E S IMPOSIBLE ENTENDER , CON LA SOLA LUZ DE LA RAZÓN NATURAL , LO QUE RECIBIMOS
CADA VEZ QUE COMULGAMOS ; RECIBIMOS A J ESÚS , QUE ES LA RESURRECCIÓN Y LA V IDA
ETERNA
(Domingo V – TC – Ciclo A –)
“Yo Soy la resurrección y la vida” (cfr. Jn 11, 1-45). Jesús afirma ser la
resurrección y la vida, frente a la muerte de su amigo Lázaro. ¿Qué tipo de vida es la
que promete Jesús? Porque en la afirmación, en primera instancia, no se explicita
acerca de qué tipo de vida viene a dar. Y es necesario que se explicite, porque entre
quienes lo escuchan, se encuentran gentes que no necesariamente creen en un Dios
único, es decir, que son paganos, y los paganos también creían que sus dioses
resucitarían y darían nueva vida, una vida inmortal, más allá de la muerte. Aún los
mismos judíos necesitarían saber de qué tipo de vida habla Jesús, ya que podrían
entender que se trata de un poder de Jesús limitado a devolver la vida natural, ya que
resucita a su amigo Lázaro, quien vuelve a vivir con la vida humana natural que
poseía antes de morir.
La afirmación de Jesús acerca de la vida dada por Él es aceptada por judíos y
paganos, aunque tanto unos como otros necesiten una aclaración acerca de cuál es la
vida nueva que viene a traer Jesús.
Solo el nihilismo actual –sobre todo el europeo, el hombre europeo de hoy,
quien es el primer hombre en la historia humana que vive como si Dios no existiera,
según Juan Pablo II- rechaza esta creencia ancestral de la humanidad, como
continuadora de la negación de los saduceos, quienes también negaban la
resurrección, y los ejemplos sobran, por ejemplo, entre griegos y romanos, quienes
forman la cuna de nuestra civilización.
Está clara entonces la diferencia entre el mundo contemporáneo a Jesús y el
mundo actual, que vive una situación en la que cree que el hombre es sólo un ser
para la muerte, un conjunto de sensaciones destinadas a desaparecer en el devenir de
la existencia.
Pero, en relación a los antiguos, tanto judíos como paganos, y las preguntas se
dirigen a aclarar la nueva realidad para ambos: ¿cuál es la diferencia entre la vida que
viene a traer Jesús, aceptada por los judíos, y la vida que supuestamente daban los
dioses paganos? ¿No prometen acaso lo mismo? Los dioses de los paganos prometían
una especie de resurrección, una vida en el más allá, inmortal, incluso con premios y
castigos. ¿No promete lo mismo Jesús? La diferencia sería solo nominal, de nombre,
pero en substancia, coincidirían ambas promesas, las de los paganos y la de Cristo.
Sin embargo, no es así, porque Jesús promete una vida que es absolutamente
distinta a la mera vida inmortal del alma humana: promete la vida eterna.
Jesús promete la resurrección y la Vida eterna, no simplemente una vida
inmortal, sino una vida eterna, divina, sobrenatural, misteriosa, la misma vida de Dios
Trino, que es algo infinitamente más grande y misterioso que la mera inmortalidad
natural del alma humana.
La vida eterna que Jesús promete es vida verdaderamente divina, una vida por
la cual la creatura vive en Dios y Dios en la creatura 1 .
La vida eterna que promete Jesús tiene su fundamento en el ser divino, que es
eterno; circula en torno al ser eterno de Dios Uno y Trino
manantial inagotable a partir del ser eterno de Dios.
En el hombre, se dice que hay vida mientras su cora zón late; la pulsación del
corazón comunica la sangre que lleva la vida al resto del cuerpo, y así se dice que el
hombre tiene vida y está vivo. En Dios, que posee la plenitud de la vida, su vida se
1 Cfr. M ATTHIAS J OSEPH S CHEEBEN , Los misterios del cristianismo , Ediciones Herder, Barcelona 1964, 707s.
2 Cfr. Scheeben, ibidem .
2 ; brota y fluye como un
manifiesta en toda la potencia de su plenitud en la producción de las divinas
Personas; la vida eterna del ser divino de Dios es tan poderosa, que produce las
Personas divinas desde la misma eternidad, sin desarrollo 3 . Esta vida eterna se
comunica por medio del Espíritu Santo, aliento de vida del Padre y del Hi jo, que fluye
del “corazón” común del Padre y del Hijo.
Es tan incomprensible esta vida de Dios, tan misteriosa, tan absolutamente alta
y grandiosa, que escapa a toda capacidad de comprensión por parte de la creatura. Y
Dios Hijo, resucitado, que la posee en plenitud, porque Él es la Vida eterna en
Persona, porque es su mismo ser divino, que es eterno, la comunica a las creaturas.
Es tan grande el don de la vida eterna que Cristo viene a comunicarnos por medio de
la efusión de sangre de su Sagrado Corazón traspasado en la cruz, que no bastará
toda la eternidad para que la creatura pueda comprender la magnitud del don que ha
recibido.
Imaginemos un hombre que hubiera nacido en la selva y desde pequeño
hubiera sido abandonado por su madre, que se hubiera criado en medio de las fieras
salvajes y en medio de la selva misma, sin conocer la civilización. Imaginemos que a
esta misma persona se la rescata de la selva y se le concede una fortuna tan grande
que lo convierte en el ser más poderoso y rico de la tierra. ¿Podría llegar alguna vez a
entender la magnitud de lo que ha recibido? Algo similar, pero infinitamente más
grande, es el don de la vida eterna donada por Jesús desde el altar de la cruz y desde
la cruz del altar.
Es esta vida divina, sobrenatural, misteriosa, incomprensible, altísima, sublime,
la que Jesús dona a su amigo Lázaro y la que Jesús dona a cada uno de sus amigos,
los bautizados en la Iglesia Católica, ya en germen, en la Eucaristía.
Es imposible entender, con la sola luz de la razón natural –y aún la razón
iluminada con la gracia no alcanza a penetrar lo insondable del misterio- lo que
recibimos cada vez que comulgamos; recibimos a Jesús, que es la resurrección y la
Vida eterna, viene y nos dona su Vida eterna en la comunión, pero no podemos ni
siquiera balbucear acerca de la inmensidad de este don.
La afirmación entonces de Jesús: “Yo Soy la resurrección y la vida”, va mucho
más allá de lo que esperaban los judíos, y se diferencia substancialmente de las
mitologías y religiones paganas: la resurrección es la gloria que el Hombre-Dios posee
desde la eternidad y la vida que dona con esta resurrección es una vida eterna, que
brota del ser eterno de Dios Uno y Trino.
Es la Vida eterna que recibimos en cada comunión.
Padre Álvaro Sánchez Rueda
3 Cfr. Scheeben, o. c ., 33.