“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día”
San Juan 6,51-58
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE TIENE VIDA ETERNA.
Jesús, continúa el gran discurso pronunciado en Cafarnaúm, en el, nos explica
cuidadosamente, en forma muy explicita, con una claridad admirable la eucaristía, se
repiten algunos conceptos ya antes dicho, pero con un nuevo matiz, con un cambio
notable, ya no dice el que cree, sino que El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
Vida eterna.
En el fragmento anterior de este Evangelio, Jesús se proclama a sí mismo: Yo soy el pan
de vida. (Jn 6, 48). Es pan de vida, en el sentido que El causa y dispensa esta vida: Les
dijo Jesús: « Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea
en mí, no tendrá nunca sed. (Jn 6,35) En este mismo Evangelio, fragmento anterior,
“Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio
a comer. (Jn V30.31) los judíos le habían hecho ver o debatir el prodigio del maná, que
Dios hizo en favor de los padres en el desierto. Y Jesús recoge ahora aquella alusión para
decirles, una vez más, que aquel pan no era el pan verdadero: “Jesús les respondi: “En
verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que
os da el verdadero pan del cielo; (Jn 6,32). Pero este era sólo un alimento temporal. Por
eso, los padres comieron de él, pero murieron.
2. YO SOY EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO.
Hay, en cambio, un pan verdadero. Y éste es el que está bajando del cielo, precisamente
para que el que coma de él no muera. No morirá en el espíritu, ni eternamente en el
cuerpo. Porque este pan postula la misma resurrección corporal.
Es interesante notar la formulacin del versículo 58, Jesús ahora no dice: “Yo soy el pan
vivo,” sino “Este es el pan bajado del cielo” (Jn 6,58),” con lo que se palpa muy de cerca la
fórmula de la consagracin eucarística: “Este es mi cuerpo.”
Y este pan hasta aquí aludido encuentra de pronto su concreción: Yo soy el pan vivo
bajado del cielo. Antes “Yo soy el pan de la vida.” (Jn 6,48) se defini como el Pan de vida,
acusando el efecto que causaría ser comido y masticado en el alma; ahora se define por la
naturaleza misma viviente, es decir tiene en sí mismo la vida: Porque, como el Padre tiene
vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, (Jn 5:26).
3. EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE
Y la tiene, porque ese pan es el mismo Jesús, que bajó del cielo en la encarnación, cuyo
momento histórico en que se realizó esa bajada se acusa por la forma como los dice. Es el
verbo que tomó carne. Y al tomarla, es pan vivo. Porque es la carne del Verbo, en quien,
en el principio, ya estaba la vida (Jn 1:4) que va a comunicar a los seres humanos.
Si ese pan es viviente, no puede menos de conferir esa vida y vivificar así al que lo recibe.
Y como la vida que tiene y dispensa es eterna, se sigue que el que coma de este pan
vivirá para siempre, porque tendrá Vida eterna El tema, una vez más, se presenta, según
la naturaleza de las cosas, sapiencialmente, sin considerarse posibles deserciones o
abandonos que impidan o destruyan en el sujeto esta vida eterna: …”El que permanece en
mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada….”(Jn
15:1-7).
4. EL PAN QUE YO DARÉ ES MI CARNE PARA LA VIDA DEL MUNDO.
Y aún se matiza más la naturaleza de este pan: el pan que yo daré es mi carne para la
Vida del mundo.
Al hablarles antes del Pan de vida, que era asimilación de Jesús por la fe, se exigía el
venir y el creer en El, ambos verbos en participio de presente, como una necesidad
siempre actual: “Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá
hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.”(Jn 6, 35); pero ahora este Pan de vida
se anuncia que él lo dará en el futuro. Es, se verá, la santa Eucaristía, que aún no fue
instituida. Un tiempo después de esta promesa, este pan será manjar que ya estará en la
tierra para alimento de los seres humanos. Con ello se acusa la perspectiva eclesial
eucarística.
Éste pan es, dice Jesús, mi carne, pero dada en favor y en provecho de la vida del mundo.
Este pasaje es, doctrinalmente, muy importante.
Se trata, manifiestamente, de destacar la relación de la Eucaristía con la muerte de Jesús,
como lo hacen los sinópticos y Pablo. San Juan utilizará el término más primitivo y original
de carne.
Si la proposición vida del mundo concordase directamente con el pan, se tendría, hasta
por exigencia gramatical, la enseñanza del valor sacrifical de la Eucaristía. Pero vida del
mundo ha de concordar lógicamente con mi carne, y esto tanto gramatical como
conceptualmente.
5. ES LA CARNE DE JESÚS
Pero ya, sin más, se ve que esta carne de Jesús, que se contiene en este pan que Jesús
dará, es la carne de Jesús; pero no de cualquier manera, la carne de Jesús como estaba
en su nacimiento, sino en cuanto entregada a la muerte para provecho del mundo, mi
carne para la Vida del mundo es la equivalente, y está muy próxima de la del relato de
Lucas: “Tom luego pan, y, dadas las gracias, lo parti y se lo dio diciendo: Este es mi
cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.”(Lc 22, 19), o como lo
relata Pablo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.” (1
Cor 11,24).
Aquí Jesús no habla de la entrega de su vida sino de la entrega de su carne. Podría ser
porque se piensa en la participación del cuerpo y sangre en el banquete eucarístico, o
porque se piensa en la unidad del sacrificio eucarístico/Calvario.
6. EL PAN QUE JESÚS DARÁ ES LA EUCARISTÍA.
Y ésta, para San Juan, es el pan que contiene la carne de Jesús. En el uso semita, carne,
o carne y sangre, designa el hombre entero, el ser humano completo. Aquí la Eucaristía es
la carne de Jesús, pero en cuanto está sacrificada e inmolada por la vida del mundo
Precisamente el uso aquí de la palabra carne, que es la palabra aramea que,
seguramente, Jesús usó en la consagración del pan, unida también al el pan que yo daré,
es un buen índice de la evocación litúrgica de la Eucaristía que San Juan hace con estas
palabras.
Si por una lógica filosófica no se podría concluir que por el solo hecho de contener la
Eucaristía la carne de Jesús inmolada no fuese ella actualmente verdadero sacrificio, esto
se concluye de esta enseñanza de San Juan al valorar esta expresión tanto en el medio
ambiente cultual judío como grecorromano.
7. ¿CÓMO ESTE HOMBRE PUEDE DARNOS A COMER SU CARNE?
Ante la afirmación de Jesús de dar a comer un pan que era precisamente su carne, los
judíos no sólo susurraban o murmuraban como antes, al decir que bajó del cielo: Los
judíos murmuraban de él, porque había dicho: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo.” (Jn
6, 41), sino que, ante esta afirmación, hay una protesta y disputa abierta, acalorada y
prolongada entre ellos, como lo indica la forma imperfecta en que se expresa: ¿Cómo este
hombre puede darnos a comer su carne? Esto sugiere acaso, más que un bloque cerrado
de censura, el que unos rechazasen la proposición de comer ese pan, que era su carne,
como absurda y ofensiva contra las prescripciones de la misma Ley, por considerársela
con sabor de antropofagia, mientras que otros pudiesen opinar: “Le respondi Simn
Pedro: Seor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”, (Jn 6:68),
llenos de admiración y del prestigio de Jesús, el que no se hubiesen entendido bien sus
palabras, o que hubiese que entenderlas en un sentido figurado y nuevo, como lo tienen
en el otro discurso: ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David
y de Belén, el pueblo de donde era David? (Jn 7:42)
Preguntaban despectivamente el cómo podía darles a comer su carne. ¡El eterno cómo del
racionalismo! Ante este alboroto, Jesús no sólo no corrige su afirmación, la atenúa o
explica, sino que la reafirma, exponiéndola aún más clara y fuertemente, con un realismo
máximo. La expresión se hace con la fórmula introductoria solemne de "Les aseguro que,
y liego les agrega; si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no
tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día.
8. LA NECESIDAD DE COMER Y BEBER LA CARNE Y SANGRE DE JESÚS
La doctrina que aquí se expone es por una parte la necesidad de comer y beber la carne y
sangre de Jesús; por otra, porque sin ello no se tiene la vida eterna como una realidad que
ya está en el alma; “pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que
el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna……..
(Jn 4:14.23), y que sitúa ya al alma en la vida eterna, y finalmente y como consecuencia de
la posesión de la vida eterna, que esta comida y bebida confieren, se enseña el valor
escatológico de este alimento, pues exigido por él, por la vida eterna por él conferida,
Jesús, a los que así hayan sido nutridos, los resucitará en el cuerpo en el último día.
La enseñanza trascendental que aquí se hace es la de la realidad eucarística del cuerpo y
sangre de Jesús como medio de participar en el sacrificio de Jesús: necesidad absoluta
para el cristiano. Sacrificio que está y se renueva en esta ingesta sacrificial eucarística.
9. EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE PERMANECE EN MÍ Y YO EN
ÉL.
Como verdadera comida y bebida que son la carne y la sangre eucarísticas de Jesús,
producen en el alma los efectos espirituales del alimento. El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en él. Es una forma que aquí se usa para expresar esta
presencia de Jesús en el alma, la unión de ambos, tiene en los escritos de San Juan el
valor, no de una simple presencia física, aunque eucarística, sino el de una unión y
sociedad muy estrecha, muy íntima: ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está
en mí? ……..Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí… (Jn 14:10.20),
“Permaneced en mí, como yo en vosotros.”, (Jn 15:4.5), “para que todos sean uno. Como
tú, Padre, en mí y yo en ti", que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo
crea que tú me has enviado.” (Jn 17:21). Este es el efecto eucarístico en el alma: así como
el alimento se hace uno con la persona, así aquí la asimilación es a la inversa: el alma es
poseída por la fuerza vital del alimento eucarístico.
10. COMO YO, QUE HE SIDO ENVIADO POR EL PADRE QUE TIENE VIDA, VIVO
POR EL PADRE
Luego Jesús nos dice; Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo
por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Así como Jesús vive por el Padre, del que recibe la vida: “Porque, como el Padre tiene
vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo,” (Jn 5:26), así
también el que recibe eucarísticamente a Jesús vive por Jesús, pues El es el que le
comunica, por necesidad, esa vida (San Juan 1.16; 15:4-7). El Padre es la fuente de la
vida que el Hijo goza; esta vida, difundiéndose luego a su humanidad, constituye aquella
plenitud de que todos hemos de recibir (San Juan 1:16). Así el discípulo que se nutre del
Pan de vida eucarístico se consagrará enteramente, por ello, a promover los intereses de
Jesús. Con esta interpretación estaríamos en presencia de una noción nueva. Unido a
Jesús en la Eucaristía, el fiel se consagraría enteramente a promover los intereses de
aquel que se le da a él.
11. JESÚS ENSEÑABA TODO ESTO EN LA SINAGOGA DE CAFARNAÚM
Finalmente, san Juan ha querido precisar donde se dijo este discurso con exactitud, Jesús
enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm. Jesús enseñaba todo esto en la
sinagoga de Cafarnaúm. Talvez los hace, para certificar que estas cosas se decían en
reuniones públicas, no de una forma clandestina.
Los sacramentos nos comunican la gracia, la Eucaristía nos da a Jesucristo, el mismo
autor de la gracia, es así como la Eucaristía nos produce un efecto admirable.
San Agustín, en una ocasión nos advierte: Al comer la carne de Cristo y beber su sangre,
nos transformamos en su sustancia
El Señor les Bendiga