Solemnidad de Corpus Christi - Ciclo A
San Juan Crisóstomo
Pan de Vida
“Cuando les dio pan y sació su hambre le llamaban profeta y trataban
de hacerle rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual,
sobre la vida eterna, cuando los desviaba de las cosas sensibles,
cuando les hablaba de la resurrección y levantaba sus ánimos, cuando
más que nunca debieran admirarle, entonces murmuraban y se
retiraban de Él”.
“Llámase a sí mismo Pan de vida (Jn 6,48) porque sustenta nuestra
vida, tanto la presente como la futura por lo cual añadió El que coma
de este pan vivirá para siempre . Y pan llama aquí, o bien a los
dogmas saludables y a la fe en Él, o bien su propio cuerpo. Pues
ambas cosas fortalecen al alma.”
Eucaristía: Memoria
“Mientras comían, Jesús tomó pan y lo partió (Mt 26, 26). Por qué
celebró el misterio de la Eucaristía en el mismo momento de la
Pascua? Fue para que aprendieras de todas las formas que él es el
autor de la Ley antigua y que ésta contenía la figura de lo que se
relacionaba con él. A esta figura Él la sustituye con la realidad. La
circunstancia de que fuese la tarde también tenía una significación:
representaba la plenitud de los tiempos y el remate final de las
cosas... Si la pascua, que era una simple figura, pudo librar a los
hebreos de la esclavitud, ¿cuánto más librará la realidad al
universo?...
Tomad y comed, dice Jesús , este es mi cuerpo que se da por
vosotros (1 Cor 11, 24). ¿Cómo no se turbaron los discípulos al
escuchar estas palabras? Porque Cristo les había hablado ya mucho
sobre esta materia (cf. Jn 6). No insiste sobre ello, pues estima que
les había hablado lo suficiente...
“Confiemos también nosotros plenamente en Dios. No le pongamos
dificultades, aunque lo que diga parezca ser contrario a nuestros
razonamientos y a lo que vemos. Más bien que sea su Palabra la
maestra de nuestra razón y de nuestra misma visión. Tengamos esta
actitud frente a los misterios sagrados: no veamos en ellos solamente
lo que se ofrece a nuestros sentidos, sino que tengamos sobre todo en
cuenta las palabras del Señor. Su palabra no puede engañarnos,
mientras que nuestros sentidos fácilmente nos engañan; ella jamás
comete un fallo, pero nuestros sentidos fallan a menudo. Cuando el
Verbo dice: Esto es mi cuerpo , fiémonos de él, creamos y
contemplémosle con los ojos del espíritu. Porque Cristo no nos ha
dado nada puramente sensible: aun en las mismas realidades
sensibles, todo es espiritual. Así, el bautismo es una realidad sensible
que se nos administra por el don del agua, pero su eficacia es de
orden espiritual, el de renacer y renovarse. Si fueses un ser
incorporal, estos dones incorporales se te concederían sin
intermediario; pero como el alma está unida al cuerpo, los dones
espirituales se te comunican por medio de realidades sensibles.
“Cuántas personas dicen hoy: Quisiera ver, el rostro de Cristo, sus
rasgos, sus vestidos, sus calzados.»! Pues bien, precisamente lo estás
viendo a él, lo tocas, lo comes. Deseabas ver sus vestidos; y él mismo
se te entrega no solamente para que lo veas, sino también para que
lo toques, lo comas, lo recibas en tu corazón.
“Que nadie se acerque con indiferencia o con apatía; sino que todos
vengan a él animados de un ardiente amor.” (Homilía 82 sobre san
Matero, 4-5)
“Considera el gran honor que recibes y la mesa a que estás
convidado. Lo que los ángeles ven temblorosos, lo que no se atreven
a mirar sin temor por el resplandor que irradia, nosotros lo hacemos
nuestra comida, lo asimilamos y llegamos a ser con Cristo un solo
cuerpo y una sola carne. ¿Quién dirá las proezas de Yahvé, y hará oír
todas sus alabanzas? (Sal 105, 2).
“Ocurre con frecuencia que las madres confían a amas extrañas los
hijos que acaban de dar a luz. Cristo no obra así, él nos alimenta con
su propia sangre, nos une completamente a sí. Pero me dirás, ¿no
ha podido hacerlo con todos? Sí, verdaderamente, lo hizo con
todos. La prueba de esto está en que si tomó nuestra naturaleza, es
evidente todos participan de su propia sangre.Y si fue para todos, fue
también para cada uno en particular. () Cristo se une a cada uno de
los creyentes por medio de los divinos misterios. A los que dio la vida,
los alimenta por sí mismo y no se desentiende en otro; por lo tanto,
termina de convencerte de que verdaderamente asume tu propia
carne.
“No seamos pues indiferentes los que hemos sido favorecidos con tal
amor y tan extraordinario honor. ¿No os habéis fijado nunca con que
ansias los niños se apoderan del seno de su madre y con qué avidez
aplican a él sus labios?Acerquémonos nosotros con el mismo ardor a
esta mesa santa, a esta fuente de donde brota una bebida espiritual;
con más fuerza todavía que los niños, atraigamos la gracia del
Espíritu. Que nuestra única pena sea vernos privado de este alimento
divino.
“No es obra de poder humano lo que se nos pone delante. El que
otrora hizo eso en la Última Cena, ese mismo es el que lo sigue
haciendo ahora. Nosotros ocupamos el puesto de ministros suyos,
mas el que santifica y transforma la ofrenda es Él. Que no asista,
pues, ningún Judas, ningún avaro. Si alguno no es discípulo, retírese.
Esta mesa sólo a los discípulos admite. Porque: Con mis discípulos -
dice- quiero celebrar la pascua . Esta mesa es la misma que aquélla y
en nada le es inferior. Porque no la prepara aquélla Cristo y ésta el
hombre.No. Él mismo prepara ésta y aquélla. Este es aquel cenáculo
donde entonces estuvieron; de aquí salieron al monte de los Olivos.
Salgamos también nosotros hacia las manos de los pobres. Porque
éste es ahora el monte de los Olivos. Los olivos plantados en la casa
de Dios son la muchedumbre de los pobres. Ellos destilan el aceite
que nos ha de ser útil en la otra vida, aquel que tomaron consigo las
vírgenes prudentes y que, por no tomarlo las fatuas, perecieron.
Tomémoslo y entremos, a fin de salir con nuestras lámparas
encendidas al encuentro del esposo. Salgamos de esta vida bien
provistos de este aceite. Nadie inhumano se acerque a la Eucaristía,
nadie cruel, nadie inmisericordioso, nadie absolutamente impuro” .
(Homilías sobre San Mateo 82, 5)
Del costado salió sangre y agua (Jn 19, 34). No quiero, amado
oyente, que pases con indiferencia ante tan grande misterio. () He
dicho que esta agua y esta sangre eran símbolo del bautismo y de la
eucaristía. Pues bien con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia:
con el agua de la regeneración y la Eucaristía, que han brotado ambos
del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del
costado de Adán fue hecha Eva.
“Por esta misma razón afirma San Pablo Somos miembros de su
cuerpo, formados de sus huesos (Ef 5, 30 ) , aludiendo con ello al
costado de Cristo, pues del mismo modo que Dios hizo la mujer del
costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la
sangre salidas de su costado para edificar la Iglesia. Y de la misma
manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste
dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo
hubo muerto.
“Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con
qué alimento nos nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos
alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada
por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su
leche a quien ha dado a luz, así también
Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo
ha hecho renacer” (Catequesis bautismales VIII)
La muestra de amor
“Pues bien, para que esto lleguemos a ser (una sola cosa con Cristo)
no solamente por el amor, sino también en realidad, mezclémonos
con aquella carne; porque esto se lleva a cabo por medio del manjar
que Él nos dio, queriendo darnos una muestra del vehemente amor
que nos tiene. Por eso se mezcló con nosotros y metió cual fermento
en nosotros su propio cuerpo, para que llegáramos a formar un todo,
como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes
amadores
“Por eso, Cristo, para inducirnos a mayor amistad y demostrarnos su
amor ardentísimo hacia nosotros, no sólo permitió, a quienes le aman,
ser visto por ellos, sino también tocarle, y comerle, y clavar los
dientes en su carne”.
Beso Santo
“Siempre que estamos a punto de acercarnos a la Sagrada Mesa, se
nos manda besarnos mutuamente y acogernos con el santo saludo.
¿Por qué razón? Puesto que estamos separados por los cuerpos, en
aquella ocasión entrelazamos nuestras almas unas con otras mediante
el beso, de modo que nuestra reunión sea tal cual lo era aquella de
los apóstoles, cuando el corazón y el alma de los fieles eran uno solo.
Así, efectivamente, es preciso que nos lleguemos a los sagrados
misterios: estrechamente unidos los unos con los otros. Escucha lo
que dice Cristo: Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que
tu hermano tiene algo contra ti, marcha, reconcíliate primero con tu
hermano y entonces ven y ofrece tu presente.
“No dijo: Primero ofrece, sino: Reconcíliate primero, y entonces
ofrece». Por esto mismo nosotros también, con el don delante,
primero nos reconciliamos mutuamente, y entonces nos acercamos al
sacrificio.” (Catequesis BautismalesIV 10)
Ofrenda y reconciliación con el hermano
“Si ofreces tu ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano
tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y marcha,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu
ofrenda (Mt 5, 23-24). ¡Oh bondad, oh amor que sobrepuja todo
razonamiento! El Señor menosprecia su propio honor a trueque de
salvar la caridad; con lo que nos hace ver de paso que tampoco sus
anteriores amenazas procedían de desamor alguno para con nosotros
ni de deseo de castigo, sino de su mismo inmenso amor. ¿Qué puede,
en efecto, darse más blando que estas palabras? Interrúmpase
dice mi propio servicio a fin de que se salve tu caridad, porque
también la reconciliación con tu hermano es un sacrificio ” ( Homilías
sobre el Evangelio de San Mateo, 16,9).
San Juan Crisóstomo usa aquí el texto griego usado en los leccionarios
bizantinos que, en esa cita de la Carta a los Efesios, dice
textualmente: “Somos parte de su cuerpo, estamos formados
(griego: ek , que indica procedencia) de su sangre y de sus huesos”
( hotimeleesmèntoûsómatosautoû,
ektêssarkòsautoûkaìektônostéonautoû ). Ésta lectura está también
atestiguada por algunos otros manuscritos de mediana importancia.
Las Biblias actuales prefieren la lectura corta: “Porque somos
miembros de su cuerpo”. (Nota del equipo de Homilética)