EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
La Santísima Trinidad - Solemnidad
Libro del Exodo 34,4b-6.8-9.
Moisés talló dos tablas de piedra iguales a las primeras, y a la madrugada del día
siguiente subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo había ordenado,
llevando las dos tablas en sus manos.
El Señor descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el
nombre del Señor.
El Señor pasó delante de él y exclamó: "El Señor es un Dios compasivo y
bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad.
Moisés cayó de rodillas y se postró,
diciendo: "Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de
nosotros. Es verdad que este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y
nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia".
Carta II de San Pablo a los Corintios 13,11-13.
Por último, hermanos, alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense
unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz
permanecerá con ustedes.
Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
permanezcan con todos ustedes.
Evangelio según San Juan 3,16-18.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree
en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no
ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
Cartas a Serapion, n°1, 19; PG 26, 373
«Todo el que cree en Él... tendrá la vida eterna»
Hombres insensatos..., que no cesáis vuestras indiscretas investigaciones en
relación con la Trinidad y no os contentáis con creer que existe, ya que tenéis por
guía lo que el apóstol escribió: "Es necesario creer que Dios existe y que garantiza
la recompensa a los que lo buscan". Que nadie se plantee cuestiones superfluas,
pero que se limiten a aprender lo que está contenido en las Escrituras...
La Escritura dice que el Padre es fuente y luz: "Me han abandonado; a mí, la
fuente de agua viva»; «Has abandonado la fuente de la sabiduría», y según Juan:
«Nuestro Dios es luz». Sin embargo, al Hijo, en relación con la fuente, se le llama
río, pues «el manantial de Dios, según el salmo, está lleno de agua». En relación
con la luz, es llamado resplandor cuando Pablo dice que es "el resplandor de su
gloria y el rostro de su esencia». Por lo tanto, el Padre es luz, el Hijo su
resplandor..., y en el Hijo, es por el Espíritu que somos iluminados: "Dios os da,
dice San Pablo, un Espíritu de sabiduría y revelación para conocerle; que iluminará
los ojos de vuestro corazón». Pero cuando somos iluminados, es Cristo quien nos
ilumina en Él, ya que la Escritura dice: "Era la luz verdadera que ilumina a todo
hombre en este mundo». Además, si el Padre es la fuente y el Hijo es llamado río,
se nos dice que nosotros bebemos del Espíritu: «Todos hemos bebido de un único
Espíritu». Pero, habiendo bebido del Espíritu, bebemos también de Cristo porque
"ellos bebieron de una roca espiritual que les seguía
y esta roca era Cristo".
El Padre siendo el «único sabio», el Hijo es su sabiduría, pues «Cristo es la
fuerza y la sabiduría de Dios". Ahora bien, es al recibir el Espíritu de sabiduría
cuando poseemos al Hijo y adquirimos la sabiduría en Él... El Hijo es la vida, dijo:
"Yo soy la vida»; pero dijo que nosotros estamos vivificados por el Espíritu, así
Pablo escribe: "El que ha resucitado a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará
también nuestros cuerpos mortales por el Espíritu que habita en nosotros». Pero
cuando somos vivificados por el Espíritu, Cristo es nuestra vida...: "No soy yo quien
vive, es Cristo quien vive en mí».
¿Existe, en la Santa Trinidad, tal correspondencia y unidad, que se podría
separar al Hijo del Padre, al Espíritu del Hijo o del Padre? El misterio de Dios no se
nos entrega a nuestro espíritu a través de discursos elocuentes, sino en la fe y en
la oración respetuosa.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”