Solemnidad de la Santísima Trinidad - Ciclo A
Beato Dom Columba Marmion
Capítulo XVIII
In Mei Memoriam
V. Cómo nos unimos a Cristo en este Sacramento por medio
de la fe, y cómo, unidos con Cristo, nos unimos con el Padre y
con el Espíritu Santo.
"Este es mi cuerpo -- esta es mi sangre". Por haberlo dicho vos
mismo, yo os creo presente bajo estas humildísimas apariencias.
Estas nada hablan a los sentidos, solo la fe nos hate penetrar hasta la
realidad divina encubierta bajo los velos eucarísticos: Prestet fides
suplementum sensuum defectu i .
Y Nuestro Señor nos dice como dijo al Centurión: Sicut credidisti,
fiat tibi: "hágase conforme a tu fe " . Puesto que creéis que soy Dios,
me entrego a vosotros con todos los tesoros de mi divinidad para
enriqueceros con ellos y transformaros en mí: me doy a vosotros
juntamente con las inefables relaciones de mi vida íntima de Dios.
Mas no sólo nos unimos con Cristo, sino que como El no forma mas
que "una cosa con su Padre" en unión con el Espíritu Santo: Ego et
Pater unum sumus , por eso la Comunión nos une al propio tiempo con
el Padre y con el Espíritu Santo.
Jesucristo, Verbo encarnado, está entrañablemente unido con el
Padre; así, cuando comulgamos, El nos toma y nos une a su Padre, de
igual modo que lo está El mismo. "Te ruego, Padre, decía Jesús en la
última cena y después de haber instituido la Sagrada Eucaristía, te
ruego no sólo por mis apóstoles, sino también por aquellos que han
de creer en mí por medio de su predicación. Ruego que todos sean
una misma cosa, y que como tú ¡oh Padre! estás en mí, y yo en ti por
identidad de naturaleza, sean así ellos una misma cosa en
nosotros": Ego in eis et tu in m e .
El Verbo nos une también con el Espíritu Santo, dado que en la
adorabilísima Trinidad, el Espíritu Santo es el amor substancial del
Padre y del Hijo. Cristo nos le da como se lo dio a los Apóstoles para
que nos dirija; nos comunica este Espíritu de adopción, el cual,
dándonos ante todas cosas testimonio de que somos hijos de Dios,
nos ayuda con sus luces e inspiraciones a vivir como hijos suyos
predilectos.
El alma que acaba de comulgar es un verdadero santuario, porque
la Eucaristía, al comunicarle el cuerpo y sangre de Cristo, le da
además la divinidad del Verbo unido en Jesús con nudos indisoluble a
la naturaleza humana; por el Verbo, el alma queda unida al Padre y al
Espíritu en la indivisibilidad de su naturaleza increada. Al fijar en
nosotros su morada la Trinidad, nuestra alma se convierte en el cielo,
en donde se realizan las misteriosas operaciones de la vida divina. De
ese modo podemos ofrecer al Padre el Hijo de sus amores, para que
ponga de nuevo en El sus complacencias, y podemos ofrecer a Jesús
estas mismas complacencias del Padre, para que se renueven en su
alma santísima los goces inefables que experimentó en el momento
de la encarnación; podemos también pedir al Espíritu Santo sea el
Lazo de amor que nos una con el Padre y el Hijo. Solo la fe con sus
certeras intuiciones puede comprender algo de estas maravillas y
penetrar tan misteriosos arcanos.
Cuanto más viva sea la fe, tanto mayor será nuestra participación
en la vida divina que Cristo nos alcanzó viviendo en este mundo. Por
eso, cuando le mostramos fe ardiente mediante el respeto y
veneración al Sacramento, luego nos hace sentir nuestro buen Jesús,
de un modo constante, el fruto divino que con su inmolación nos
granjeó.
Renovemos, pues, con frecuencia, nuestra fe en este misterio, el
misterio por excelencia de nuestra santa fe, ciertos de que el alma no
puede ofrecer un homenaje mas completo, más profundo, más
absoluto que el de acercarse a la sagrada Eucaristía, puesto que para
realizarlo, ha de renunciar primero a la razón, y a los sentidos, y
fiarse únicamente en las palabras de Jesús que dice: -Este es mi
cuerpo... tomad y comed".
( Dom Columba Marmion , Jesucristo en sus misterios, Ed.
Difusión Chilena S.A., Santiago de Chile: 1943, pp.437-438)
Himno Pange lingua.
Mt. 8, 13
Jn 17, 20-23