A SÍ COMO J ESÚS SE NOS DONA EN LA E UCARISTÍA , ASÍ NOSOTROS DEBEMOS DONARNOS A C RISTO
D IOS EN LA COMUNIÓN ; EN ESTO CONSISTE EN DAR A D IOS LO QUE ES DE D IOS
(Domingo XXIX – TO – Ciclo A – 2008)
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (cfr. Mt 22, 15-21). Unos
fariseos intentan tender una trampa a Jesús, y buscan sorprenderlo en una contradicción. Le
preguntan si es lícito pagar impuestos al César o no. Si Jesús responde que sí hay que pagar
los impuestos, entonces tendrán motivos para acusarlo de traición al Pueblo Elegido ante las
autoridades religiosas, ya que de esta manera se muestra favorable a los romanos, que son
los ocupantes. Si Jesús responde que no hay que pagar los impuestos, entonces van a tener
motivos para acusarlo de rebelión contra la autoridad de los romanos, que son quienes
gobiernan y dictaminan los impuestos que hay que pagar. Es decir, por un lado o por otro
buscan, con malicia, sorprender a Jesús y acusarlo de traición, ya sea ante la autoridad
religiosa o ante la autoridad civil.
La respuesta que da Jesús los deja a su vez sin respuestas, porque Jesús responde con
una sabiduría sobrenatural, divina: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de
Dios”. Con esta respuesta, a la vez que esquiva la trampa tendida por los fariseos, da una
norma para los cristianos, para quienes son sus discípulos, y es por eso que debemos
discernir la respuesta de Jesús: qué es del César y qué es de Dios.
Ante todo, hay que considerar que en el César, el emperador romano, está
representado el mundo, su gloria y poder mundanos; su poder, conquistado por la fuerza; en
el César está representado el mundo en lo que el mundo tiene de malo; la lucha por el poder
y la gloria mundanas, conquistadas por la fuerza y, muchas veces, con la injusticia. No en
vano nuestro Señor toma a una moneda con la efigie del César para significar que es eso, el
dinero, que representa el poder en el mundo, lo que le pertenece a los poderes del mundo, al
César. Al César le corresponden las cosas del mundo, como el poder político que da el dinero
y que está representado en el dinero. El César entonces representaría al poder político
mundano, aquel que se logra por medio del dinero, que no busca el bien de la ciudad, sino
solo el bien propio. Al César hay que darle lo que le pertenece: el poder –muchas veces mal
habido-, la fuerza –que muchas veces se impone sin razón-, en definitiva, el poder del dinero.
Hoy hay muchas formas de poder mal habido y de poder del dinero: desde algunas
democracias, que sólo tienen el nombre de democracia, hasta el narcotráfico, pasando por
innumerables actividades ilícitas, todo esto da dinero y el dinero da poder; el poder engendra
más poder, y así sucesivamente. Esto es lo que Jesús quiere decir cuando dice: “Al César
lo que es del César”: a los poderes mundanos lo que es de los poderes mundanos.
Ahora bien, si esto es lo que pertenece al César; ¿qué es de Dios? ¿Qué es lo que
pertenece a Dios?
La respuesta es importante, porque de la respuesta surge qué es lo que debemos dar a
Dios, ya que la segunda parte de la respuesta de Jesús es: “A Dios lo que es de Dios”. Puesto
que Dios es el Creador de nuestro ser, de Dios es el ser de todo ser humano, y en este ser
están comprendidos la vida, la existencia, los dones, la inteligencia, la voluntad, la capacidad
de relacionarse y de comunicarse con los demás. Para Dios entonces todo nuestro ser, y con
nuestro ser, nuestra vida y existencia toda. ¿Dónde y cómo dar a Dios lo que es de Dios?
En la Santa Misa, en donde Jesús se manifiesta oculto bajo el Pan y el Vino: en la Misa,
Jesús renueva su sacrificio en cruz, sacramentalmente, dándonos ejemplo de cómo hay que
dar a Dios lo que a Dios pertenece: hay que darle a Dios todo nuestro ser y darlo en
sacrificio, como Jesús en la cruz. En la Misa Jesús nos muestra que debemos dar a Dios
nuestro ser, nuestra vida, nuestras obras, según nuestro estado, pero en la Misa Jesús hace
algo más que mostrarnos que debemos dar a Dios lo que es de Dios: nos muestra además
cómo Él, siendo Dios en Persona, se nos dona a sí mismo en la Eucaristía, y éste es el
supremo ejemplo de cómo debemos dar a Dios lo que es de Dios: así como Jesús se nos dona
en la Eucaristía, así nosotros debemos donarnos a Cristo Dios en la comunión; en esto
consiste en dar a Dios lo que es de Dios.
Padre Álvaro Sánchez Rueda