J ESÚS , B UEN P ASTOR , P ASTOR E TERNO , SE NOS DONA EN CADA MISA , PARA
QUE , CON NUESTRA CARIDAD , HAGAMOS VER A NUESTRO PRÓJIMO QUE A QUIEN
SE DEBE ADORAR
NO ES AL BECERRO DE ORO , SINO AL C ORDERO DE D IOS
(Domingo XI – TO – Ciclo A –)
“Id a las ovejas perdidas de Israel” (cfr. Mt 9, 35. 10, 8). El Hombre-
Dios envía a sus Apóstoles, a su Iglesia, a predicar el evangelio, pero en
este envío, hace una distinción: les dice específicamente que “no vayan a
las naciones paganas”, sino a las “ovejas perdidas de Israel”.
¿Por qué estas indicaciones de Jesús? ¿No se suponía que los judíos
eran dueños de la religión verdadera, el único pueblo monoteísta en la
antigüedad, dueños de la verdad revelada? ¿Por qué Jesús manda a sus
Apóstoles a que prediquen justamente a los judíos y no a otros? ¿No tenían
los otros, los paganos, mayor necesidad de que se les predicase la Buena
Noticia? Si es así, ¿por qué Jesús manda a sus Apóstoles a “las ovejas
perdidas de Israel” y no a los paganos?
Si Jesús manda a sus Apóstoles a evangelizar a los judíos, es porque
los judíos, si bien eran depositarios de la fe verdadera, de la creencia en un
Dios Único, habían desvirtuado de tal manera la religión, que la habían
deformado y la habían convertido en una religión humana, llena de
preceptos humanos.
Es decir, era como si hubieran olvidado en qué consistía la verdadera
religión: habían puesto la justicia por encima de la misericordia, el
cumplimiento de preceptos humanos por encima de los divinos, el amor a
los honores, a las riquezas y a la fama, por encima del amor a Dios y al
prójimo. Porque habían olvidado a la religión verdadera, es que Jesús
manda a sus Apóstoles a evangelizarlos a ellos en primer lugar, antes que a
los paganos.
Los judíos habían reemplazado al Cordero de Dios, engendrado desde
la eternidad en el seno de Dios Padre y donado en sacrificio en el altar de la
cruz, por el becerro de oro, fabricado por manos humanas al pie del Monte
Sinaí, altar adonde había subido Moisés para recibir las tablas de la ley, en
donde se mandaba, en primer lugar, amar a Dios por sobre todas las cosas,
y al prójimo como a sí mismo.
Análogamente, puede decirse que pasa con la Iglesia Católica y la
“Nueva Evangelización”: “Nueva Evangelización” quiere decir evangelizar
nuevamente a pueblos y naciones enteras, que fueron católicos –los países
de Europa, por ejemplo- y ahora reniegan públicamente de su fe católica.
Es bien conocida la apostasía de los países de Europa, empezando
por quien nos dio la fe, nuestra Madre Patria España.
Esta apostasía se caracteriza por la adoración de un nuevo becerro de
oro, representado por el euro, el materialismo, el hedonismo, el nihilismo,
el no importar si hay un Dios, en despreciar y rechazar a la Iglesia, entre
otras cosas, como la negativa a incluir a Dios y al cristianismo en el
nacimiento de la cultura que caracteriza a estos pueblos, lo cual constituye
un absurdo no sólo religioso, sino filosófico, cultural e histórico.
A los países antiguamente cristianos –entre los cuales se encuentran
muchísimos miembros del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia
Católica- les pasa lo que les pasó a los judíos al pie del Monte Sinaí:
cambiaron al Cordero de Dios por el becerro de oro, y por eso, así como
Jesús en esta misión del evangelio manda a evangelizar en primer lugar a
los israelitas, ahora la Iglesia toma como misión prioritaria la Nueva
Evangelización, que consiste en re-evangelizar al interno de la Iglesia
Católica.
Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de la terrible
realidad de la apostasía de nuestros tiempos, de la terrible realidad de la
negación de Dios por la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos:
¿cuántos deberían venir a Misa y no vienen, no por estar imposibilitados,
sino porque simplemente no quieren, porque prefieren otras actividades a la
misa, porque consideran a la misa como algo inútil, algo reservado para
quien no tiene nada interesante para hacer? ¿Cuántos de nuestros amigos,
hermanos, conocidos, parientes, piensan de la misma manera?
Existen países, como en Holanda, por ejemplo, en donde no hay
niños en las iglesias, porque, además de tener una natalidad bajísima, no se
los lleva a la Iglesia, no se los bautiza, y así deben cerrarse numerosas
iglesias no sólo por falta de sacerdotes, sino por falta de fieles.
Y en nuestro caso, la situación no es mejor: las sectas arrasan por
donde pasan, y el porcentaje de católicos que asisten a misa es cada vez
más bajo.
“Id a las ovejas perdidas de Israel”, nos dice también a nosotros
Jesús, como se los dijo a los Apóstoles.
Primero debemos ver si no somos nosotros esas ovejas perdidas, y
luego, colaborar con la Iglesia para tratar de recuperar a quien se ha ido –
en primer lugar, debemos revisar si no se ha ido alguien por escándalo
nuestro- y volverla al redil.
Jesús, Buen Pastor, Pastor Eterno, se nos dona en cada misa, sobre
el altar, para iluminarnos en el camino de la Iglesia, para que, con nuestra
caridad, con nuestras buenas obras, hagamos ver a nuestro prójimo que a
quien se debe adorar no es al becerro de oro, sino al Cordero de Dios.
Padre Álvaro Sánchez Rueda