L A AUTO - DONACIÓN DE D IOS H IJO EN EL P ESEBRE DE B ELÉN , EN P ALESTINA , Y EN EL N UEVO
B ELÉN , EL ALTAR EUCARÍSTICO ES LA VERDADERA Y ÚNICA CAUSA DE LA ALEGRÍA DE N AVIDAD
(Domingo IV – TA – Ciclo A )
¿Cuál es la nota distintiva de la Navidad? A lo largo de Adviento, tiempo preparatorio
para la Navidad, las lecturas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, coinciden en
una nota característica: la alegría que se avecina y llega.
En el Antiguo Testamento, los profetas exclaman: “Salta de júbilo y alégrate, Sión”, y
el motivo de este júbilo y alegría es que está por llegar el Salvador de Sión, el Mesías; en el
Nuevo Testamento, las lecturas describen el nacimiento del Bautista, el mismo que luego,
antes de nacer, “saltará de alegría” en el seno materno, cuando la Virgen María, que trae
consigo al Niño Dios, visite a Santa Isabel.
Así como los profetas y el Bautista se alegraban por la llegada del Mesías que había de
venir, así el Adviento es el tiempo para preparar el alma para la alegría que se avecina en
Navidad.
Podríamos decir entonces que la nota distintiva de la Navidad es la alegría, pero no la
alegría como estado de ánimo, ni como consecuencia de causas mundanas o terrenas.
La alegría de la Navidad no es la alegría mundana y terrena que surge de tener éxito
en la vida; no es la alegría superficial y pasajera que se experimenta por algún bien material
que hayamos recibido; no es tampoco la alegría de no pasar tribulaciones; no es, en
definitiva, una alegría de origen humano, mundano o terrenal.
Aunque todas estas alegrías sean causas de alegrías y alegrías lícitas y buenas,
ninguna de estas es la alegría de la Navidad, porque la alegría de la Navidad es desconocida,
porque viene del cielo.
La alegría de la Navidad no se origina nunca en ningún motivo humano o creatural; no
es una alegría que sea causada por alguna creatura, porque es la alegría que posee el mismo
Dios Uno y Trino en su Ser perfectísimo y en su Trinidad de Personas.
“Dios es alegría infinita”, dice Santa Teresa de los Andes, y es una alegría no sólo
infinita, sino sobrenatural, suprahumana y supracreatural, ya que la alegría que es Dios es la
alegría que Él posee desde la eternidad, en su Trinidad de Personas, por el solo hecho de ser
Él Dios Uno en naturaleza y Trino en Personas. Dios es alegría infinita porque Él es
perfectísimo y amabilísimo en la Unidad de su naturaleza divina y en su Trinidad de Personas
divinas.
Dios Trinidad no necesita de nada ni de nadie para ser feliz, y en su bondad y
misericordia quiere hacernos partícipes de su felicidad, y es para esto que Dios Hijo se
encarna y viene a este mundo.
Dios viene en Navidad revestido de Niño en Belén para comunicarnos y donarnos de
esa su alegría, de su propia vida y felicidad, por medio de su encarnación y de su Pasión,
muerte en cruz y resurrección gloriosa, lo cual constituye un misterio y un don inmerecidos
que debemos agradecer siempre de rodillas, porque Dios de ninguna manera estaba obligado
ni a compartir su felicidad ni mucho menos a sufrir su Pasión por la humanidad.
Con frecuencia, opacamos esta luminosa alegría que se irradia desde el Niño de Belén,
porque tenemos tendencia a dejar que nuestros sentimientos y nuestros problemas ocupen el
centro de nuestra atención.
Así, en vez de meditar al menos en la alegría sobrenatural que nos viene a traer Dios
Hijo, el Niño Dios en Belén, vivimos la Navidad como un momento emocional, alegre o no,
pero centrado siempre en nuestro propio yo, en vez de trascender la emoción del momento y
contemplar y meditar sobre el don que el Niño Dios nos viene a traer.
En vez de pedir en la oración esta gracia de la alegría de Dios, y en vez de buscarla por
la penitencia y por las buenas obras, dejamos que sean nuestras preocupaciones, nuestros
problemas, o nuestros propios intereses los que dominen el centro de nuestra atención, y así
desplazamos del centro que le corresponde al Niño de Belén, que viene a donarnos, con el
perdón de los pecados y la filiación divina, la alegría de Dios Trinidad.
La alegría, nota distintiva de la Navidad, no se debe a una situación personal, familiar o
social sin problemas: la alegría de la Navidad se debe a la llegada, a nuestro mundo de
tinieblas y de lágrimas, del Dios de la alegría, de la justicia, de la paz y del amor, Jesús de
Nazareth.
Ese mismo Dios que es alegría infinita, que viene en Navidad revestido de Niño, es el
mismo Dios que viene a nuestro encuentro en la Eucaristía, revestido de Pan, para donarnos
su alegría eterna, por medio de la auto-donación de la Segunda Persona de la Trinidad.
Ése es el don de Dios Trino para la Navidad, ése es el motivo de la verdadera alegría
de la Navidad, la auto-donación de Dios Hijo en el Pesebre de Belén, en Palestina, y en el
Nuevo Belén, el altar eucarístico; la auto-donación de la Segunda Persona de la Trinidad en el
Niño de Belén, es la verdadera y única causa de la alegría de Navidad, y no los regalos, los
banquetes, las reuniones familiares, la ausencia de preocupaciones.
Padre Álvaro Sánchez Rueda