S I EN EL PASADO J ESÚS COMIÓ , ES DECIR , COMPARTIÓ LA MESA CON PUBLICANOS Y PECADORES , EN EL
PRESENTE DEL TIEMPO DE SU I GLESIA , HACE LO OPUESTO : DA DE COMER A PUBLICANOS Y PECADORES ,
A NOSOTROS , SU CUERPO Y SU SANGRE
(Domingo X – TO – Ciclo A – )
“Come con publicanos y pecadores” (cfr. Mt 9, 9-13). Los fariseos, al ver que Jesús
comparte la mesa con aquellos que eran considerados lo peor de la sociedad, publicanos y
pecadores, critican esta actitud de Jesús.
Los fariseos critican a Jesús porque piensan que con esta actitud quebranta la ley;
piensan que compartir un almuerzo con publicanos y pecadores es igual a contaminarse, a
quedar impuro como los pecadores con quienes se come, por lo cual fingen escándalo frente a la
actitud de Jesús. Para los fariseos, Jesús se vuelve impuro y pecador al comer con pecadores, y
así se ensalzan a sí mismos, ya que ellos, los fariseos, se destacaban justamente por el
cumplimiento perfecto de la ley, por la pureza legal, y jamás se rebajarían a comer con quien
ellos consideraban que era un pecador.
En su modo de pensar y sentir, es como si dijeran: “¿Cómo puede ser que Jesús, que dice
que viene a perdonar los pecados, que viene a traer el reino de Dios, que es reino de santidad y
de pureza, coma con pecadores, que por definición no son santos ni puros? En cambio nosotros,
que somos puros, no damos mal ejemplo, comiendo y contaminándonos con pecadores”.
A la par que se consideran a sí mismos como justos y como buenos religiosos y
practicantes de la religión, condenan al prójimo como pecador y condenan a Jesús, tildándolo de
injusto o de incoherente, e incluso también de pecador.
Pero había un error en la crítica y en el actuar de los fariseos: los fariseos pretendían
cumplir con la religión, y por eso eran religiosos practicantes, y eran muy celosos en el
cumplimiento de los preceptos religiosos, pero por cumplir lo accesorio, dejaban de lado la
esencia de la religión: la caridad, la misericordia, la compasión.
Es Jesús quien nos dice que la misericordia, la caridad, el amor para con Dios y para con
el prójimo constituyen la esencia de la religión: “El mandamiento más importante es amar a
Dios y al prójimo”, dice Jesús en el evangelio, y esa es la esencia de la religión.
No es la esencia de la religión cumplir con preceptos, muchas veces inventados, muchas
veces no. No es la esencia de la religión la justicia, y mucho menos pasar nosotros por jueces,
colocándonos en el puesto de Dios, que es el Único Juez verdadero.
Muchos católicos no estamos lejos de pensar, de sentir y de obrar como los fariseos, lo
cual está muy lejos del pensamiento y del corazón de Jesús, ya que en muchas ocasiones, como
los fariseos, cumplimos con los preceptos, pero a la vez condenamos al prójimo, sin tener
misericordia y compasión del mismo, y lo condenamos con la crítica, cuando juzgamos a nuestro
prójimo, pero también lo condenamos sin la crítica, cuando no hacemos nada por el prójimo
necesitado, cuando miramos para otro lado, pudiendo dar una ayuda.
“Come con publicanos y pecadores”. La frase expresa el desprecio de los fariseos por el
prójimo y por Jesús, a la vez que da testimonio de la falsedad de su religión, basada en la
justicia de la ley y no en la ley de la caridad.
“Come con publicanos y pecadores”. Si en el pasado Jesús comió, es decir, compartió la
mesa con publicanos y pecadores, en el presente del tiempo de su Iglesia, hace lo opuesto: da
de comer a nuevos publicanos y pecadores, nosotros, indignos siquiera de entrar en su casa, y
nos da de comer algo muchísimo más precioso que cualquier manjar imaginable, nos da de
comer la carne del Cordero de Dios, nos da de comer su cuerpo y su sangre.
“Quiero misericordia y no sacrificios”, dice Jesús, pero no porque Jesús desprecie el
sacrificio, sino para que antepongamos la misericordia a la justicia, a la condena, al juicio
despreciativo del prójimo, al sacrificio sin compasión ni caridad, que más que sacrificio de
oblación, sin caridad, se vuelve la expresión de un corazón duro, frío y cruel, y no lo que debería
ser un corazón cristiano, la imitación del Sagrado Corazón de Jesús.
Y para graficar lo que nos quiere decir con: “Quiero misericordia y no sacrificios”, se
sacrifica Él mismo en altar de la cruz y en la cruz del altar, donándonos, en sacrificio cruento, su
cuerpo y su sangre, como prueba del amor extremo y sin límites que Dios tiene por nosotros, en
el sacramento eucarístico.
Padre Álvaro Sánchez Rueda