EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la XII Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Génesis 18,1-15.
El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, mientras él estaba
sentado a la entrada de su carpa, a la hora de más calor.
Alzando los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él. Apenas los
vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la carpa y se inclinó hasta el suelo,
diciendo: "Señor mío, si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo
delante de tu servidor.
Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra
del árbol.
Mientras tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que ustedes reparen sus fuerzas
antes de seguir adelante. ¡Por algo han pasado junto a su servidor!". Ellos
respondieron: "Está bien. Puedes hacer lo que dijiste".
Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le dijo: "¡Pronto! Toma
tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas tortas".
Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y bien cebado, y lo
entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a prepararlo.
Luego tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los sirvió. Mientras
comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del árbol.
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está Sara, tu mujer?". "Ahí en la carpa", les
respondió.
Entonces uno de ellos le dijo: "Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para
ese entonces Sara habrá tenido un hijo". Mientras tanto, Sara había estado
escuchando a la entrada de la carpa, que estaba justo detrás de él.
Abraham y Sara eran ancianos de edad avanzada, y los períodos de Sara ya habían
cesado.
Por eso, ella rió en su interior, pensando: "Con lo vieja que soy, ¿volveré a
experimentar el placer? Además, ¡mi marido es tan viejo!".
Pero el Señor dijo a Abraham: "¿Por qué se ha reído Sara, pensando que no podrá
dar a luz, siendo tan vieja?
¿Acaso hay algo imposible para el Señor? Cuando yo vuelva a verte para esta
época, en el año entrante, Sara habrá tenido un hijo".
Ella tuvo miedo, y trató de engañarlo, diciendo: "No, no me he reído". Pero él le
respondió: "Sí, te has reído".
Evangelio según San Mateo 8,5-17.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":
"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".
Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta
que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los
soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando
digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he
encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la
mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos;
en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde
habrá llantos y rechinar de dientes".
Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó
en ese mismo momento.
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con
fiebre.
Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los
espíritus y curó a todos los que estaban enfermos,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó
nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Concilio Vaticano II
Mensaje a los pobres, enfermos y a todos los que sufren del Miércoles 8/12/ 1965
(© Copyright Librería Editrice Vaticana)
«Él soportó nuestros sufrimientos y asumió nuestros dolores»
Para todos vosotros, hermanos que sufrís, visitados por el dolor en sus
diferentes modos, el Concilio tiene un mensaje muy especial. Siente vuestros ojos
fijos sobre él, brillantes por la fiebre o abatidos por la fatiga; miradas interrogantes
que buscan en vano el porqué del sufrimiento humano y que se preguntan
ansiosamente cuándo y de dónde vendrá el consuelo.
Hermanos muy queridos: nosotros sentimos profundamente en nuestros
corazones de padres y pastores vuestros gemidos y lamentos. Y nuestra pena
aumenta al pensar que no está en nuestro poder el concederos la salud corporal, ni
tampoco la disminución de vuestros dolores físicos, que médicos, enfermeros y
todos los que se consagran a los enfermos se esfuerzan en aliviar.
Pero tenemos una cosa más profunda y más preciosa que ofreceros, la única
verdad capaz de responder al misterio del sufrimiento y de daros un alivio sin
engaño: la fe y la unión al Varón de dolores, a Cristo, Hijo de Dios, crucificado por
nuestros pecados y nuestra salvación. Cristo no suprimió el sufrimiento y, al mismo
tiempo, ni quiso desvelarnos enteramente el misterio, El lo tomó sobre sí y eso es
bastante para que nosotros comprendamos todo su valor.
¡Oh vosotros, que sentís más el peso de la cruz! Vosotros, que sois pobres y
desamparados, los que lloráis, los perseguidos por la justicia; vosotros, los
pacientes desconocidos, tened ánimo; vosotros sois los preferidos del reino de Dios,
el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de
Cristo paciente y con El, si queréis, salváis al mundo.
He aquí la ciencia cristiana del dolor, la única que da la paz. Sabed que
vosotros no estáis solos, ni separados, ni abandonados, ni inútiles; vosotros sois los
llamados de Cristo, su viviente y transparente imagen.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”