Solemnidad. Domingo de Pentecostés
Junio 12 de 2011
P. Emilio Betancur Múnera
“EL ESPÍRITU ES PARA EL BIEN COMÚN”
El Espíritu Santo manifiesta su presencia por la accin de sus “dones”.
¿Pero cómo discernir cuales son, y cuáles no, las acciones del Espíritu Santo?
Nadie puede decir: “Jesús es el Seor”, excepto “el Espíritu Santo”. La accin del
Espíritu siempre permanece en esta confesión fundante de la fe.
Quién más espiritual que Pablo para poder decir: “El fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, amabilidad, generosidad, fidelidad, gentileza, control de sí
(Gal 5,22-23). “Porque la luz produce toda clase de bondad, justicia y verdad” (Ef
5,9). Éstos no son sólo signos de la gracia sino signos de la acción de Espíritu.
Para la fe es más interesante verificar “el Espíritu” que definirlo.
Hay otra insistencia importante en Pablo: Todos los dones del Espíritu son para el
bien común. El amor es el que subyace en todos los dones y para la realización del
amor, para su fundamentación en el corazón, tenemos los carismas. “Aunque hable
todas las lenguas, posea el don de profecía y conozca los misterios y ciencias,
aunque reparta mis bienes a los pobres y tenga una fe capaz de mover montañas,
si no tengo amor, no soy nada” (1 Cor 13,1-7).
Sólo el amor no desaparecerá (1 Cor 13, 8-10) por tanto, éste es el que debemos
anhelar, buscar, pedir y recibir (1 Cor 14,1).
“BIEN COMÚN” CRITERIO DE DISCERNIMIENTO
La santidad en la Iglesia nunca ha venido del fenómeno carismático sino del amor
que el Espíritu deposita en el corazón del creyente, y de la oración y obrar para el
bien común. Es más fácil, por tratarse de obras para el bien común, conocer el
Espíritu en la evangelización de lo social y en la Doctrina Social de la Iglesia a
través de las obras que inspira, que trasegar buscando el Espíritu en obras y
experiencias “carismáticas”.
Si el amor y la caridad política preceden, no puede haber conflicto entre carismas,
ni celos entre dones, ni rivalidades eclesiásticas, ni suficiencias carismáticas por la
diversidad de dones, porque por encima de todo esto, está el bien común. Es el
bien lo que hace que los dones y carismas no nos vuelvan, exclusivos ni sectarios.
El bien común es un excelente discernimiento de la acción del Espíritu. No siempre
una asamblea piadosa, litúrgica o para liturgia, o lo que encontramos en
organizaciones sociales o políticas, se puede identificar con “bien común”.
El cuerpo de la Iglesia, bien común, no resulta de la unión de los fieles; más bien,
es el Espíritu de Jesús resucitado el que reúne a los fieles en la Iglesia. Así el
cuerpo de la Iglesia es de orden sacramental. Así puede entenderse, que si la
Iglesia obra los sacramentos, éstos hacen la Iglesia, por esta razn: “no hay judíos
ni griegos, ni esclavos, ni libres, ni femenino o masculino, porque todos son uno en
Cristo Jesús” (Gal 3,28), porque todos están bautizados en el mismo Espíritu, la
única fuente de vida, dones y carismas.
“RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”
El evangelio de Juan se escribió pensando en los cristianos que ya conocían las
tradiciones relatadas por Marcos, Mateo y Lucas y que ya se habían familiarizado
con la asamblea del “primer día de la semana” memorial de la victoria de Jesucristo
sobre la muerte.
Juan quien había dicho: “la Palabra se hizo carne”, presenta a Jesús mostrando sus
manos y costado”. Lo que hemos visto con nuestros ojos, mirado y tocado con
nuestras manos, se manifest con la palabra de vida (1 Jn 1,1), “todo el que come
mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn 6,54)
Para ver lo mismo que los discípulos vieron, se requiere también hoy la fe que
permite sobreponernos al escándalo de la cruz para recibir el don de la paz del
Resucitado.
Al darle el Espíritu a sus mensajeros, el Señor resucitado les confiere su propio
poder sin restricción; por medio de su misterio, la palabra de perdón se ofrece a
todos. “Dios” nos ha reconciliado con Él por medio de Cristo y nos ha dado el
misterio de la reconciliacin… Les rogamos a nombre del Espíritu de Jesús:
“Déjense reconciliar por Dios” (2 Cor 5,18-20).
EVANGELIO
Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en
una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo:
-«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. »