Domingo Decimocuarto del Tiempo Ordinario 3 de Julio de 2011
“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”
Es una invitación entrañable de Jesús que bien sabe de nuestros agobios y malos
momentos. Invitación enmarcada en unas circunstancias de un claro discernimiento
de las posturas adoptadas ante Jesús.
Ya el anciano Simeón había predicho que Jesús sería una “bandera discutida” (Lc 2,
34). Realmente lo fue durante toda su vida, terminando de una manera trágica y
sangrienta.
Cuando tiene lugar la escena que leemos hoy, Jesús lleva tiempo realizando su
misión. Acaba de fracasar en una serie de ciudades de Galilea, su patria. Allí ha
realizado numerosos milagros, pero no ha brotado la conversión y la fe.
Después de la recriminación a las ciudades galileas que no han respondido a sus
obras y de la vuelta de los 72 discípulos, Jesús alaba al Padre por la respuesta que
le están dando los sencillo, la gente del pueblo llano: “Te doy gracias, Padre, Seor
de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se
las has revelado a la gente sencilla”. La exclamacin de Jesús es como una
explosión en la que nos descubre sus sentimientos más íntimos.
¿Quiénes son los sabios y entendidos? La élite religiosa de Israel, los escribas y los
fariseos, los rabinos que permanecían ciegos ante la claridad de las palabras de
Jesús, y se escandalizaban de su cercanía a los pobres y marginados. Creen que
conocen bien a Dios y que poseen la verdadera doctrina. El hecho de que Dios
“esconda estas cosas” no se debe a El, sino a los obstáculos de los hombres. Las
palabras y las obras de Jesús son manifiestas a todos, viene para ser conocido por
todos. El que se cree justo se cierra a la llamada de Jesús por estar conforme con la
vida que lleva.
La gente sencilla son los que no tiene cultura, los aldeanos de Galilea, los pastores
de Belén, los publicanos y pecadores, las prostitutas. Todos los que eran
despreciados por los doctores de la Ley, porque un ignorante no puede agradar a
Dios. Estos son los predilectos de Jesús, a ellos se les revela Dios, porque el plan de
Dios no puede ser aceptado más que por aquellos que se presentan ante El
conscientes de su vacío y pequeñez, con la pobreza radical que caracteriza al ser
humano, con la actitud de humilde y esperanzada búsqueda de algo o de Alguien
que pueda llenar sus vidas. El Evangelio no es una palabra sabia para los sabios,
sino una palabra de vida y para la vida. Para escuchar el Evangelio y comprenderlo
hace falta tener un corazón despejado de intereses bastardos, hace falta perder el
miedo a las exigencias del amor y no tener nada que defender. Cuando el Evangelio
se escucha como pide ser escuchado, es muy fácil comprender lo que nos quiere
decir, aunque no siempre resulte fácil saber qué significa concretamente cada una
de sus palabras.
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Es una
invitación a buscar en Jesús, en su mensaje y en su amor, la luz y la fuerza en los
momentos difíciles de la vida. El no nos los hará desaparecer, pero si que está
cerca de nosotros y nos acompaña siempre, más en las circunstancias duras de la
vida.
“Cargar con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazn” No se
trata de una carga pesada que hace difícil la vida. Cargar con el yugo de Jesús es
dejarse subyugar por El y el Evangelio. Subyugar expresa el profundo sentido de
las palabras de Jesús, pues cuando el yugo es el amor, el único que puede cargar
con el yugo es el enamorado. No se trata de cargar con nada, sino de hacerse cargo
del amor de Dios para realizarlo en y con los hermanos, con todos los hombres.
Para el que ama, todas las obligaciones están de más. No hace falta que nadie le
diga qué tiene que hacer, pues se lo dicta el corazón. Ser cristiano es dejarse llenar
del amor de Dios y rebosarlo en los hermanos.
Joaquin Obando Carvajal