EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
El Sagrado Corazón de Jesús - Solemnidad
Deuteronomio 7,6-11.
Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras
su pueblo y su propiedad exclusiva entre todos los pueblos de la tierra.
El Señor se prendó de ustedes y los eligió, no porque sean el más numeroso de
todos los pueblos. Al contrario, tú eres el más insignificante de todos.
Pero por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres,
el Señor los hizo salir de Egipto con mano poderosa, y los libró de la esclavitud y
del poder del Faraón, rey de Egipto.
Reconoce, entonces, que el Señor, tu Dios, es el verdadero Dios, el Dios fiel, que a
lo largo de mil generaciones, mantiene su alianza y su fidelidad con aquellos que lo
aman y observan sus mandamientos;
pero que no tarda en dar su merecido a aquel que lo aborrece, a él mismo en
persona, haciéndolo desaparecer.
Por eso, observa los mandamientos, los preceptos y las leyes que hoy te ordeno
poner en práctica.
Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.10.
De David. Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo
Nombre;
bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura;
El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
Epístola I de San Juan 4,7-16.
Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y
el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que
tuviéramos Vida por medio de él.
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos
a los otros.
Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece
en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha
comunicado su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador
del mundo.
El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece
en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es
amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
Evangelio según San Mateo 11,25-30.
En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por
haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los
pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde
de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia
La Viña mística, §8-9
«Viendo que Jesús estaba muerto..., uno de los soldados con su lanza, le
atravesó el costado; y salió sangre y agua» (Jn 19,33-34)
Han taladrado no sólo sus manos y pies (Sal 21,17), sino también atravesaron
su costado y han abierto el interior de su corazón santísimo que ya se había herido
por la lanza del amor... Acerquémonos, y estremezcámonos, nos alegraremos en ti,
recordando tu corazón. ¡Qué dulzura, qué delicia convivir en este corazón! (cf Sal
132,2). Tu corazón, ¡oh buen Jesús!, es un verdadero tesoro, una perla preciosa,
que hemos encontrado profundizando en el conocimiento de tu cuerpo (Mt 13,44-
45). ¿Quién la rechazaría? Más bien, lo daría todo; a cambio, entregaré todos mis
pensamientos y todos mis deseos para obtenerla, depositando todas mis
preocupaciones en el corazón del Señor Jesús, y sin duda este corazón me
alimentará.
En este templo, en este «santa santorum», ante esta arca de la alianza (1R
6,19), adoraré y alabaré el nombre del Señor, diciendo con David: "He encontrado
mi corazón para pedir al Señor» (2S 7,27). Y yo, he encontrado el corazón de
Jesús, mi Rey, mi hermano y mi tierno amigo. Y yo ¿no rezaré? Ciertamente rezaré.
Porque su corazón está conmigo, le diré con audacia, e incluso más: porque Cristo
está verdaderamente a mi lado, como mi jefe, mi cabeza (Col 1,18), ¿no estará
conmigo?... Este corazón divino es mi corazón; está verdaderamente en mi.
Realmente, con Jesús dispongo mi corazón. ¿Qué tiene de extraño esto? La
«multitud de creyentes" formaban «un solo corazón" (Hchos. 4,32).
Habiendo encontrado, muy dulce Jesús, este corazón, que es el tuyo y el mío,
te rezaré a ti que eres mi Dios. Recibe mis oraciones en este santuario donde te nos
escuchas, o más bien, atráeme enteramente hacia tu corazón... Tú puedes hacerme
pasar por el agujero de una aguja, después de haberme hecho depositar el peso de
esta carga que llevo sobre los hombros (Mt 19,24; 11,28). Jesús, el más hermoso
de toda la belleza humana, lávame aún más de mi inequidad y purifícame de mis
pecados (Sal 44,3; 50,4) para que, purificado por ti, me pueda me acercar a ti que
eres más puro, que merezca «habitar todos los días de mi vida» en tu corazón y
pueda siempre ver y realizar tu voluntad (Sal. 26,4 ss).
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”