DIOS NOS AMA CON PACIENCIA INFINITA
(DOMINGO XVI. T.O. Ciclo A)
17 julio 2005
"En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente: El Reino de los Cielos se
parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras
dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo, y se marchó. Cuando
empezaba a verdear y se formaba la espiga, apareció también la cizaña.." (Mt
13,24-43)
Las parábolas de Jesús tienen, indudablemente, una relación clara con su propia
vida terrena y el desarrollo de la misma. Es decir, nos proponen una enseñanza,
partiendo del momento concreto que vive Jesús cuando son pronunciadas. Una de
las actitudes que más llama la atención en Jesús es su paciencia. Ante sus
enemigos (los fariseos) y ante sus discípulos. Los primeros se oponen frontalmente
a él, en más de una ocasión. Los segundo, lo abandonan. Y Jesús, paciente, da
tiempo al tiempo y se muestra comprensivo y tolerante. (Es lo que expone la
parábola. Convendría releerla.)
¿Cómo explicar esta actitud de Jesús? Porque Él ha venido a salvarnos y nos invita
a todos a participar de su Reino. Nadie queda excluido. Todos podemos entrar. Y,
por eso, se muestra como acogedor y perdonador ilimitado.
Ahí encontramos la razón última de su paciencia, en el amor. Un amor universal,
pero respetuoso para con la libertad humana. La respuesta del hombre también
cuenta para Dios. Y esto, para nosotros, no siempre es fácil: requiere tiempo, se
madura poco a poco, se desarrolla entre contradicciones (adelantos y retrocesos),
que se desenvuelve en medio de pecado. Por eso, el amor de Cristo es paciente,
que respeta nuestro proceso, nuestros ritmos... y aguarda nuestra respuesta
madura.
Asombroso, ¿verdad? Y propio sólo de Dios. Ni el pecado lo detiene en su amor.
Diríamos incluso que nos quiere, precisamente por nuestro pecado.
Tremenda lección para nosotros: en primer lugar, de confianza en el amor de Dios;
en segundo lugar, de comprensión para con los demás, ante los que, con tanta
frecuencia, nos comportamos con intransigencia e incomprensión.
Miguel Esparza Fernández