E L DON DE LA P ERSONA -A MOR SE RENUEVA EN CADA COMUNIÓN
(Domingo VI –TO – Ciclo A)
“El que se irrita contra su hermano merece ser condenado” (cfr. Mt 5, 20-26).
Para los fariseos, bastaba para ser justos delante de Dios, el cumplir exteriormente
con los preceptos religiosos, sin importar la misericordia, la caridad, la bondad hacia
el prójimo. La ley nueva de Jesús es mucho más estricta y es tan estricta que basta
para ser condenado el solo hecho de irritarse interiormente contra el prjimo: “El que
se irrita contra su hermano merece ser condenado”. Los fariseos descuidaban el
aspecto interior, prestando atención solo a la ejecución externa de la obra de religión;
por eso es que Jesús los llama “sepulcros blanqueados que por fuera parecen limpios
pero por dentro están llenos de podredumbre”. Por fuera aparecen como justos ante
los hombres, aparecen como piadosos y como buenos, pero por dentro están llenos de
“rapia, de podredumbre, de maldad”. Obrando de esta manera, cumpliendo
exteriormente con la religión pero descuidando el interior, pretendían pasar por
justos, pero en realidad, eran injustos e hipócritas -como el mismo Jesús se los dice
directamente y en la cara-, ya que lo que da la bondad o la maldad a la acción del
hombre es su intención interior y no su ejecución exterior; lo que importa en el
hombre es lo que brota del corazón y es lo que Dios ve y lo que cuenta para Dios: si
el corazón está corrupto o endurecido, la obra exterior, aún cuando sea una obra
religiosa, una obra de piedad, es una obra que nada vale ante los ojos de Dios, aún
cuando a los ojos de los hombres quien la practique pase por ser piadoso y aparente
ser justo. Los fariseos, con sus obras religiosas vacías de misericordia y de caridad,
falsificaban la religión. Jesús viene a dar una nueva ley, una ley que no está grabada
en tablas de piedra, como la ley del Antiguo Testamento, que fue grabada en tablas
de piedra en el Monte Sinaí, sino en los corazones humanos: es la ley del Espíritu,
grabada en el corazón humano con el fuego del Amor de Dios. Pero no solo en esto
consiste la ley nueva traída por Jesús, en que es grabada en el corazón por el Espíritu.
La renovación del corazón por el Espíritu no consiste en solo en un cambio en el obrar,
en el hacer. Si creemos que Cristo nos da solo indicaciones de cómo comportarnos,
convertimos al cristianismo en una moral, en un “deber hacer”, en vez de un “creer”.
Así dice Benedicto XVI en su mensaje de Cuaresma para este ao: “Muchos cristianos
han transformado al cristinanismo en un moralismo; han substituido el creer por el
hacer”.
Es decir, Jesús viene a traer algo más que una ley nueva, una ley del Espíritu
grabada en el corazón que obliga solamente a hacer, a comportarse de manera
distinta al no cristiano: Jesús viene a traer al Espíritu mismo de Dios, en Persona. La
efusión de sangre de su Sagrado Corazón traspasado en la cruz, representa, simboliza
y significa la efusión del Espíritu Santo, que proviene del corazón único del Padre y del
Hijo 1 . Desde la cruz, Jesús derrama su sangre y con su s angre el Espíritu. Quien
recibe la sangre del Cordero Degollado, recibe al Espíritu de Dios en Persona, a la
Persona que procede del Padre y del Hijo, la Persona -Amor de la Trinidad. Y esta
Persona-Amor, una vez en el alma, convierte al alma desde su raíz, transformándola
en una copia del Hombre -Dios. La ley nueva de Jesús no consiste solo en que el
Espíritu cambia el corazón de piedra en un corazón de carne, sino que lo convierte, a
quien es dócil al Espíritu, en una copia e imagen del Sagrado Corazón de Jesús. La ley
nueva de Jesús es el don de la Persona divina del Espíritu a las almas humanas por la
gracia 2 .
1 Cfr. M ATTHIAS J OSEPH S CHEEBEN , Los misterios del cristianismo , Ediciones Herder, Barcelona 1964, ...
2 Cfr. M ATTHIAS J OSEPH S CHEEBEN , Las maravillas de la gracia divina , Editorial Desclée de Brower, Buenos Aires
1954, 99-100.
El don de la Persona-Amor, el Espíritu, que transforma y cambia el corazón
humano en una imagen y en una copia del Sagrado Corazón, se renueva en cada
comunión eucarística. Y es el Espíritu Santo en el alma quien permite obrar las obras
de misericordia agradables a Dios y solo quien con este corazón renovado por el
Espíritu, convertido y transformado en una copia y en una imagen del Sagrado
Corazón, es verdaderamente justo ante Dios.
Padre Álvaro Sánchez Rueda