XII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Introducción a la semana
El misterio de la Trinidad que celebramos el Domingo, tras celebrar la Pascua de
Cristo y del Espíritu Santo, quiere cerrar en principio la memoria celebrativa de
los más “elevados” misterios. La liturgia, sin embargo, aún nos reserva
solemnidades referidas a Jesús que se celebraran en fechas próximas, la fiesta
de su Cuerpo y Sangre y la de su Corazón. En algunos lugares se mantiene la
celebración de la primera en el jueves de esta semana. Celebrar la fiesta del
Corpus, es actualizar todos los misterios de la vida muerte y resurrección, lo que
cada día realizamos en la Eucaristía. La fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor
es la celebración de una celebración, para muchos diaria, la misa. Es necesaria
esa fiesta para que la rutina no impida vivir la grandeza de la eucaristía.
El viernes de esta semana se celebra la fiesta del gran Juan Bautista. Es fecha
estratégica, solsticio de verano, y anuncia los seis meses que faltan para el
nacimiento de Jesús. Juan Bautista es la persona en la que la Sagrada Escritura
junta con fuerza la grandeza y la humildad: más que un profeta, pero que es la
voz, no la Palabra; no el Mesías, pero sí su inmediato precursor y “descubridor”,
no el camino, pero sí el indicador del camino, no la luz, pero sí quien dio
testimonio de ella.
El resto de días la Palabra de Dios nos presenta la historia de Abrahán en la
primera lectura. Es un relato de la acción peculiar de Dios en Abrahán y de la
fidelidad del gran patriarca a los planes que Yahvé le marca. Continúan las
lecturas evangélicas ofreciendo el sermón del Monte de san Mateo. Son textos
fáciles de entender. A la vez se refieren a la práctica de cada día. A la luz de
ellos hemos de examinar nuestra conducta. La gente que lo escuchaba entendió
a Jesús y pudo comentar con admiración que era enseñanza cargada de
autoridad. La de su persona que se refleja en la predicación. El evangelio del
sábado nos presenta a Jesús, que ha bajado del monte, entra en Cafarnaúm y se
encuentra con el Centurión. Éste se dirige a él con la frase que repetimos a lo
largo de la historia: “no soy digno de que entres bajo mi techo”…. antes de
comulgar. La humildad es la mejor preparación para el encuentro con Jesús. La
del centurión, la de Juan el Bautista.
Fray Juan José de León Lastra
Licenciado en Teología
Con permiso de dominicos.org