No hay temor en el amor.
28/06/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con sus discípulos. De pronto se
levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca; pero Él
estaba dormido. Los discípulos lo despertaron, diciéndole: «Señor, ¡sálvanos, que
perecemos!»
Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?» Entonces se
levantó, dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran
calma. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, a quien hasta
los vientos y el mar obedecen?» Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, estás siempre dispuesto a salvarme de todo aquello que amenace nuestra
relación. Frecuentemente creo que no me escuchas y convierto mi oración en un
monólogo exigente. Guía esta oración para que confirme que el miedo se vence con
la confianza en Ti, porque solamente Tú puedes transformar la tormenta de mis
pasiones, en paz fecunda en el apostolado.
Petición
Señor, sube a la barca de mi vida y enséñame a confiar siempre en Ti.
Meditación
«Ante el amplio y diversificado panorama de los miedos humanos, la palabra de
Dios es clara: quien "teme" a Dios "no tiene miedo". El temor de Dios, que las
Escrituras definen como "el principio de la verdadera sabiduría", coincide con la fe
en él, con el respeto sagrado a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. No
tener "temor de Dios" equivale a ponerse en su lugar, a sentirse señores del bien y
del mal, de la vida y de la muerte. En cambio, quien teme a Dios siente en sí la
seguridad que tiene el niño en los brazos de su madre (cf. Sal 131, 2): quien teme
a Dios permanece tranquilo incluso en medio de las tempestades, porque Dios,
como nos lo reveló Jesús, es Padre lleno de misericordia y bondad.
Quien lo ama no tiene miedo: "No hay temor en el amor —escribe el apóstol san
Juan—; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira al
castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor" (1 Jn 4, 18). Por
consiguiente, el creyente no se asusta ante nada, porque sabe que está en las
manos de Dios, sabe que el mal y lo irracional no tienen la última palabra, sino que
el único Señor del mundo y de la vida es Cristo, el Verbo de Dios encarnado, que
nos amó hasta sacrificarse a sí mismo, muriendo en la cruz por nuestra salvación»
(Benedicto XVI, 22 de junio de 2008).
Reflexión apostólica
«La confianza filial y plena en la Providencia de Dios es una hermosa y
aleccionadora enseñanza de Cristo. El ser humano, por tendencia espontánea,
puede colocar su seguridad personal en sí mismo, en sus talentos y logros, o en la
acumulación de bienes materiales, olvidando que su verdadera y única seguridad es
Dios mismo. Es preciso, por tanto, rechazar la excesiva confianza en lo pasajero o
la desmedida preocupación por hacer acopio de recursos materiales, con la certeza
de que no podrá faltarle al hombre el auxilio de Dios en sus verdaderas
necesidades» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 201).
Propósito
Rezar durante el día la jaculatoria: Sagrado Corazón de Jesús, ¡en vos confío!
Diálogo con Cristo
¡Cómo se parece esa barca del Evangelio a mi vida! Estás ahí, Señor, pero no te
permito ser el capitán pues te hago a un lado y sólo cuando las tempestades se
presentan, acudo a Ti. ¡Perdóname Señor! Permite que siempre recuerde que no es
mi capacidad o cualidades sino tu gracia y misericordia lo que me puede hacer
crecer en el amor.
«Con este fundamento inquebrantable de la fe, ninguna tempestad podrá abatir esa
casa espiritual que juntos están llamados a construir desde el primer día de su
matrimonio»
( Cristo al centro , n. 1563).