REVELACIÓN PARA SENCILLOS
DOMINGO XIV ORDINARIO
3 de Julio de 2.011
En aquel tiempo, exclamó Jesús: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a
la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi
Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con
mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis
vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero, y mi carga ligera. Mateo 11, 25-30
La presente oración eucarística, oración de gratitud, que Cristo dirige a su Padre,
por la revelación que de Sí mismo y de Cristo hace el Espíritu Santo a la gente
sencilla, mediante la infusión de los dones carismáticos de sabiduría e inteligencia,
contrasta con la descalificación y displicencia hacia aquellos hombres, sabios y
entendidos, sabiondos y listillos, víctimas del cientifismo, intelectualismo,
relativismo,…, a quienes por su orgullo y culpable cerrazn les ha escondido Dios
semejantes “cosas”, tan magnas verdades existenciales cuyo conocimiento
experiencial e implicativo libera a las personas de una vida intrascendente, chata y
fragmentaria.
Es el caso de algunos individuos que presumen de saberlo todo y que se engañan al
pensar que la verdad debe obtener necesariamente su visto bueno y pagar un
tributo obligado a su cerebro, ignorantes de que el Padre, burlando sus controles
tan rigurosos como ridículos, desvela sus secretos, casi de contrabando, a los
“pequeos”. Empeada su ave en ascender hacia los altos cielos con slo una de
sus alas, los conocimientos de tales voladores se quedan a ras de tierra sin poder
remontar a la altura, precisamente por faltarle a su razón y experiencia
instrumental la otra ala de la fe con la que el hombre sencillo y creyente siente,
piensa y cree en Cristo, Verdad pedagógica y viva, reveladora de Dios , del hombre
y del mundo, de estas “tres cosas” que, ¡ay! están ocultas para quienes orgullosa e
idolátrícamente pretenden apoderarse en exclusiva del árbol de la vida , de la
verdad y del bien.
Sin embargo, sería poco correcto y asaz injusto sacar la conclusión de que los
sabios y entendidos comprenden menos que los demás. Se trata más bien de
convencerse de que para captar las realidades más secretas del mundo de Dios no
se trata de realizar sólo esfuerzos intelectuales, -que también- sino de… algo más y
distinto. El Misterio, en efecto, encuentra su colocación y su manifestación más
segura en la pequeñez, en la sencillez, naturalidad, ausencia de complicaciones y
pretensiones, capacidad de asombro, disponibilidad para recibir, gratitud y cosas
por el estilo. Es aquello de que Dios da su gracia al humilde y rechaza al soberbio.
Es, asimismo, asumir vitalmente, sobrecogedoramente, con mirada de candor y
cordura receptiva que siempre lo Invisible lleva la iniciativa, la prioridad, el
primado; sin que ello suponga la desestima ni devaluación de los sentidos , de la
ciencia y de la técnica.
Es dejarse llevar por el Espíritu de Dios que habita en nosotros, para que nuestro
espíritu, en sintonía con el de Dios, asuma, purifique y haga trascender todo lo
carnal de nuestras vidas (2ª lectura), todos los legalismos farisaicos que matan la
moral y todos los intelectualismos escribas que fosilizan y entierran la verdad. De
cara a entrar gracias a la necia sabiduría y la débil fortaleza de Cristo Crucificado,
libres de agobio, en el descanso del Señor, aligeradas ya definitivamente nuestras
cargas y suavizados nuestros yugos… Ah, y alegrémonos, esperanzados, de que
nuestro Rey venga a nosotros justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno,
en un pollino de borrica, destruyendo los carros de Efraín y los caballos de
Jerusalén, rompiendo los arcos guerreros y dictando la paz para todas las naciones
(1ª lectura)
Juan Sánchez Trujillo