L A RECOMPENSA PARA EL BIENAVENTURADO COMIENZA CON LA UNIÓN SACRAMENTAL CON EL
S AGRADO C ORAZÓN E UCARÍSTICO DE J ESÚS , D IOS H IJO
(Domingo IV – TO – Ciclo A – 2008.2)
“Bienaventurados…” (cfr. Mt 4, 25. 5-12). Los bienaventurados, por definición, son los
felices, los dichosos; son quienes poseen una alegría tal que nadie puede quitárselas. Pero
parecieran un contrasentido en las palabras de Jesús, porque Jesús dice que son
bienaventurados los afligidos, los perseguidos, los pacíficos en un mundo violento, los
calumniados. Parece un contrasentido, porque el bienaventurado es el dichoso, aquel a quien
todo le va bien, y sin embargo en el Sermón de la Montaña Jesús dice que es bienaventurado
aquel que sufre, que llora, que es perseguido, que es pobre, que nada tiene.
No se entienden las palabras de Jesús sino es a la luz de su cruz: sólo a la luz de la cruz
de Jesús, las aflicciones, las persecuciones, los dolores, se convierten en bienaventuranzas.
Se trata de imitar a Jesús en la cruz, porque es la cruz de Jesús, y es Jesús en la cruz,
quien convierte la desdicha en bienaventuranza.
“Bienaventurados los pobres”. Quien es bienaventurado en la pobreza es Jesús en la cruz,
porque en la cruz no tiene nada que le pertenezca, ni la corona de espinas, ni los clavos, ni la
cruz. Sólo tiene a su Madre al pie de la cruz, y sólo tiene su ser divino para donarlo a los
hombres. Es bienaventurado quien lo imita en la pobreza extrema de la cruz y se ofrece, como
Él, en sacrificio por la salvación del mundo, en el martirio cotidiano de vivir la oscuridad de la fe
y la caridad extrema para con el prójimo. Es bienaventurado quien nada tiene, porque todo lo
ha donado a Cristo en la cruz.
“Bienaventurados los que lloran”. En la Pasión, Jesús llora amargas lágrimas de agua, de
sal y de sangre, que corren abundantes por sus mejillas hasta caer en tierra. Quien llora en la
vida, por el motivo que sea –una desaparición, una muerte, un dolor físico, espiritual o moral- y
une su dolor y sus lágrimas al dolor y a las lágrimas de Jesús, participa del dolor redentor del
Salvador y se convierte en un bienaventurado.
“Bienaventurados los misericordiosos”. Para el mundo, es bienaventurado quien puede
triunfar aún a costa del prójimo; para el mundo, es bienaventurado aquel que no demuestra
compasión por el prójimo, en cambio, desde la cruz, Jesús nos enseña que es bienaventurado
quien dona su vida, hasta el último aliento, como Él, por amor a Dios y por compasión al
prójimo.
“Los bienaventurados (…) tendrán una gran recompensa en el cielo”. Así como la
recompensa para Jesús fue la unión para siempre con el Padre en el Espíritu Santo, en el Amor
de Dios, así para los bienaventurados, para aquellos que participen con Él en esta vida, de las
lágrimas, de la soledad, de la amargura de su Pasión y de su cruz, así la recompensa será
también en la otra vida para los bienaventurados la unión con el Hijo y por el Hijo, con el Padre
y el Espíritu Santo.
Bienaventurados entonces quienes imitan a Jesús en la cruz, nos dice el evangelio; pero
la Iglesia agrega otra bienaventuranza, ya que dice: “Felices –o bienaventurados- los invitados a
la cena del Señor” 1 , es decir, la Iglesia nos dice que es bienaventurado quien se acerca a
comulgar, porque en la comunión recibe a quien es la fuente de toda dicha y bienaventuranza,
Jesucristo. Para la Iglesia, es bienaventurado quien recibe la comunión sacramental no de
cualquier manera, sino con el espíritu de las bienaventuranzas.
Para la Iglesia, es bienaventurado quien vive ya en esta vida el espíritu de las
bienaventuranzas, y para estos, la recompensa comienza ya aquí, en medio de las tribulaciones
y de los dolores de la vida diaria: la recompensa comienza con la unión sacramental con el
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Dios Hijo, y por medio de él, con el Padre y el Espíritu.
Padre Álvaro Sánchez Rueda
1 Cfr. M ISAL R OMANO , Rito de comunión .