UN DIOS AMOR QUE UNIFICA Y DIFERENCIA
DOMINGO DE LA SANTÍSIMATRINIDAD
18 de Mayo de 2.008
Hermanos: alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo
sentir y vivid en paz
Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el
beso santo. Os saludan todos los fieles.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu
Santo esté siempre con vosotros. 2 Corintios 13, 11-13.
Si echamos una mirada a nuestras relaciones humanas, en todas ellas echamos
siempre de menos el ser tratados con mayor equidad con una más singular
consideración. Nos molesta mucho el ser tratados en serie, como un número más,
como si no tuviéramos nombre y rostro propio ni hubiera una historia personal e
irrepetible en cada uno de nosotros, como si todo lo singular nuestro quedara
desdibujado y absorbido por ese inconsiderado tratamiento. Hasta nos encantaría
recibir un tratamiento de excepción, sin tener en cuenta también que también los
otros merecen igual tratamiento excepcional.
Asimismo - aunque esto no nos resulta tan espontáneo - nuestra singular persona
sufre un grave deterioro y un notable vaciamiento de sí misma, cuando no
apetecemos ni trabajamos por personalizar y singularizar a los demás. Cuando no
tratamos de hacer de nuestras relaciones humanas un concierto - no digo concurso
- de personalidades diferenciadas, con adjetivos propios y rasgos irrepetibles.
Es como si nuestra tendencia a ser nosotros mismos se viera bloqueada y frustrada
por no tener junto a nosotros personas diferentes y diferenciadas ¡Qué soledad y
vacío para la rosa, si por exigir un tratamiento justo de rosa, no gozara percibiendo
junto a sí los colores y los perfumes de las otras flores del jardín.
Percibimos fácilmente que es tarea de difícil realización el aceptarnos gozosamente
iguales y distintos de los demás. El gozar por igual el ser tratados como personas y
como hombres, como singulares y como comunes, como rosas y como flores.
Y, sin embargo, es en esa vocación y tarea en donde todos estamos llamados y
comprometidos, dado que todos estamos hechos a imagen y semejanza del Dios
Trino y Uno, en cuyo seno divino se da por igual lo común y lo singular, lo personal
y lo comunitario, lo “solitario” y lo solidario, la pluralidad y la unidad, el Misterio de
un Dios Unificador y Diferenciador.
Tarea ésta que es gracia y es mérito, que hay que recibirla y sudarla. Hasta el
punto de que nuestros esfuerzos no pueden quedar baldíos ni en el anonimato ni en
el bedettismo, ni en la frialdad del número ni en apasionamiento del individualismo.
No en vano somos Templo de la Trinidad que nos transciende y penetra, aunque
debamos hacernos conscientes de que ,en nuestros esfuerzos por ser iguales y
distintos, unas veces nos quedemos cortos cayendo en la masa, y otras nos
quedemos largos incurriendo en aislamientos ególatras.
Juan Sánchez Trujillo