él»
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
A pesar de la infidelidad del pueblo (rotura de las tablas) el pacto continúa. Y todo
por la bondad de Yavé, «compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en piedad y
leal». Ante Cristo no hay más que dos vías: o rechazo o aceptación; o fe y vida
eterna, o condenación. Él ha venido «para que tengan vida y la tengan
sobreabundante».
El mismo Dios del Sinaí es el que se ha manifestado en Jesucristo. Acaso nos dé un
poco de miedo, el primero por lejano y distante, y el otro por demasiado
encarnado. Pero esa es precisamente la acción de Espíritu en nosotros. El cristiano,
por la acción del Espíritu, reconoce al Dios del Sinaí como el de Jesucristo.
El Dios del Sinaí se hace descubrir en la historia de un pueblo. Cristo se hace
historia en nuestro mundo para salvarlo; el Espíritu, en la etapa de la Iglesia, hace
que reconozcamos en Él hoy la salvación en Jesús: «para que el mundo se salve
por él».
III. SITUACIÓN HUMANA
Si nosotros tuvíeramos ante Dios la misma actitud que el viejo pueblo, tendríamos
aún más miedo de Dios. Por que su misterio es mayor y su majestad soberana.
Pero, al contrario, predomina el Dios-Amor.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
La fe
– El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad
perfecta de la Bienaventurada Trinidad: "Los cristianos son bautizados en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes responden «Creo» a la triple
pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo:
«La fe de todos los cristianos se cimenta en la Trinidad» (S. Cesáreo de Arlés,
symb.)" (232; cf 233-237).
La respuesta
– El nombre del Señor es santo: "El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y
sus acciones con la señal de la cruz, «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén». El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la
gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre" (2517).
El testimonio cristiano
– «Dios mío, Trinidad, te adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mi mismo
para establecerme en tí, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la
eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de tí, mi inmutable, sino
de cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu misterio. Pacifica mi
alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te
deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en
mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la
Beata Isabel de la Trinidad)» (260).
Ante la grandeza del Misterio Trinitario sólo caben la adoración humilde, la
bendición del Santo Nombre de Dios, la acción de gracias, la permanente alabanza
por sus obras y el reconocimiento porque Dios nos ama.
Fuente: Almudi.org