Jueves 16 de Junio de 2011
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote 2011
Génesis 14, 18-20
En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo,
sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo: «Bendito sea Abrán por el Dios
altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado
tus enemigos.»
Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.
Salmo responsorial: 109, 1. 2. 3. 4
R/Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus
enemigos estrado de tus pies.» R.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla
a tus enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.» R.
1 Corintios 11, 23-26
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a
mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y,
pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la
nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en
memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis
la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Lucas 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó
a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente;
que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida,
porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser
que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.»
Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos
cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron.
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo,
pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que
se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras:
doce cestos.
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KONONÍA 2011
Jesús, en su caminar misionero, tiene bien claro el eje central de su
ministerio: La instauración del reinado de Dios en el mundo. Este reinado tiene que
hacerse visible, porque si no todo sería mera palabrería. Por eso, las acciones y los
signos de Jesús hacen visible y palpable la realidad del Reino. Las frases “denles
ustedes de comer” y “háganles sentar” nos ponen en tnica de banquete. Y es que
la vida de Jesús giró en parte en torno a banquetes y fiestas. Jesús celebraba
constantemente la vida con sus coterráneos, por eso lo llamaban “comiln y
bebedor”. -- Pero a la vez nos recuerda el compromiso que tenemos como
cristianos: Dar pan al hambriento, bebida al sediento, acogida al forastero, vestido
al desnudo y alivio al enfermo y encarcelado. Este compromiso se irá haciendo
praxis en la medida en que nos percatemos de que nuestra preocupación como
cristianos debe enfocar al pobre, al que sufre, al que llora, al hambriento, al que no
tiene esperanza. Nuestro mundo está lleno de esa clase de hermanos. Y nosotros,
¿qué estamos haciendo para “darles de comer”, para aliviar su suerte?
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ÉPSILON 2011
REPARTIR LO MULTIPLICADO
La sociedad de consumo nos tiene acostumbrados al milagro de la
multiplicación de los bienes materiales. Hoy día se fabrica casi todo en serie, hay
más alimentos que nunca, más cultura, más desarrollo, más riqueza en la tierra.
Sin embargo, y siendo esto muy necesario, creo que hace falta poner urgentemente
en marcha otro milagro, aún mayor, más difícil de realizar. Se trata del milagro del
“reparto” de lo que ya hay entre los que estamos, practicando la comunin de
bienes.
Porque si la sociedad de consumo realiza a diario la multiplicación de
panes y peces en clave moderna, sin embargo, paradójicamente, cada día
aumentan en la humanidad las carencias más radicales, la miseria más increíble, el
subdesarrollo más inhumano, la ignorancia más brutal, la falta de cultura más
absoluta. Del milagro de la multiplicación de los bienes de consumo se benefician
sólo unos pocos, que se han habituado a lucrarse y a enriquecerse en detrimento
de la inmensa mayoría de los que habitan el planeta Tierra.
No se trata ya tanto de multiplicar cuanto de dividir. Al menos este es el
camino que Jesús ensea en el relato mal denominado de la “multiplicacin de los
panes”, pues la palabra “multiplicacin” no aparece en él.
La situación de aquella gente era similar a la de muchos de los hombres
de hoy: «Despide a la gente -dijeron a Jesús-; que vayan a las aldeas y cortijos de
alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado»
(Lc 9,1 lss). En descampado está la mayoría de la humanidad, carente de las
necesidades más vitales: pan y habitación.
Inesperadamente, Jesús invita a sus discípulos a realizar el milagro: «-
Dadles vosotros de comer. Y como ellos piensan que el milagro consiste en
multiplicar los alimentos, replican: -No tenemos más que cinco panes y dos peces;
a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío. (Porque eran
unos cinco mil hombres.)» La vía de salida que ellos piensan para resolver el
problema es inviable: se trata de comprar.
Pero Jesús trata de mostrar que 'comprar' no es el camino. «-Decidles
que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. El,
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la
bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los
sirvieran a la gente.»
Jesús no compra ni multiplica, sino que parte y reparte. Tal vez éste sea
el camino para salir de este callejón sin salida en el que nos hemos metido los
humanos. Partir el pan entre todos, partirse por los demás, repartir, dividir entre
todos eso que la técnica, gracias a Dios, ha conseguido multiplicar.
Y éste es el símbolo de la eucaristía: un pan -cuerpo-persona- que se
parte y se entrega como alimento que genera vida alrededor.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de fundación ÉPSILON)