J ESÚS NOS DONA SU S AGRADO C ORAZÓN E UCARÍSTICO , ENVUELTO EN LAS LLAMAS DEL A MOR DIVINO ,
EN LA SAGRADA COMUNIÓN
(Domingo XXIII – TO – Ciclo A –)
“Donde dos o más estén reunidos en mi Nombre, allí estaré Yo” (cfr. Mt 18, 15-20). El
Evangelio de hoy parecería proponer una cuestión de moral: si alguien peca, el cristiano está
llamado a corregir al pecador para que se aparte de su mala conducta.
Si no se corrige, debe hacerlo ante un testigo, y si persiste en su conducta, se lo debe
considerar un “pagano”, es decir, como alguien que no pertenece a la Iglesia.
En realidad, la cuestión va más allá de lo simplemente moral. No se trata de una mera
corrección de conducta exterior; no se trata de modificar comportamientos externos.
En realidad, se trata de algo mucho más profundo, ya delineado en la primera lectura,
cuando Dios, por boca del profeta Ezequiel, le advierte que debe hablar al malvado “para que se
convierta de su mala conducta” 1 .
De lo que se trata, es de que fuera de la Iglesia de Cristo impera y reina el Espíritu Santo,
el Espíritu de la caridad y del Amor a Dios, que convierte al alma en hija adoptiva de Dios, lo
cual es algo mucho más grande que un simple cambio de conducta. Ese cambio interior,
producido por el Espíritu Santo, lleva a actuar al alma movida por el Amor de Dios y sólo por
este Amor, que es una Persona divina.
Por eso dice San Pablo a los Romanos 2 : “Los mandamientos se reducen a uno solo:
„Amarás a tu prójimo como a ti mismo‟”. Es para que reine el Espíritu de caridad y de amor en
su Iglesia, para lo cual Jesús da a Pedro y a sus discípulos el poder de excomulgar y de restituir
a la comunidad eclesiástica a quien se muestra refractario al Amor de Dios y luego se
arrepiente 3 : “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra,
quedará desatado en el cielo”.
Si alguien se ve obligado a corregir a otro de su mal camino, no lo hace para que
simplemente cambie de conducta, sino para que reine en la Iglesia de Cristo el Espíritu del
Amor, de la caridad y de la alegría de Dios.
Para amar a nuestro prójimo de modo de provocar en él el cambio interior, la Presencia
del Espíritu Santo, y para no corregirlo con una dureza de corazón antievangélica, Jesús nos
dona su Sagrado Corazón Eucarístico, envuelto en las llamas del Amor divino, en la sagrada
comunión.
Padre Álvaro Sánchez Rueda
1
Cfr. Ez 33, 7-9.
2
Cfr. 13, 8-10.
3
Cfr. B. O RCHARD et al., Comentario al Nuevo Testamento , Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1954, 425.