S OLEMNIDAD DE LA N ATIVIDAD DEL S EÑOR
(Ciclo A )
En Nochebuena, en Navidad, el mundo y la humanidad se encuentran con algo nuevo:
un Niño ha nacido en Belén. La Iglesia destaca la Presencia de este Niño, ya que le dedica el
evangelio del día de la Solemnidad de Navidad: “El Verbo se hizo carne y habit entre
nosotros”, dice la Iglesia, refiriéndose al Nacimiento de este Nio.
¿Qué tiene de particular este Niño de Belén, que divide a la historia de la humanidad
en dos, en un antes y un después de Él? ¿Qué tiene de particular este Niño, a quien la Iglesia
le dedica, con la liturgia de la Palabra, el centro de la atención?
El Evangelista San Juan dice: “El Verbo se hizo carne y habit entre nosotros y
nosotros vimos su gloria, gloria como de Unigénito” (cfr. Jn 1, 14).
Y en Epifanía, la Iglesia Esposa se dice a sí misma, por medio de los profetas;
“Levántate, revístete de luz, porque viene tu luz; la gloria del Seor brilla sobre ti (…) sobre ti
resplandece el Seor, su gloria aparece sobre ti” (cfr. Is 60s, 1ª lectura).
La Iglesia se dice a sí misma: “Levántate, vístete de luz, porque sobre ti resplandece el
Seor, su gloria aparece sobre ti”, y esto lo dice en la Epifanía, es decir, en la fiesta de la
manifestación del Niño de Belén, dentro del tiempo de la Navidad.
Tanto el evangelista como el profeta coinciden en proclamar que la gloria de Cristo se
ve en la Iglesia, y la liturgia nos dice que es esto lo que sucede en el Misterio de la Navidad 1 :
la gloria de Cristo se manifiesta.
¿Qué quiere decir esto? ¿Quiere decir que vemos con los ojos del espíritu, la luz eterna
de Dios?
Pareciera que sí, pero al mismo tiempo, el evangelista Juan dice: “…cuando se
manifieste, lo veremos tal cual es” ( 1 Jn 3, 2).
Quiere decir entonces que no vemos la gloria total y manifiesta de Dios, porque la
veremos “cuando Él se manifieste”, al final de los tiempos.
¿Qué quiere decir entonces cuando el mismo Juan dice, en el evangelio de hoy:
“Nosotros vimos su gloria”?
Juan dice en el capítulo 12, versículo 40: “Esto dijo Isaías cuando vio su gloria y habló
de Él” (del Mesías). Juan dice que Isaías vio la gloria de Dios.
Según Isaías y según Juan el evangelista, no vemos la gloria eterna de Dios, tal como
se la ve en la visión beatífica, en la otra vida, en el cielo.
Vemos la gloria de Dios, pero de un modo nuevo, desconocido hasta antes de Navidad.
No vemos la “luz inaccesible” de la divinidad, aquella que “ningún hombre ha visto
jamás ni la puede ver”, según 1 Tim 6, 16, sino que la gloria que se ve en la Iglesia, en la
Navidad, de la cual habla la liturgia, es la gloria de Cristo, la gloria de Dios Hijo encarnado.
La gloria que se ve en el Niño de Belén, la gloria que resplandece sobre la Iglesia en
Navidad, es la gloria del Hijo de Dios encarnado, y esta es una nueva forma de ver la gloria
1 Cfr. O DO C ASEL , Presenza del mistero di Cristo , Editrice Queriniana, Brescia 1995, 70.
de Dios: bajo el velo de la carne, de la naturaleza humana. Por eso dice Juan: “El Verbo se
hizo carne y nosotros vimos su gloria”.
La manifestación de la gloria divina está unida a la encarnación del Verbo. La gloria de
Dios se une a la corporalidad del Niño de Belén.
Repetimos entonces la pregunta: ¿cuál es la gloria que, según San Juan, los profetas y
la liturgia de la Iglesia, resplandece en la Noche de Navidad?
Volvamos a la escena de la Navidad: una gruta, un pesebre, una familia, una madre,
un hijo, un esposo. Una escena típicamente humana. No vemos la majestad de la gloria
divina, en todo su esplendor, tal como brilla en la eternidad.
Pero Juan dice: “El Verbo se hizo carne y nosotros vimos su gloria”.
¿Cuál es la gloria que vemos, si lo que vemos es un Niño recién nacido junto a su
Madre?
Falta el elemento de la fe, para dilucidar cuál es la gloria que se ve en la Iglesia en
Navidad.
La luz de la fe nos hace ver las cosas de una manera nueva, con la luz de Dios.
Con los ojos del espíritu iluminados por la fe, vemos el esplendor de Dios y su gloria,
no de modo inmediato, sino a través de la manifestación en la carne, en la naturaleza
humana.
Esta carne, esta corporeidad, es como un velo, como una cortina, que nos conduce al
Santísimo. En Hebreos 10, 19, se dice: “Tenemos fe de entrar en el santuario por medio de la
sangre de Jesús, por este camino nuevo y viviente que Él ha inaugurado para nosotros a
través del velo, es decir, su carne…”.
La carne de Jesús, su corporeidad, su naturaleza humana, asumida por la Segunda
Persona de la Trinidad, es el camino que conduce a la gloria de su Persona divina. La
corporeidad es el velo que, abierto, conduce al Santísimo, al Hijo de Dios.
Aquí encontramos el sentido de la frase de Juan: “El Verbo se hizo carne y nosotros
vimos su gloria”. La manifestacin de la gloria de Dios está mediada por la carne, por la
corporeidad: quien ve al Niño de Belén, ve a la gloria de Dios Padre que se ha encarnado y se
ha manifestado en forma de Niño.
De esta manera, es totalmente cierto que vemos, en el débil Niño del Pesebre, la gloria
de Cristo Dios y en Él la luz de Dios.
No debemos entonces quedarnos en la consideración sensible y superficial del Pesebre;
no debemos quedarnos en considerar solamente la simpatía del Pesebre; debemos trascender
lo que aparece y ver, detrás y dentro del Niño de Belén, de su carne, de su corporeidad
humana, la gloria y la luz eterna de Dios Hijo, que viene a este mundo de tinieblas y de
lágrimas para darnos su luz, su amor y su paz.
Padre Álvaro Sánchez Rueda