P. Álvaro Sánchez Rueda
E L MISTERIO PASCUAL DE J ESÚS COMO H IJO DE D IOS LLEGA A SU PLENITUD EN
LA CRUZ
(Domingo XXII – TO – Ciclo A)
“Vadre retro, Satán” (cfr. Mc 8, 27-33). Esta frase es muy
significativa, porque Jesús llama “Satanás” a nada menos que a Pedro, su
Vicario en la tierra. Cuando Jesús dice: “Vadre retro, Satanás”, no está
dirigiéndose a Satanás, como podría pensarse por la frase, si se la toma en
forma aislada, sino a Pedro, su Vicario; es por eso que llama la atención, y
llama aún más la atención cuanto que Pedro, sólo unos momentos antes,
había merecido el elogio del mismo Jesús en Persona, al responder que
Jesús era el Mesías. Es decir, en un primer momento, Jesús felicita a Pedro
porque esa respuesta no viene de los hombres, sino del cielo, de Dios
Padre, y casi inmediatamente después lo reprende llamándolo “Satanás”,
porque sus pensamientos “son de los hombres”: “«¡Quítate de mi vista,
Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los
hombres»” (cfr. Mt 8, 33).
¿Por qué Jesús cambia de actitud frente a Pedro? ¿Por qué en un
primer momento lo felicita y luego lo reprende y de una manera tan dura, al
punto de llamarlo “Satanás”?
Jesús felicita a Pedro cuando Pedro contempla el misterio pascual de
Jesús con la luz de Dios Padre, y llama a Jesús el “Cristo” (cfr. Mt 8, 29), es
decir, el Ungido y el Enviado del Padre, pero lo reprende duramente cuando
Pedro rechaza parte de ese misterio pascual, la Pasión: Pedro reprende a
Jesús cuando Jesús les profetiza que deberá sufrir la Pasión.
Pedro responde iluminado por Dios Padre cuando declara la verdadera
identidad de Jesús, el Mesías, y lo llama “Cristo”, pero responde iluminado
con su propia luz –lo cual equivale a las tinieblas- cuando se entera que ese
Cristo, ese Ungido, no es un Salvador según los cánones que la inteligencia
humana utiliza para llamar a alguien “salvador”: el Cristo no triunfará por la
espada desenvainada en una batalla terrenal, como hacen los
conquistadores de la tierra, sino que su triunfo se dará luego de sufrir
mucho, ser rechazado, e incluso ser muerto, y estar sepultado tres días,
luego de los cuales recién se producirá el triunfo. Al enterarse de esto,
Pedro, que había sido iluminado por el Padre, para reconocer a Jesús como
el Cristo, deja de lado esa iluminación, y se deja guiar por su propia razón,
con lo cual, rechaza el plan de Dios Padre, y reprende a Jesús porque tiene
que sufrir la Pasión y muerte en cruz.
Lo que le sucede a Pedro nos puede suceder a muchos de los que nos
llamamos seguidores de Cristo, cristianos: reconocemos a Cristo como
Hombre-Dios, cuando todo parece marchar sobre ruedas, según nuestro
criterio humano, pero en cuanto las cosas no marchan como nosotros
.
P. Álvaro Sánchez Rueda
queremos, actuamos como Pedro: reprendemos a Jesús, así como Pedro
reprendió a Jesús.
Como seres humanos atrapados por la materia y por los
razonamientos estrechos de la mente humana, rechazamos el camino de
eternidad que nos propone Cristo con su cruz, y nos volvemos hacia el
mundo y sus atractivos, y hacia sus falsas seguridades.
Pedro reacciona como hombre, y no como cristiano, como quien ha
recibido la luz de lo alto, y como todo hombre que se deja guiar por su
propia razón, y no por la luz de la fe en Cristo, no se da cuenta de que la
vida eterna está a un paso, que una delgada línea lo separa de ella, y es la
muerte corporal.
Ningún hombre se da cuenta de que está viviendo al borde de la vida
eterna. Ningún hombre tiene temor y por eso vive inmerso en lo material,
en lo inmediato, en la comodidad y en el rechazo del dolor y del sacrificio.
Cuando viene la sacudida del dolor, no lo quiere, porque sólo quiere
salud, comodidad y vida sin preocupaciones 1 , y como la cruz de Cristo no es
ni salud, ni comodidad, ni vida sin preocupaciones, entonces el hombre la
rechaza, como rechaza Pedro el misterio pascual de Jesús.
Rechazar la cruz es rechazar el misterio de luz que viene d e lo alto y
que se derrama sobre los hombres por Jesús crucificado . No hay cruz sin
Jesús, ni Jesús sin cruz, y la vida de un cristiano no puede nunca llegar a su
plenitud de hijo de Dios sino es por la cruz de Jesús, así como el misterio
pascual de Jesús como Hijo de Dios llega a su plenitud en la cruz .
1 Cfr. C RESCIO , G., Mensajes de San Miguel Arcángel. Un ala y una espada para consolar el llanto de las
madres , Difusora Mariana Argentina., Buenos Aires 2001, 48.