Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús - Ciclo A
Exégesis - William Barclay
El Acento de Autoridad
Mateo 11:25-27
En aquel momento dijo Jesús:
- ¡Gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, por esconderles estas
cosas a los sabios y entendidos, y revelárselas a los pequeñitos! Así
es, oh Padre, porque así Te ha parecido bien a Ti.» Mi Padre me ha
confiado todas las cosas; y nadie conoce de veras al Hijo sino el
Padre, y nadie conoce de veras al Padre sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo se Le quiera revelar.
Aquí Jesús está hablando por propia experiencia, la experiencia de
que los rabinos y los sabios de Su tiempo Le rechazaban, mientras
que las personas sencillas Le aceptaban. A los intelectuales no les
decía nada, pero los humildes Le recibían. Debemos hacer lo posible
por entender lo que Jesús quería decir aquí. Está muy lejos de
condenar la actividad intelectual; lo que condena es el orgullo
intelectual. Como dice Plummer: «El corazón, no la cabeza, es el
hogar del Evangelio.» No es la inteligencia lo que le cierra la puerta,
sino el orgullo. No es la necedad lo que le admite, sino la humildad.
Uno puede ser tan sabio como Salomón; pero si no tiene sencillez,
confianza e inocencia, se excluye a sí mismo. Los mismos rabinos
veían el peligro del orgullo intelectual; reconocían que a menudo la
gente sencilla estaba más cerca de Dios que los rabinos más eruditos.
Tenían una parábola acerca de esto: «Una vez estaba el rabino Beroká
de Chuza en el mercado de Lapet cuando se le apareció Elías. El
rabino le preguntó: "¿Hay alguno entre los que están en el mercado
que esté destinado a participar de la vida del mundo venidero?" En un
principio Elías le dijo que no había nadie; pero luego señaló a un
hombre, y dijo que ese participaría de la vida del mundo venidero.
Rabí Beroká se dirigió a él, y le preguntó qué hacía. "Soy carcelero -le
contestó-, y mantengo separados a los hombres de las mujeres. Por
las noches pongo mi cama entre los hombres y las mujeres para que
no se cometa nada indebido." Elías señaló a otros dos hombres, y dijo
que ellos también participarían de la vida por venir. Rabí Beroká les
preguntó lo que hacían. "Somos juglares le contestaron-, y cuando
vemos a alguno que está abatido, le animamos; y cuando vemos a
dos que se están peleando, tratamos de ponerlos en paz."» Los que
hacían cosas sencillas, como el carcelero que mantenía a los presos
debidamente y los que hacían aflorar la sonrisa y la paz, estaban en el
Reino.
Aquí también había una historia rabínica: «Una vez se declaró una
epidemia en Sura, pero en la vecindad de la residencia de Rab (un
famoso rabino) no hubo ningún caso. La gente creyó que eso era
debido a los méritos de Rab; pero en un sueño se les dijo... que era
por los méritos de uno que había estado dispuesto a prestar una
azada y una pala a otro que quería hacer una tumba. Una vez se
produjo un incendio en Drokeret, pero la vecindad de rabí Huna no
sufrió daño. La gente pensó que era debido a los méritos de rabí
Huna,... pero se les hizo saber en un sueño que había sido por los
méritos de una cierta mujer que calentaba su horno y lo ponía a
disposición de sus vecinos.» El hombre que le prestó las herramientas
a otro que las necesitaba, y la mujer que ayudaba a sus vecinos en lo
que podía no tenían ninguna categoría intelectual, pero sus sencillas
obras de amor humano ganaron la aprobación de Dios. Las
distinciones académicas no son necesariamente distinciones a los ojos
de Dios.
Este pasaje termina con las credenciales más gloriosas que hizo jamás
Jesús, y que figuran en el centro de la fe cristiana: que El es el único
que puede revelar a Dios a la humanidad. Otros puede que sean hijos
de Dios; pero Él es El Hijo. Juan lo expresa de una manera un poco
diferente cuando nos cuenta que Jesús dijo: «El que ha visto a Mí, ha
visto al Padre» (Juan 14:9). Lo que Jesús quiere decir es: «Si queréis
ver cómo es Dios, si queréis ver la mente de Dios, el corazón de Dios,
el carácter de Dios, si queréis ver la actitud total de Dios hacia la
humanidad, ¡miradme a Mí!» Los cristianos estamos convencidos de
que en Jesucristo y sólo en Él podemos ver cómo es Dios; y es
también la convicción cristiana que Jesús puede dar ese conocimiento
a todo el que sea suficientemente humilde y confiado para recibirlo.
El Acento de la Compasión
Mateo 11:28-30
¡Venid a Mí todos los que estáis agotados y rendidos bajo el peso de
vuestras cargas, y Yo os daré descanso! Asumid Mi yugo y aprended
de Mí, Que soy benigno y humilde de corazón, y hallaréis el descanso
de vuestras almas; porque Mi yugo es suave, y Mi carga es ligera.
Jesús hablaba a personas que estaban tratando ‘desesperadamente’
de encontrar a Dios, y tratando ‘desesperadamente’ de ser buenas,
pero que estaban encontrándolo imposible, y que se hallaban sumidas
en el agotamiento y la desesperación. Les dice: «Venid a Mí todos los
que estáis rendidos bajo vuestras cargas.» Para un judío ortodoxo, la
religión era cosa de cargas. Jesús dijo de los escribas y los fariseos:
«Atan cargas pesadas e insoportables, y se las ponen a los demás
sobre los hombros» (Mateo 23:4). Para un judío, la religión era cosa
de reglas interminables. Se vivía en una selva de normas que
regulaban todas las situaciones de la vida. Se tenía que estar
escuchando constantemente: « No hagas eso.»
(…)
La Ley hacía demandas continuas sobre las personas en todas las
circunstancias de la vida. Esas demandas eran, sin duda, una carga.
Jesús nos invita a tomar Su yugo sobre nuestros hombros. Los judíos
usaban la palabra yugo con el sentido figurado de someterse a algo.
Hablaban del yugo de la Ley, el yugo de los mandamientos, el yugo
del Reino, el yugo de Dios. Pero puede ser que Jesús tomara las
palabras de esta invitación de algo mucho más próximo a Su hogar.
Dijo: « Mi yugo es fácil.» La palabra fácil es jréstós en griego, que
quiere decir realmente que encaja bien. Los yugos de los bueyes se
hacían en Palestina, como en España, de madera; se llevaba el buey
al carpintero para que le tomara las medidas; luego se desbastaba la
madera, y se llevaba otra vez al buey para probárselo: se le ajustaba
bien, para que no le hiciera daño en la testuz al paciente animal. Es
decir, el yugo se hacía a medida, como una prenda de vestir, para que
le encajara bien al buey. Cuenta una leyenda que Jesús hacía los
mejores yugos de bueyes de toda Galilea, y que iban a Su taller de
todas partes a comprarle los yugos para los animales. (…) Jesús dice:
«Mi yugo encaja bien.» Lo que esto quiere decir es: « La vida que Yo
te doy no es una carga que te desuelle; tu misión está diseñada a tu
medida para que te vaya bien.» Lo que quiera que sea que Dios nos
proponga encajará exactamente con nuestras necesidades y
habilidades. Jesús dice: « Mi carga es ligera.» Como decía un rabino:
«Mi carga se ha convertido en mi canción.» No es que sea siempre
fácil de llevar; pero se nos impone con amor; se nos propone llevarla
con amor; el amor hace ligeras hasta las cargas más pesadas. Cuando
recordamos el amor de Dios, cuando nos damos cuenta de que
nuestra carga es amar a Dios y amar a nuestros semejantes, entonces
nuestra carga se convierte en nuestra canción. Se cuenta que una
persona se encontró una vez a un chiquillo que llevaba a cuestas a
otro aún más pequeño, que era cojo. «Esa es mucha carga para que
tú la lleves,» le dijo el hombre. Y el chiquillo respondió: « No es una
carga, señor; es mi hermanito.» La carga que se impone con amor y
se lleva con amor es siempre ligera.
(William Barclay , Comentario al Nuevo Testamento, Vol. I, Ediciones
Clie, Barcelona, 1995 (Publicado originalmente en 1970 en Escocia y
actualizado en 1991 por The Saint Andrew Press, Edimburg - Todos
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