Fiesta. Jesucristo, sumo y eterno sacerdote (16 de Junio)
“Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por
vosotros,”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Isaías 52, 13-53, 12
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se
espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenla aspecto
humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al
ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como
raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y
desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue
traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro
castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos
como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos
nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y
no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su
destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo
hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los
malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El
Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará
por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de
conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de
ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una
muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los
pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Sal 39, 6. 7. 8-9. 10. 11 R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor
nuestro; nadie se te puede comparar. Intento proclamarlas, decirlas, pero
superan todo número. R. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me
abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio. R. Entonces yo digo: «Aquí estoy -
como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y
llevo tu ley en las entrañas. R. He proclamado tu salvación ante la gran
asamblea; no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes. R. No me he guardado
en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu
misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 22, 14-20
Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: -«He deseado
enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer,
porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de
Dios.» Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: -«Tornad
esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del
fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.» Y, tomando pan, pronunció la
acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: -«Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.» Después de cenar, hizo lo
mismo con la copa, diciendo: -«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi
sangre, que se derrama por vosotros.»
II. Oramos con la Palabra
JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE, tú eres el único Sacerdote, del que
participamos por el Bautismo, y algunos por el sacramento del Orden: todos,
llamados a hacerte presente. Te doy gracias de todo corazón por tu Cuerpo y tu
Sangre, ofrecidos al Padre para mi salvación y la de todos los hombres. Y te doy
gracias por los que has llamado al sacerdocio ministerial y han dedicado su vida
a ti y a tu Iglesia.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
Desde que escuchamos manifestar a Jesús en la sinagoga de Nazaret el
cumplimiento de la profecía de Isaías en sí mismo: “El Espíritu del Seor está
sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado a dar la buena noticia a los
pobres (Lc 4,18), supimos de su sacerdocio. Más tarde aprendimos cómo Él fue
y es el sacerdote perfecto, que manifestó y manifiesta al mundo el verdadero
rostro de Dios e intercedió e intercede por todos ante el Padre, ofreciéndose él
mismo como ofrenda, en un sacrificio realizado “una vez para siempre” (Heb
7,27).
Tanto los bautizados como los ordenados participamos, de forma diferente pero
real, de este sacerdocio de Cristo, siendo también nosotros ofrenda agradable a
Dios que, luego, imitando al Sacerdote eterno del cual brota nuestra
participación, nos llevará a intentar mostrar con nuestra palabra y nuestra vida
el rostro del Padre que aprendimos de Jesús.
Con toda lógica, la liturgia nos remite a la eucaristía. Y, en el Evangelio,
evocamos de nuevo aquella Cena que tuvo Jesús con sus discípulos antes de su
pasión y muerte.
“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros” y
por vosotros
Aunque pudiera parecer que lo más llamativo iba a ser las negaciones y
traiciones que se van a dar en torno a Jesús, toda la atención está puesta en sus
palabras sacerdotales. Él, que les había dicho que ya no les consideraba siervos
sino amigos, en aquel momento va a tener con ellos los gestos más amigables
que se puedan dar, y, además, se lo manifiesta.
Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer”.
No dice “antes de desaparecer”, sino slo antes de padecer y morir, porque no
va a desaparecer, sino a mostrarse sucesivamente, tanto en particular como
colectivamente, hasta que este reencuentro se convierta en el fundamento de su
fe y de su testimonio en la Resurrección.
El “por vosotros” explicita el significado de la eucaristía. Será el mismo que
tenga su Pasión y su muerte. Jesús muere por todos los que desde aquel
momento se dejan salvar. Mientras, el alimento espiritual será su cuerpo
eucarístico y su sangre.
“Haced esto en memoria mía… hasta que llegue el Reino de Dios”
Entre ambas entregas, la del pan y la del vino, les dice estas palabras que
seguimos repitiendo en cada eucaristía: “Haced esto en memoria mía”. O sea,
“recordad”. No sea que cuando estéis instalados, como los israelitas en la tierra
de promisión, os olvidéis del Reino. “Recordad” que necesitáis alimentar vuestra
esperanza. No podéis olvidar mi presencia, el reencuentro que habéis tenido
conmigo. “Haced esto –la Fracción del Pan- en recuerdo mío”. Seguiréis así bien
alimentados –con el pan- y bien reconfortados –con el vino-. Ésta es nuestra
mejor “memoria histrica”, inolvidable para nosotros, por encargo de nuestro
sumo y eterno sacerdote, Jesús.
“Recuerda” hasta que llegue el Reino de Dios, o sea, durante toda la vida. Bien
entendido, que recordar no es sólo repetir lo mismo que recordamos, sino dejar
al Espíritu que reinterprete sus gestos y sus dones para que puedan impactar al
hombre de hoy como lo hicieron en aquel tiempo. Porque “el que come de este
pan, vivirá para siempre”. Eucaristía es accin de gracias por lo que se nos
entregó, vivencia de lo que hoy nos ofrece y esperanza de eternidad.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org