Solemnidad. San Pedro y San Pablo, apóstoles (29 de Junio)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
MISA DE LA VIGILIA
a.- Hch. 3,1-10: Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a
andar.
b.- Gál. 1,11-20: Dios me escogió desde el seno de mi madre.
c.- Jn. 21, 1.15-19: Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas.
Este texto nos presenta la situación de los primeros creyentes, los apóstoles, que
se movían a pesar de la novedad del evangelio, y de su adhesión a Cristo, dentro
de las viejas estructuras mentales sociales y religiosas que les presentaba el
judaísmo. Pero, por otra parte, los judíos tampoco aceptaban la novedad de la
comunidad cristiana, aunque por lo que presenta este texto, se lograba vivir en una
relativa tranquilidad. En este ambiente se realiza el milagro de la curación de un
paralítico. Los detalles, que proporciona el autor, la hora y lugares precisos quieren
dar mayor realismo a lo que está por narrar, porque efectivamente corresponde a
lo que históricamente sucedía en la vida ordinaria de los habitantes de Jerusalén. El
culto público judío se realizaba en el templo por la mañana, desde el alba hasta las
nueve y el otro turno desde las tres hasta la caída del sol, que coincidía con el
sacrificio diario del cordero. Todos los que podían acudían al templo, como Pedro y
Juan, de lo contrario se unían espiritualmente a él. La escena se desarrolla en la
puerta Hermosa o de Nicanor, donde se encuentra el paralítico pidiendo limosna,
oportunidad que tenían los fieles judíos de ejercer la caridad. Los milagros
realizados por los apóstoles en la mentalidad de Lucas, deben ser un claro reflejo
de una nueva era, los tiempos del mesías, última etapa en que Dios intervendría en
la historia. Este es el tiempo de la salvación. Por otra parte, se cumplía el mandato
dado por Jesús a sus apóstoles, de sanar a los enfermos y anunciarles el evangelio
(cfr. Lc. 9, 2). El milagro en sí era ocasión para anunciar el evangelio, como en la
vida de Jesús, y ahora en la de los apóstoles (cfr. Lc. 5,17ss; Hch. 14,8). Al hecho
milagroso, sigue la predicación y el conflicto. El mandato de Pedro al enfermo, es el
paso de la muerte a la vida plena, como ser humano, social y religiosamente
hablando. Levantarse en Nombre de Jesús, es invocar la persona y la autoridad de
Jesús de Nazaret, con lo cual Pedro está enseñando que actúa con el poder de
Jesús, y que el enfermo debe también dirigirse a El y en El poner toda su confianza.
Pedro quiere demostrar que ese Jesús que había sanado a muchos enfermos y que
había muerto, sigue vivo, mantiene su poder y ha sido constituido Mesías y Señor
(cfr. Hch. 2,36).
Pablo defiende su misión ante quienes la quieren destruir por admitir paganos que
se convierten, pero sobre todo, porque no les exige la práctica de la ley de Moisés,
acusándolo de traidor a fe recibida de sus padres. Pablo habla ahora de la absoluta
gratuidad de la salvación en su conversión, su palabra, el evangelio no conoce
origen humano, como fuerza creadora, que produce lo que anuncia, y su autor es
Dios (cfr. 1 Tes. 1,5). Esta palabra creadora, fuerza profética, no la recibió Pablo, ni
siquiera de los apóstoles, con lo que no quiere decir que no hay que escuchar a los
apóstoles anteriores a él, porque luego, nos dice que subió a Jerusalén para rendir
cuentas ante Pedro, Santiago y Juan. Su conversión es obra sólo de Dios, porque
quiso descubrir en él a su Hijo. En Pablo estaba Cristo oculto, porque sabía de su
doctrina, por ello perseguía a sus discípulos, pero Cristo no era objeto de fe para él.
El surgir de Cristo en su espíritu, en su interior, hasta llegar al dato de fe, es obra
exclusiva de Dios. En Pablo se da un modelo de equilibrio entre la revelación de
Dios y la adhesión al magisterio de la Iglesia, la enseñanza del mensaje catequético
del evangelio es una cosa, pero la adhesión a ese mensaje de fe, es obra exclusiva
de Dios. Él tiene la iniciativa, por lo tanto, el dato bíblico, que le propone a Cristo,
no hace que el hombre crea en ÉL, sino que es la irrupción misteriosa de Dios en la
vida de ese hombre concreto. Es lo que sucedió en la vida de Pablo.
El evangelio nos presenta nuevamente a Pedro y Juan en una estrecha relación (Jn.
21,7), aunque la atención se centra ahora en la figura del primero. Luego de
desayunar, Jesús le exige una triple confesión de amor, asegurándole que
participará de su destino (vv.15-19), con ello le está pidiendo que se comprometa a
amarlo más que el resto de sus compañeros. Pedro responde, que el amor que le
profesa ya lo conoce, por lo cual le exige cuide sus ovejas, como lo establece una
relación más fuerte con Jesús, Buen Pastor (cfr. Jn. 10,1-18). La repetición de la
pregunta, la respuesta y el mandato por tres veces, puede responder a la
costumbre de declarar por triplicado, ante testigos cualificados, antes de hacer un
pacto vinculante. Jesús exige la triple confesión de amor en relación a la triple
negación que hizo durante la pasión (cfr. Jn. 18, 15-18. 25. 27). A pesar de su
debilidad, Pedro ha estado cerca de Jesús, al menos en su círculo de los más
íntimos, junto a Santiago y Juan, durante su ministerio, quizás no ha comprendido
su mesianismo, sucumbió en su triple negación, con los que rompió la cercanía, y la
amistad durante la pasión (cfr. Jn. 1,40-42; 6,67-69; 13,6-10.36-38; 18,15). La
subida de Jesús a la Cruz, la fundación de la nueva familia de Dios y la entrega del
Espíritu por parte del Crucificado, están marcadas por la presencia del discípulo
amado, y la ausencia de Pedro, lo que hay que anotar (cfr. Jn. 19,17-37; 19, 25-
27). Así como antes testigos negó a conocer a Jesús, ahora hay que romper esa
situación, cada pregunta de Jesús, busca establecer la veracidad de la relación que
Pedro tiene ahora con el Resucitado. Las respuestas de Pedro las recibe Jesús como
manifestación de su amor y el establecimiento de una nueva amistad y revelación:
Jesús resucitado nombre a Pedro pastor de su rebaño. ¿Qué es lo que se le
encarga? Apacentar y alimentar a los corderos y las ovejas del rebaño. El desafío de
todo pastor cristiano, como Pedro, es mantener la relación de Jesús con su rebaño,
más aún, hacer suyas las palabras del Maestro en lo que se refiere a la abundancia
de vida que ÉL les trajo; el conocimiento mutuo entre Cristo y sus ovejas; entregar
la vida por ellas, y finalmente asumir que hay otras ovejas, que no son de su
rebaño, pero que están llamadas a serlo, para que exista un solo rebaño y sólo
Pastor (cfr. Jn. 10,10; 10,14; 10,15; 10, 11. 17. 18; 10,16). La escena que sigue
se refiere al futuro del apóstol Pedro, donde descubrimos el fundamento cristológico
de su razón de ser pastor del rebaño como Cristo Jesús. En el pasado, Pedro mostró
su buena voluntad en el seguimiento de Cristo, era joven, hasta que sucumbió en la
negación. Era el tiempo en que Pedro se ceñía solo e iba donde quería, ahora
superada su negación y el escándalo de la Cruz, está comprometido a un amor
incondicional a Jesús, Buen Pastor. Llegará, sin embargo, el tiempo en que cuando
sea viejo, Pedro entregará su vida por las ovejas que Cristo le ha confiado a su
solicitud pastoral. Otro le ceñirá y lo conducirá a la cruz para entregar la vida por el
rebaño de Cristo. Pero esta relación de Pedro con el Buen Pastor los relaciona
también en el significado de su muerte: mientras Jesús muere por hacer la voluntad
del Padre (cfr. Jn. 4, 34; 5, 36; 17, 4), con lo que manifiesta el amor de Dios al
mundo (cfr. Jn. 3,16). Por su muerte Jesús fue glorificado (Jn. 11, 4; 12,23; 13,
31-32; 17,1-5), pero con su entrega, dio gloria al Padre (cfr. Jn. 11, 4. 40; 12, 28;
13, 31-32; 17,1-5), de la misma manera, por medio de la aceptación incondicional
de su rol de pastor del rebaño de Cristo, Pedro también glorificará a Dios, por
medio de su entrega a la muerte (v.19). Explicado todo lo implica ser pastor de su
rebaño, a Cristo, no le queda otra cosa que pedirle a Pedro que lo siga por este
camino (v.19); seguimiento físico, pero también seguir siendo discípulo el resto de
su vida.