Solemnidad. Natividad de San Juan Bautista, Ciclo A. (Misa vespertina)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
MISA VESPERTINA DE LA VIGILIA
Lecturas:
a.- Jr. 1, 4-10: Antes de formarte en el vientre te escogí.
b.- 1Pe. 1, 8-12: Esta salvación fue el tema que los profetas investigaron y
escrutaron.
c.- Lc. 1, 5-17: Te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan.
La primera lectura nos narra la vocación del profeta Jeremías, lo que en definitiva,
le dará sentido a toda su existencia, lo que implica saber bien, cuál es la misión que
cada uno tiene, de lo contrario, puede ser el fracaso de una vida. El joven Jeremías
sabe cuál es su misión: ser profeta de las naciones. Los grandes hombres de Dios,
han dejado huella de su encuentro con Dios, desde la que han conformado su vida.
Se trata de una profunda experiencia de Dios y de la propia realidad humana, lo
que traduce en una certeza, una seguridad y una eficacia de saberse llamado a
cumplir una misión. Jeremías se sabe amado por Dios, conocido en lo interior, pero
a la vez conocedor del querer de Dios para su vida. Esto es amor verdadero, ya
que en la tradición bíblica se conoce con el corazón; lo que redunda en saberse un
consagrado, dedicado exclusivamente a Dios, apartado de todo lo demás. Si bien
comprendió esto desde muy joven, a los veinte años, también tenía la certeza que
Dios se lo reveló en la intimidad, designio eterno de Yahvé, antes que fuera
formado en el seno de su madre. En su humildad, Jeremías quiere ser uno de
tantos, como un hombre cualquiera, es más se siente como un niño que apenas
balbucea estas cosas. Jeremías, es tímido por naturaleza, pero se fía de Yahvé, que
no lo abandonará. Lo divino invade el alma de Jeremías, se siente capaz de
responder desde su pequeñez. Será Yahvé quien respalde cuanto proclame
Jeremías, porque ha sido ÉL, quien ha puesto en su boca las palabras que
proclamará y de ello se asegura, cuando purifica sus labios al toque de su mano. El
recurso a la antítesis, destruir para construir deja en claro su misión: enderezar lo
torcido, profundizar la revelación, derrotar la idolatría y las perversas costumbres.
Tiene que predicar, pero teniendo como paisaje interior, las exigencias de la
voluntad divina y la debilidad humana que se hace presente a cada paso en su vida
y en la de su prójimo. Desde esta sabia y dolorosa conjunción, se forjan los grandes
héroes del espíritu.
San Pedro, en su carta nos habla de los sufrimientos de la vida presente, pero
también de la certeza de la herencia que nos está reservada en los cielos. El
cristiano no puede poner en duda dicho beneficio, porque depende de Dios. Un
motivo grande de esperanza es el amor, don del Espíritu, que el cristiano profesa a
Jesucristo en esta vida, lo mismo se diga de la alegría que irrumpen en medo de las
dificultades precisamente para fortalecer la fe y la esperanza de alcanzar la vida
eterna. Las dificultades provienen de los hombres que no creen en Dios, en cambio,
la herencia es don de Dios y ellos no pueden despojarle de esas dádivas porque no
pueden alcanzarle. Si las tribulaciones y trabajos, como son las persecuciones del
tiempo de Nerón o sus herederos, son un medio de purificación, por ello la
exhortación del apóstol, el que cree es probado como el oro en el crisol, la vida
cristiana, vale mucho más que todo el oro del mundo. La fe y el amor son el puente
que salva la distancia entre los que en Israel conocieron a Jesús y estas nuevas
generaciones de cristianos. La intimidad divina con Cristo, no se ve afectada por el
tiempo y el espacio, aunque pareciera que el texto lo quiera resaltar (v.11), pero no
es de menor importancia, la vinculación con su persona, mensaje y destino por el
camino de la fe y el amor que posee el discípulo que lo busca y escucha en lo
interior.
El evangelio nos presenta el anuncio y nacimiento de Juan Bautista. Zacarías sirve
en el templo de Jerusalén, le toca el turno de quemar el incienso, en la oración de
la tarde, donde luego se hacía sonar el cuerno y salir para bendecir al pueblo. Pero
sucedió algo no habitual: se le aparece el ángel del Señor y le anuncia que su
oración ha sido escuchada, va a tener un hijo. Se puede pensar que Dios escuchó
un antiguo deseo del matrimonio formado con su mujer Isabel; ambos entrados en
años y ella, estéril. También se puede interpretar que su petición, es de tipo
salvífica para el pueblo. La verdad es que ambas realidades se dan en este niño
que nacerá, puesto que será una alegría para el matrimonio de Zacarías, pero
también, para todo Israel. Pero el sacerdote no cree, contando sólo con sus
posibilidades, exige pruebas, que no se le conceden (cfr. Gn. 15, 8; Lc. 1, 34).
Como hombre versado en la Escritura debería haber comprendido el mensaje
divino, María es una adolescente, como Abrahán era el primero al que hablaba Dios
en esos términos y por ello ambos exigieron respuestas (cfr. Lc. 1,34; Gn. 15,8).
Pero el plan de Dios no se detiene por las dudas de Zacarías, porque el mismo se
convierte en signo de su plan de salvación, al dejarlo sordomudo, castigo y secreto,
que guardan esa mudez hasta que se cumpla lo anunciado. El pueblo espera
inquieto y contempla a Zacarías incapaz de pronunciar la bendición (cfr. Nm. 6, 22-
27).
La importancia del ángel, está en el mensaje que comunica, es el primero del
evangelio que se comunica a un hombre, es la Buena Nueva que llega a Zacarías, y
en la identificación que hace de sí mismo: es Gabriel, protagonista del libro de
Daniel (Dn. 9). Le da razones para tranquilizarlo con esta visión, que no es
producto de su imaginación. Le anuncia que será padre de un niño, le impone el
nombre de parte de Dios, se llamará Juan, que significa, “Yahvé ha sido generoso o
será grande a los ojos del Seor”, lo se confirmará con el testimonio que dará a lo
largo de su existir y la creencia popular de los judíos, que el nombre influía en la
persona que lo recibía. Si bien el nombre lo colocaba el padre, que lo haga Dios,
viene a significar, que aquel niño va a ser grande dentro de su plan de salvación.
Su concepción en el seno de su madre Isabel, será motivo de gozo no sólo para
ellos, como para todo Israel. El ángel detalla la figura y misión de este niño: “Será
grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya
desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al
Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer
volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de
los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (vv. 15-17). La mujer,
Isabel agradece el gesto de Dios, pues borraba su oprobio. El anunciado niño por su
milagrosa concepción se asemeja a Isaac y Samuel, su nombre describe que será
un favorecido de Dios: “El Seor muestra su favor”, no slo a su padre y a Israel,
sino que también a su propia persona. Convertirá a muchos israelitas a Yahvé, con
la fuerza del Espíritu Santo; caminará con el poder de Elías, delante de Yahvé (cfr.
Mt. 11, 14; Mal. 3, 23). Si Israel se convierte por la predicación de Juan, se salvará
y evitará la maldición, es decir, su misión consistirá en fortalecer las buenas
relaciones ente Dios y los hombre, pero también ente los israelitas entre ellos. Su
palabra llegará a todos los rebeldes e insatisfechos, como también a los justos,
ambos son llamados a la conversión, para convertirse en un pueblo bien dispuesto
para Dios. Ante el vino nuevo del evangelio que traerá Jesús, será una exigencia
para Israel, entonces renovar los viejos odres de sus mentes y estructuras: esta es
la misión exclusiva del niño, Juan, que nace hoy.