Solemnidad. Natividad de San Juan Bautista, Ciclo A. (Misa vespertina)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
MISA DEL DIA
Lecturas:
a.- Is. 49, 1-6: Te hago luz de las naciones
b.-Hch. 13, 22-26: Juan predicó antes que llegara Cristo
c.- Lc. 1, 57-66- 80: Se va a llamar Juan.
En la primera lectura contemplamos al Siervo de Yahvé. No se trata del Israel
histórico, rebelde y pecador, objeto del juicio de Dios, sino con el Israel teológico,
es decir, “el resto” de los piadosos y justos. Este Israel tiene como misión hacer
llegar la salvación a todas las naciones. El Israel del espíritu se ha convertido en
profeta, vehículo de salvación desde su realidad histórica. Este pueblo ya tiene
nombre propio, misión que realizar, ser instrumento de Yahvé, como soldado que
prepara sus armas. Su espada será la palabra, afilada y dolorosa, lejana a toda
violencia física, pero efectiva en lo moral y espiritual. Cuidado y acariciado como el
guerrero cuida de sus armas; convertido en saeta aguda, guardada para el
momento difícil. Isaías es ese siervo. Experimenta su debilidad y sorpresa, pero
Yahvé es su fuerza; desde ahora será “luz de las gentes para llevar la salvación
hasta los confines de la tierra” (v. 6). El resto de Israel se ha convertido en rey,
sacerdote y profeta de la humanidad. En el NT el siervo de Yahvé es el pueblo de
los redimidos que unidos a Jesús, su cabeza, ungido del Padre. Este nuevo pueblo
de Dios está llamado a llevar la salvación a todos los pueblos de la tierra. Pero
antes será Juan el Bautista el que prepare los caminos del Señor, para disponer a
Israel, para escuchar el Evangelio.
Pablo y Bernabé, son invitados a comentar en Antioquía de Pisidia, la palabra que
se acaba de proclamar, seguramente algún texto profético. La gente se preguntaba
si había algún indicio del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su
pueblo. ¿La Escritura podía señalar que la mano de Dios estaba con ellos, en su
vida cotidiana? Desde este momento será Pablo el que tome la palabra, Bernabé
calla. Pablo comienza haciendo una referencia al pasado de Israel: la conquista de
la tierra prometida, el período de los Jueces, los dos primeros reyes de Israel y
desde David pasa a Jesús, es decir, las promesas hechas a Él se cumplen en Jesús,
es el Salvador. Todo el acento está puesto en David: “He encontrado a David, el
hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera” (v.
22). Según una interpretación judía, Dios había prometido un rey que reinase para
siempre. Cosa que no había sucedido, ya que la dinastía davídica había
desaparecido hacía siglos, de ahí que la esperanza de Israel, se orientara a que
Dios enviaría una persona que iniciara una nueva era para su pueblo: el Salvador o
Mesías. El primer término, Salvador, tenía mayor significado que el segundo en la
mentalidad del tiempo de Pablo, de ahí su uso por parte del apóstol. Antes de la
actuación de Jesús, aparece Juan el Bautista, que anunció a Jesús y dio testimonio
de ÉL, es más, clarificó que no era él quien la gente pensaba, el Mesías, y se
consideró indigno de desatarle las sandalias (v. 25; cfr. Jn. 1, 23-34). Pablo, habla
de Juan para no caer en el error de sus discípulos de sobrevalorarlo respecto de
Jesús, pero lo más importante es que lo revela como Precursor y testigo del Mesías
que ya había venido.
El evangelio no da detalles del nacimiento de Juan, porque lo que le interesa al
autor, es la imposición del nombre y la circuncisión. Son los vecinos y parientes los
que nos hablan de la alegría y el gozo de la madre, su gratitud, puesto que ha sido
la misericordia de Dios la que le ha quitado su oprobio. Los padres son piadosos
porque a los ocho días cumplen con la ley de Moisés que manda circuncidar a los
varones. Son los parientes y amigos quienes deciden imponer el nombre del padre
al niño, Isabel interviene y señala, que el nombre es Juan, como lo había llamado el
ángel. Recurren al padre Zacarías, quien confirma lo dicho por su esposa, y escribe
el nombre del niño en una tablilla de cera. La admiración los invade a todos e
inmediatamente a Zacarías se le suelta la lengua y comienza a hablar, alaba a
Dios. Los vecinos se preguntan qué será de ese niño, pues la mano de Dios está
sobre él, lo protegía (cfr. 1Cro. 4,10; Hch. 11, 21), con lo que se indica un futuro
liberador (cfr. Ex. 15,6). Cambia la mirada dada por este acontecimiento, ya que si
antes se miraba al pasado para observar el cumplimiento de la ley, ahora se mira al
futuro, a los designios que Dios tiene sobre este niño. El hasta ahora callado
Zacarías irrumpe, lleno de Espíritu Santo, con un cántico hecho de muchos textos
bíblicos, más universal que el Magnificat, porque no alude a sí mismo. Cántico que
se centra en la obra de Dios, en la obra de su hijo y en el futuro Salvador, las
antiguas profecías, se van cumpliendo en el tiempo de la salvación. “ Bendito sea el
Señor…” ( v. 68-69). Zacarías, alaba a Dios, por la redención que proyecta, por
medio de una fuerza, un cuerno salvador, que proviene de la casa de David (cfr. Ez.
29, 21). Esa liberación sigue el sentido bíblico, que nace en Egipto y que se
mantiene en el tiempo hasta Zacarías. “ Que nos salvará de nuestros enemigos” Esa
liberación librará a Israel de sus enemigos (v. 71), entendidos quizás en la
comunidad de Lucas, por la dominación romana, para volver a la monarquía de tipo
davídico. La santa alianza se refiere a todos los compromisos, alianzas, que Yahvé
hizo con Israel, donde se demostró la fidelidad de Dios y liberación de los enemigos
(cfr. Gn. 15, 18; 22, 17). Esta alianza compromete al pueblo al servicio cultual y al
cumplimiento de la ley. “ Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo… ” (v. 76-79).
Zacarías piensa a su hijo como un profeta como los de antaño: le anuncia que irá
delante del Señor a preparar sus caminos (cfr. Mal. 3,1). Si bien la referencia al
Señor se refiera a Dios, también se puede pensar a Jesús, que Juan siente pronta
su llegada. A la salvación que trae Juan y liberación de los enemigos, se agrega el
tema del perdón de los pecados, enemigo interno y espiritual; con su bautismo
inaugurará la experiencia de sentirse perdonado por Dios, dependiendo del grado
de contricción que traiga cada hombre en su corazón. El pecado se opone a la
salvación que trae Jesús en todo el evangelio. De la fuerza, el cuerno, que viene se
pasa, a la luz que viene de lo alto y vence las tinieblas, es decir, al enemigo
interno; el que viene es retoño de David y viene a iluminar a los hombres para
guiarlos por el camino de la paz. Terminado el canto, se habla del crecimiento de
Juan, en lo físico y espiritual. Va a vivir al desierto cuando se hace hombre, antes
de comenzar su misión en Israel.