LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
(Éxodo 34:4-6.8-9; II Corintios 13:11-13; Juan 3:16-18)
Vaya a cualquiera biblioteca pública. A lo mejor va a notar que las novelas de
misterio atraen el mayor interés. A la gente le gusta comparar su perspicacia con la
de Sherlock Holmes o del Agente 007. Pero cuando hablamos del misterio de Dios,
no deberíamos pensar en un asesinato para solucionarse. No, Dios es misterio que
no se puede penetrar. Sin embargo, se nos ha revelado un poco de sí mismo –
realmente sólo el punto del iceberg -- que ahora hemos de explorar. Pues, es la
fiesta de la Santísima Trinidad.
A lo mejor queremos responder a la propuesta por decir: “Otro tiempo”. Tan
elevado que sea, reflexionar sobre el misterio de Dios parece como algo secundario
para la vida diaria. Pero es así sólo por nuestra miopía. Cuando consideramos lo
que está pasando alrededor de nosotros, deberíamos poder ver la relevancia de la
comunión de la cual se forma la divinidad. La realidad hoy llama la atención de los
ángeles más tranquilos. La independencia y el individualismo están contaminando la
atmósfera como un cuarto para fumadores. Un problema entre miles: el sobreuso
del automóvil hace el aire tan mugroso que amenaza la respiración. Esto ha sido la
queja por décadas en los Estados Unidos, pero ahora se la oye también en
Latinoamérica. Más retador aun es el fenómeno de la familia como un grupo de
individuos que casi nunca recrean, comen, o rezan juntos. Este estilo de vida les
priva a los jóvenes del aprendizaje de valores realmente humanos. La revelación
sobre Dios como la comunión del amor que ha creado los seres humanos en su
imagen contrarresta las tendencias egoístas de la actualidad.
Pero la consideración de la Santa Trinidad provee más utilidad que un modelo
general de vida. Se puede ver que la misión de cada uno de las tres personas se
dirige al bien del mundo. Sólo tenemos que pensar un poco sobre quien es el Padre,
el Hijo, y el Espíritu Santo para darnos cuenta que la Trinidad sirve como un mapa
para llegar a nuestro destino.
Hoy, el Día del Padre, felicitamos a nuestros papás por darnos alguna cosa más que
la vida biológica. Los honramos por habernos pasado la vida humana en sentido
completo. Estamos agradecidos porque nos han enseñado a decir la verdad, a
reírse a la locura humana, y a amar, eso es afirmar la bondad de nuestros vecinos.
Con más razón aun, alabamos a Dios Padre por haber elevado estos valores al nivel
de su gloria. Nos llena de la sabiduría que ve el oro como no tan brillante que la
justicia personal. Nos proporciona la humildad para reírnos a nosotros mismos con
el conocimiento que Dios, el Misericordioso, perdona nuestros errores sinceramente
arrepentidos. Finalmente nos regala su caridad que nos mueve a sacrificarnos por
el bien común.
Se ha dicho que el pasaje evangélico de la misa hoy contiene las palabras más
bellas en toda la Biblia: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único”.
Jesús, el Hijo de Dios, nació para comunicar el afecto del Padre a todos. Su amor
vale más que un mensaje entendido por la inteligencia como “el Reino de Dios es
como un padre que busca a los dos hijos desviados”. También es más que una
gracia que nos ayuda adelantar el proyecto de la vida: “Jesús sana a diez leprosos”.
No, estamos hablando del amor de Dios que sobrepasa por mucho nuestra
imaginación. Jesús, muerto y resucitado, comparte con nosotros su propio cuerpo
en la Eucaristía a consumirse para que tengamos su vida eterna. Esta vida nos hace
hermanos no sólo con él sino con gentes de todas razas, lenguas, y naciones. Ya
sabemos que no vivimos por nosotros sino por los demás.
Aunque se asocia el Espíritu Santo con todas acciones de la divinidad, se lo conoce
el más por la formación de la Iglesia. Al día de Pentecostés el Espíritu Santo posó
sobre los discípulos como lenguas del fuego para poner en acción la comunidad de
Cristo. Nunca la ha dejado a pesar de varios atentos de parte de sus propios
miembros a veces para quitárselo. La Iglesia nos instruye cómo vivir con virtud en
el mundo actual. Hace dos semanas el papa Benedicto dijo algo llamativo sobre la
familia. Recalcó el papel de la familia en formar la conciencia para que la persona
busque la verdad y el bien. Dijo que lo que comienza la familia, la parroquia sigue
desarrollando. En fin tenemos no sólo católicos responsables sino una sociedad
justa.
Se ha descrito Dios como un viejo que vive solo en el cielo. Pero no deberíamos
pensar en un Dios así. Realmente Dios es una comunión de personas que han
invitado a todos en su compañía. Podemos felicitar a Dios Padre por su bondad.
Podemos reírnos con el Hijo que se hizo hombre. Y podemos posar en la actualidad
Padre Carmelo Mele, O.P.