Viernes 1 de Julio de 2011
Sagrado Corazón de Jesús
Deuteronomio 7,6-11
En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: "Tú eres un pueblo santo para el
Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su
propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más
numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro,
por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano
fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el
Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y
guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece,
acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra
estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy."
Salmo responsorial: 102
R/La misericordia del Señor dura siempre, para los que cumplen sus mandatos.
Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre. / Bendice, alma mía, al
Señor, / y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas / y cura todas tus enfermedades; / él rescata tu vida de la
fosa / y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia / y defiende a todos los oprimidos; / enseñó sus caminos a Moisés
/ y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
El Señor es compasivo y misericordioso, / lento a la ira y rico en clemencia. / No nos
trata como merecen nuestros pecados / ni nos paga según nuestras culpas. R.
1Juan 4,7-16
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que
ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es
amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo
único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de
propiciación por nuestros pecados.
Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a
otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en
nosotros y su amor ha llegado en nosotros a sua plenitud. En esto conocemos que
permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos
visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien
confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece
en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Mateo 11,25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo
más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro
descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."
COMENTARIOS
Jesús bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas
cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías (11,2.19). La
revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un paralelo en la que recibe Simón
Pedro para reconocer en Jesús al Mesías, después de los episodios de los panes (16,17). Se
trata, pues, de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del
Mesías. La revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y autoritaria.
Sin embargo, el Padre ha querido hacerla depender de la disposición del hombre. Es la
limpieza de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en las obras
que realiza Jesús la mano de Dios.
Precisamente, la denominación «los sabios y entendidos» alude a Is 29,14. En el texto
profético, Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo honra con los labios,
pero su corazón está lejos (cf. Mt 15,8s). A eso se debe que fracase la sabiduría de los sabios
y se eclipse el entender de los entendidos. En el trasfondo del dicho de Jesús se encuentra, por
tanto, esta realidad: los sabios y entendidos no captan el sentido de las obras de Jesús porque
su insinceridad inutiliza su ciencia, impidiéndoles aceptar las conclusiones a las que su saber
debería llevarlos. Los «sencillos» no tienen ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les
revela. El hecho de que Dios «oculta» ese saber no se debe a su designio, sino al obstáculo
humano; se atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. De hecho, la realidad de Jesús está
patente a todos, viene para ser conocido de todos. El pasaje está en relación con el aserto de
Jesús en 9,13: «No he venido a llamar justos, sino pecadores.» El «justo» es el que se cierra a
la llamada por estar conforme con la situación en que vive. No es culpa de Jesús, sino del
hombre. El que se tiene por «justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la
llamada de Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está
cerrado a la revelación del Padre (25s).
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de fundación ÉPSILON)